Se acabó el Mundial de Fútbol, ese que nos
instaló en una especial burbuja, en la cual marginando las asperezas del diario
vivir esperábamos llenos de ansiedad e ilusión la próxima fecha en que el Seleccionado
Nacional saliera a jugarse a cara o cruz en la medida que avanzaba en las instancias
decisivas.
Participamos llenos de cábalas y expectativas de
esos encuentros y nos pusimos la camiseta, o agitamos banderitas, o nos pintamos la cara de celeste y blanco con
más o menos ingenio, pero con un solo afán: sumarnos a la alegría colectiva. Porque
cada paso adelante de la selección, era sostenido por una energía creciente de
la gente, que alentaba como para que se sintiera en Brasil.
Llegar a semifinales fue laborioso y ni que hablar de
instalar el equipo en la final. Se rompió una mala racha de 24 años y entonces
la ilusión se agigantó. No tuvimos un final totalmente feliz, pero sí que estos
muchachos cumplieron logrando un subcampeonato. El tiempo se encargará de
ubicar cada cosa en su lugar para hacernos caer en cuenta de lo trascendente de
lo hecho en el Mundial.
Amados por todos, estos jugadores hoy sufren
diferentes valoraciones en la consideración popular, y es imposible no
rememorar aquella reflexión de Eduardo Galeano cuando hacía referencia a
Maradona: “No había demorado en darse
cuenta de que era insoportable la responsabilidad de trabajar de Dios en los
estadios, pero desde el principio
supo que era imposible dejar de hacerlo”.
En el día después, se pueden extrapolar estos pensamientos para todos y cada
uno de nuestros muchachos y en especial a ese sobre exigido Lionel Messi del
que todos, absolutamente todos pretendemos siempre que sea nuestro salvador.
Si seguimos con Galeano quizás podamos también
detenernos a reflexionar cuando leemos: “En
el fútbol cómo en todo lo demás está prohibido perder… El fracaso es el único
pecado que no tiene redención… ¿Culpa del fútbol, o culpa de la cultura del exitismo
y de todo el sistema de poder que el fútbol profesional refleja e integra?”
Nuestra gente ayer, cuando la esperanza del
Campeonato se desvaneció, conmovedoramente salió a la calle encolumnandose
detrás de nuestra bandera agradeciendo a los que nos representaron en Brasil y “una vez
más la camiseta de Selección nacional de
ha convertido en el más indudable símbolo
de identidad colectiva”, al decir
del escritor futbolero.
CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO
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