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6 jul 2014

La ruta del dinero, real

EL VICEPRESIDENTE ahora se esconde de las cámaras.
Para defender a Boudou tras su procesamiento, Víctor Hugo Morales puso mucho énfasis en un extenso editorial en explicarle a su audiencia que, si se investigara la ruta del dinero, se comprobaría la inocencia del vicepresidente porque, llegando al dueño de The Old Fund, propietario entonces del famoso 70% de las acciones de la exCiccone Calcográfica, se vería que la imprenta no sería de Boudou, sino de un empresario como Moneta o Brito.
Esta vino siendo la estrategia pública del vicepresidente, quien sostuvo que no habría cohecho pasivo, o sea, corrupción, si él mismo, Núñez Carmona Vandenbroele no fueran dueños de The Old Fund, sino un tercero. Asumiendo que así fuera, y se comprobara que el dueño verdadero fuera Moneta (quien ahora sólo reclamó que se le pague un préstamo como acreedor de The Old Fund), igualmente nada impediría que Moneta o quien fuera se la hubiera comprado a Boudou, Núñez Carmona o Vandenbroele una vez que el vicepresidente hubiera logrado hacer reducir de manera significativa la deuda que Ciccone Calcográfica tenía con el Estado.

Simplificadamente: Ciccone Calcográfica valía cero porque tenía tantas deudas como activos en bienes. Boudou, por entonces ministro de Economía, logra que la principal deuda, que era con la AFIP, de 60 millones de dólares, fuera reducida a 10 millones de valor actual (descontada la inflación futura de un extenso plan de pago con tasas de interés pasivas, además de la quita nominal). A partir de ese momento, la imprenta pasa a valer 50 millones de dólares porque tiene los mismos activos que tenía antes en máquinas y edificios, pero en lugar de deber 60 millones pasa a deber 10, y ahora los activos superan la deuda por esa diferencia.
A esta hipotética cuenta se le agrega que el negocio de impresión no es muy distinto al de una compañía aérea u hotelera, en las cuales, con menos del 60% de ocupación, se pierde dinero y con más del 80% de ocupación (asientos de avión, camas de hotel en uso u horas de máquinas trabajando), se gana.
Y vale lo mismo que en la cuenta anterior: una empresa con poca ocupación que no gana dinero y tiene deudas de igual valor que sus bienes puede valer cero, pero otra con alta ocupación pasaría a valer alrededor de cinco veces las ganancias anuales que le dejaran esos contratos. O sea que la misma empresa que en estas condiciones valía cero, sólo con el “poder de la lapicera” que firmara los compromisos del Estado que hicieran falta (condonación de deuda o contratos de impresión), podría pasar a valer 50 millones o más.
Esa creación de valor es el cohecho pasivo que habrían recibido Boudou, Núñez Carmona o Vandenbroele en nombre de los anteriores, y desde el punto de vista jurídico poco cambia que Boudou/Núñez Carmona se hubieran quedado ellos mismos con el 70% de la imprenta o, una vez acrecentado su valor, hubieran vendido ese 70% a un tercero, eventualmente Moneta.
Es más, ni siquiera habría sido necesario que ellos hubieran sido alguna vez los dueños; igual se podría haber confeccionado el cohecho pasivo del actual vicepresidente si el comprador del 70% de las acciones de la imprenta les hubiera pagado una comisión a Boudou/Núñez Carmona por hacer de puente entre la familia Ciccone y él agregando ese valor con la intervención del Estado.
Desde cualquiera de estas perspectivas, los originales dueños de la imprenta, la familia Ciccone, no serían inocentes, personas a quienes “les robaron la empresa”, como sostuvieron, sino partícipes activos del cohecho, pagándoles a Boudou/Núñez Carmona sus servicios, permitiéndoles revender ese 70% a cambio de poder ellos pasar a tener el 30% de una empresa que habría pasado de valer cero a 50 millones o más.
O sea, Boudou/Núñez Carmona serían como los brokers inmobiliarios o intermediarios de tantas transacciones de compraventa de bienes durables, que cobran comisiones tanto del vendedor como del comprador, o se cobraron directamente con el 70% del valor creado, quedándose para sí con las acciones de esa empresa recapitalizada.
Ciccone Calcográfica sin duda fue recapitalizada. El problema es que el capital lo puso el Estado y las acciones se las quedaron privados.
Que a Víctor Hugo no le llame la atención que no aparezca el verdadero dueño del 70% de las acciones de la ex Ciccone Calcográfica, que no asocie esa extraña situación con corrupción, puede ser multicausal: desde la mala predisposición hasta la ignorancia económica que caracteriza a ciertos periodistas, y la alucinación que impone su sesgo ideológico.
Pero no es sólo Víctor Hugo quien padece alguna forma de ceguera paradigmática. También distintos medios que entrevistan o reproducen entrevistas a Guillermo Renwick, yerno de Nicolás Ciccone, uno de los fundadores de la imprenta, aceptan pasivamente sus explicaciones sobre que no sabían quién era su socio mayoritario y dueño del 70% de las acciones de su empresa, como sus versiones infantiles sobre cómo sucedieron los hechos.
Obviamente, con Renwick los medios hicieron lo mismo que el juez Lijo hizo con él y los Ciccone: los dejaron hablar sin poner cara de incredulidad para que siguieran hablando e incriminando a Boudou y compañía. En el caso del juez, pasado cierta instancia, dejó de hacer que les creía.
Fuente:Perfil

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