Por Luciana Panella
La titular de la cátedra de Sociología de la UNRC, Mariel Zamanillo, aseguró que en nuestra ciudad existe un escenario de “profundas desigualdades”
Las estadísticas de jóvenes fallecidos por violencia en los
barrios, tanto en enfrentamientos como en episodios particulares ya
reflejan datos alarmantes. Y es que en los últimos dos años, al menos 10
chicos han fallecido en nuestra ciudad como víctimas del flagelo. Al
respecto, la socióloga docente de la UNRC, Mariel Zamanillo, advirtió
que el fenómeno de las relocalizaciones provocó un profundo impacto en
la vida de los barrios. La titular de la cátedra de Sociología de la UNRC, Mariel Zamanillo, aseguró que en nuestra ciudad existe un escenario de “profundas desigualdades”
La escalada de violencia y el sentido de pertenencia exacerbado son las claves para explicar el sangriento escenario en el que habitan hoy los chicos, según remarcó la especialista.
-¿Por qué se da tan profundamente en Río Cuarto el fenómeno de la violencia barrial?
-En realidad se trata de algo que excede a la ciudad, es un fenómeno mundial. Lo que pasa es que Río Cuarto, en términos de ser una ciudad intermedia, llama mucho la atención. Porque pareciera que acá está la idea de que todos nos conocemos, que se puede entrar y salir de cualquier lugar. Y, en realidad, nosotros al mirar la ciudad podemos decir, en el caso de los jóvenes, que las miradas que se construyen alrededor de ellos o las que ellos mismos construyen tienen que ver con una respuesta que entiende que es una ciudad cruzada por fuertes desigualdades. Es decir que las instituciones aquí segmentan, fragmentan y separan. Es decir, están los sitios para chicos pobres y para chicos de clase media o alta. Hay lugares de entrada para algunos y para otros no. Y en otros casos las instituciones como la escuela permanecen estables. Conciben el disciplinamiento social como base para una institución familiar que hoy es dinámica que ha cambiado. Entonces, esta forma de encarar la realidad no está sirviendo. Los chicos observan una recurrente transgresión a la norma en los adultos. Y, por su parte, la escuela no está dando respuestas.
-¿Y cuáles son esos cambios con los que conviven los chicos?
-Los modos de socialización adaptativos ya son obsoletos para entender la realidad. Hoy el uso de la palabra se ha reemplazado por el uso del cuerpo en forma de violencia. Y también hay un paradigma de seguridad que ha criminalizado la pobreza y también al joven. Es decir, el joven es igual a disturbio o a la violencia. Además, la pobreza más la violencia determinan la delincuencia. Y son cosas que deben desarmarse.
-¿Es en torno de estas desigualdades es que se da la violencia?
-Se trata de los usos y del consumo. Hay jóvenes diferenciados. Hay uno que tiene alcance a todo y a otro se le restringe el consumo. Entonces, en muchos casos ¿qué les queda?, consumir drogas. Con esto se distingue y se revela ante los otros. El problema es que quedan encerrados en ese círculo y se convierten en víctimas de él.
-Y volviendo a los barrios y a la violencia. ¿Por qué existe ese sentido de territorialidad tan marcado?
-Los años 90 dejaron altas tasas de desempleo. Es decir, muchos debieron dejar su lugar de trabajo y volver al barrio. Entonces, gran parte de su vida pasa allí, en ese lugar, en ese barrio. Con el fenómeno que se dio de las relocalizaciones ocurrieron dos realidades. Una, la que ocurrió cuando el traslado se dio de forma participativa, con otra dinámica que determinó que la mayor parte de los chicos completaran su proceso de escolarización. Y la otra que fue de manera compulsiva, como en el caso de las 400 viviendas, en donde la gente no se quería ir a vivir allí. Se pensó que por brindar una vivienda se resolvía el problema. Pero nunca se miró la importancia que tenían la identidad y el hábitat de estos vecinos. Es decir que hubo daños colaterales. Lo que yo no siento como propio, lo destruyo. Y en ese orden siento que muy pocos son mis iguales y el resto son enemigos. Y si a mí me corrieron de un lugar, yo también puedo correr a otros. Y los lazos ya ni siquiera son respecto de un barrio sino que son más chicos, son de una esquina o de una misma casa. Y los jóvenes le ponen el cuerpo a estas disputas. Donde ponen el valor de la vida. Y en estos enfrentamientos definen la territorialidad. Donde ya no importan ni los motivos, tampoco interesa más que el presente porque no se tiene visión de futuro.
-¿Y cómo se puede revertir esta tendencia?
-Lo que corresponde es acercarse a los jóvenes, observar cómo desean usar esta ciudad. Saber cuáles son sus afectos, sus gustos. La escuela debe dar respuestas acordes a sus necesidades. Y si bien hay políticas para cambiar esto, no tienen continuidad. Muchas veces esto excede a los muy buenos equipos técnicos que trabajan. Hay falta de sostenimiento de los mismos. Hay que trabajar en la prevención con trabajo social y con salud pero sin estigmatizar.
Fuente: Puntal 28.07.14
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