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15 sept 2015

Un análisis sobre los refugiados en Europa

Refugiados en Salzburgo

El colapso de Europa

Ni europeos ni norteamericanos tienen capacidad para afrontar el éxodo de refugiados

Antonio Navalón 14 SEP 2015 - 


Con su fotografía global, Internet ha difuminado en todo el planeta el antiguo sentimiento de gratitud. Al desplazarse, los migrantes buscan un mundo mejor, aquel mundo que otros hicieron posible. Quieren su parte del pastel.

Con más de 11 millones de desplazados sirios, unos siete dentro del país y otros cuatro fuera de sus fronteras, más el anuncio de Alemania de que recibirá 800.000 refugiados este año, la pregunta que surge ante la gran crisis migratoria europea es: ¿cuándo entenderán los Gobiernos del mundo desarrollado que ya no volverán los tiempos del agradecimiento?

Han pasado 14 años desde que Osama Bin Laden, en aquel fatídico 11-S, hizo que perdiéramos la capacidad de asombro. Ver cómo se derrumbaban las torres que representaban el símbolo más visible del triunfo de un imperio jamás atacado en su territorio llevó a millones de espectadores a tal cercanía con la violencia que ahora resulta difícil que algo nos asuste.

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Con su fotografía global, Internet ha difuminado en todo el planeta el antiguo sentimiento de gratitud
Internet no destruye valores, los transforma. Y ya se sabe que los valores, como los dioses, necesitan distancia y tiempo. Hoy, ni Europa ni América tienen solución para la migración. Y con ser esto grave, tampoco podemos seguir creyendo que vivimos en un mundo donde todos tenemos derechos, mientras contemplamos imágenes que recuerdan las peores escenas de la II Guerra Mundial. Existe el terrible inconveniente de que los migrantes vienen a un mundo civilizado donde los valores y el desarrollo pasan por un mal momento.

A un lado de la frontera, el hambre, la violencia y la desesperación que, por ejemplo, crean distintos fenómenos entre la América del Norte y la del Sur, ya no de guerrillas o de conflictos políticos, sino de enfrentamientos con un gran saldo de muertos entre los cárteles del narcotráfico.

Europa está dividida y asustada por un fenómeno que no comprende y ese es el fracaso de sus valores. Porque no sabe qué hacer con los migrantes que no pueden recibir y que proceden, en su mayor parte, de una guerra que ya está en su quinto año y que supone uno de los mayores fracasos colectivos de Occidente. Estos migrantes sirios, pero también prodecentes de Irak o Afganistán, son migrantes de lo que resta de aquello que un día acabó con todos los sueños y con el concepto de seguridad y sus hijos son la mejor arma del Estado Islámico para crear un problema de enormes dimensiones.


¿Y cuál es el mensaje que está dando Europa? Pues que no ha sido capaz —como tampoco lo ha sido Estados Unidos— de entender y vencer el origen de la confrontación con el islam. Y que ahora en el momento de recuperar valores de solidaridad, de protección o, por lo menos, que le permita evitar situaciones del pasado —como las limpiezas étnicas— carece de un programa y de capacidad.

Hoy el mundo occidental no tiene nada más allá que la posibilidad de difundir, a través de Internet, la imagen de que antes de ver morir a tus seres queridos —como el caso del sirio que perdió a sus dos hijos y a su mujer en el mar, tratando de llegar a Europa— lo mejor que puedes hacer es morir luchando contra el Viejo Continente en los campos militares o en forma de bomba de millones de exiliados.

Tanto Europa como Estados Unidos van perdiendo también algo más que la guerra porque van terminando con la razón. Piden una moralidad que son incapaces de aplicar y una eficacia que no saben cómo conseguir. Además, falta autocrítica sobre el problema de fondo, que radica en el fracaso y el colapso de unas sociedades que han sido las más desarrolladas del mundo, pero que en este momento son incapaces de entenderse a sí mismas, de ganar las guerras que tienen y de plantear algún esquema de incorporación de justicia.

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