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25 abr 2015

Un análisis sobre los candidatos que aporta la farándula

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La Tota y el poder

Por Daniel V. González

 La Tota y sus pretensiones
 
El caso de Miguel Torres Del Sel ha despertado un cierto furor crítico que se expresó a partir de la misma noche de su victoria, en las redes sociales. Las críticas, muy despectivas hacia sus atributos para ejercer el poder en la provincia de Santa Fe, provinieron principalmente desde las filas del oficialismo. Tanta furia es comprensible: el domingo pasado el gobierno recibió malas noticias desde las dos elecciones PASO realizadas.

Pero hay un hecho curioso: el pre candidato a presidente más fuerte que ofrece el oficialismo, aunque lo haga sin convicción y a regañadientes, es Daniel Scioli, alguien que fue cooptado a la política por Carlos Menem en la odiada década de los noventa. Scioli no proviene de ninguna trinchera heroica sino de la motonáutica. Su brazo no es una herida cobrada en batalla alguna, como no sea la de una lancha contra el agua. Sin embargo, pese a no recorrer el derrotero pensado por los bravíos combatientes kirchneristas, y muy a pesar de ellos, Daniel Scioli describe una trayectoria inobjetable desde varios puntos de vista que lo llevará, muy probablemente, a la presidencia de la Nación; hoy es el candidato al que se le asignan más chances.

El oficialismo peronista, además, exhibe siempre con genuino orgullo a Eva Perón proveniente, en todo caso, de un medio tan frívolo como el de Miguel Del Sel: el mundo del espectáculo. Su incorporación a la política, se sabe, fue casi producto del azar. Y del amor, claro. A la sombra protectora de Perón construyó un vínculo especial con un amplio sector de los pobres de la Argentina.
Tampoco a Carlos Reutemann y a Ramón Palito Ortega les fue mal en sus respectivas gobernaciones. Las burlas y el desprecio hacia los que llegan a la política provenientes de actividades ajenas al canon estipulado tienen una larga historia. Uno de los casos más significativos quizá haya sido el de Ronald Reagan, que gobernó Estados Unidos entre 1981 y 1989. Su pasado como actor poco destacado era motivo de mofa entre la intelectualidad “civilizada” de la muchos países de Occidente sin excluir a los Estados Unidos. Se lo comparaba con un cowboy de torpes movimientos y carente de entendederas. Su presunta opacidad, sin embargo, no fue un impedimento para que comprendiera como nadie el momento histórico que le tocó como presidente del país más poderoso del mundo. Fue él quien contribuyó como nadie al derrumbe de la Unión Soviética, más allá de los propios méritos que acumuló durante décadas el sistema socialista.

Cuando pronunció la frase “Tear down this wall, Mr. Gorbachov!” (Tire abajo este muro, Sr. Gorbachov), frente a la puerta de Brandeburgo, los académicos y diplomáticos de todo el mundo (y muy especialmente los de Estados Unidos) se tiraban los pelos al ver lo que pensaban era un exceso de rusticidad en las relaciones internacionales. Pero no se trataba de torpeza sino de fina percepción del momento histórico...."

Fragmento del artículo publicado por Perfil.com

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