EL VICEPRESIDENTE ahora se esconde de las cámaras. |
Para
defender a Boudou tras su procesamiento, Víctor Hugo
Morales puso mucho énfasis en un extenso editorial en explicarle a su
audiencia que, si se investigara la ruta del dinero, se comprobaría la
inocencia del vicepresidente porque, llegando al dueño de The Old Fund,
propietario entonces del famoso 70% de las acciones de la exCiccone Calcográfica, se vería que la
imprenta no sería de Boudou, sino de un empresario como Moneta o Brito.
Esta
vino siendo la estrategia pública del vicepresidente, quien sostuvo que no
habría cohecho pasivo, o sea, corrupción, si él mismo, Núñez Carmona o Vandenbroele no
fueran dueños de The Old Fund, sino un tercero. Asumiendo que así fuera, y se
comprobara que el dueño verdadero fuera Moneta (quien ahora sólo reclamó que se
le pague un préstamo como acreedor de The Old Fund), igualmente nada impediría
que Moneta o quien fuera se la hubiera comprado a Boudou, Núñez Carmona o
Vandenbroele una vez que el vicepresidente hubiera logrado hacer reducir de
manera significativa la deuda que Ciccone Calcográfica tenía con el Estado.
Simplificadamente: Ciccone Calcográfica valía cero porque
tenía tantas deudas como activos en bienes. Boudou, por entonces ministro de
Economía, logra que la principal deuda, que era con la AFIP, de 60 millones de
dólares, fuera reducida a 10 millones de valor actual (descontada la inflación
futura de un extenso plan de pago con tasas de interés pasivas, además de la
quita nominal). A partir de ese momento, la imprenta pasa a valer 50 millones
de dólares porque tiene los mismos activos que tenía antes en máquinas y
edificios, pero en lugar de deber 60 millones pasa a deber 10, y ahora los
activos superan la deuda por esa diferencia.
A esta
hipotética cuenta se le agrega que el negocio de impresión no es muy distinto
al de una compañía aérea u hotelera, en las cuales, con menos del 60% de
ocupación, se pierde dinero y con más del 80% de ocupación (asientos de avión,
camas de hotel en uso u horas de máquinas trabajando), se gana.
Y vale
lo mismo que en la cuenta anterior: una empresa con poca ocupación que no gana
dinero y tiene deudas de igual valor que sus bienes puede valer cero, pero otra
con alta ocupación pasaría a valer alrededor de cinco veces las ganancias
anuales que le dejaran esos contratos. O sea que la misma empresa que en estas
condiciones valía cero, sólo con el “poder de la lapicera” que firmara los
compromisos del Estado que hicieran falta (condonación de deuda o contratos de
impresión), podría pasar a valer 50 millones o más.
Esa
creación de valor es el cohecho pasivo que habrían recibido Boudou, Núñez
Carmona o Vandenbroele en nombre de los anteriores, y desde el punto de vista
jurídico poco cambia que Boudou/Núñez Carmona se hubieran quedado ellos mismos
con el 70% de la imprenta o, una vez acrecentado su valor, hubieran vendido ese
70% a un tercero, eventualmente Moneta.
Es más, ni siquiera habría sido necesario que ellos hubieran sido alguna vez los dueños; igual se podría haber confeccionado el cohecho pasivo del actual vicepresidente si el comprador del 70% de las acciones de la imprenta les hubiera pagado una comisión a Boudou/Núñez Carmona por hacer de puente entre la familia Ciccone y él agregando ese valor con la intervención del Estado.
Es más, ni siquiera habría sido necesario que ellos hubieran sido alguna vez los dueños; igual se podría haber confeccionado el cohecho pasivo del actual vicepresidente si el comprador del 70% de las acciones de la imprenta les hubiera pagado una comisión a Boudou/Núñez Carmona por hacer de puente entre la familia Ciccone y él agregando ese valor con la intervención del Estado.
Desde
cualquiera de estas perspectivas, los originales dueños de la imprenta, la
familia Ciccone, no serían inocentes, personas a quienes “les robaron la
empresa”, como sostuvieron, sino partícipes activos del cohecho, pagándoles a
Boudou/Núñez Carmona sus servicios, permitiéndoles revender ese 70% a cambio de
poder ellos pasar a tener el 30% de una empresa que habría pasado de valer cero
a 50 millones o más.
O sea,
Boudou/Núñez Carmona serían como los brokers inmobiliarios o intermediarios de
tantas transacciones de compraventa de bienes durables, que cobran comisiones
tanto del vendedor como del comprador, o se cobraron directamente con el 70%
del valor creado, quedándose para sí con las acciones de esa empresa
recapitalizada.
Ciccone
Calcográfica sin duda fue recapitalizada. El problema es que el capital lo puso
el Estado y las acciones se las quedaron privados.
Que a
Víctor Hugo no le llame la atención que no aparezca el verdadero dueño del 70%
de las acciones de la ex Ciccone Calcográfica, que no asocie esa extraña
situación con corrupción, puede ser multicausal: desde la mala predisposición
hasta la ignorancia económica que caracteriza a ciertos periodistas, y la
alucinación que impone su sesgo ideológico.
Pero no
es sólo Víctor Hugo quien padece alguna forma de ceguera paradigmática. También
distintos medios que entrevistan o reproducen entrevistas a Guillermo
Renwick, yerno de Nicolás Ciccone, uno de los fundadores de la
imprenta, aceptan pasivamente sus explicaciones sobre que no sabían quién era
su socio mayoritario y dueño del 70% de las acciones de su empresa, como sus
versiones infantiles sobre cómo sucedieron los hechos.
Obviamente,
con Renwick los medios hicieron lo mismo que el juez Lijo hizo con él y los
Ciccone: los dejaron hablar sin poner cara de incredulidad para que siguieran
hablando e incriminando a Boudou y compañía. En el caso del juez, pasado cierta
instancia, dejó de hacer que les creía.
Fuente:Perfil
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