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25 jul 2014

La muerte violenta de adolescentes en nuestra ciudad



Por estos días la ciudad está consternada por el asesinato de un adolescente de 17 años. Y no es para menos, dado que en dos años, según informan los medios, han sido diez los adolescentes muertos violentamente en  Río Cuarto. La vida en los barrios se torna así dificultosa y preocupante para las familias por que cuando entre los pibes se crean condiciones de enemistad, se desencadenan hostigamientos de imprevisibles consecuencias.

Las posibilidades de contención comienzan en el hogar, pero continúan en los distintos estamentos de la sociedad que no pueden ni deben, mirar para otro lado. En estos entornos violentos de la calle, está el germen latente de la inseguridad de la cual todos somos potenciales víctimas y cuya resolución es un pedido urgente desde hace mucho tiempo, en todo el país.

Debemos sumarnos al análisis de las causas que hacen a estas situaciones, y más aún arremangarnos para demandar un abordaje. Con esto no queremos decir que tengamos que salir a buscar culpables, pero sí  mirar a nuestro alrededor para entender una forma de actuar que conforman una sociedad tan particular como cuna de esta problemática.

Cuando lo escuchamos a Pablo Carrizo, entrañable trabajador barrial hablar de su experiencia de 18 años en los barrios más carenciados, en sus palabras están las causas concretas de lo que sufren esos pibes discriminados que no pueden ni acercarse al centro de la ciudad, sin ser vistos como sospechosos. La descripción es lo suficientemente potente como para hacernos entender lo que la frustración permanente genera en los chicos y lo importante que es abrirles puertas para que puedan integrarse al medio y encontrar nuevos horizontes. Y Pablo sabe de que habla…

No todo es oscuro, pero es necesario trabajar más por los chicos. Es una tarea que le compete a las autoridades de todo tipo que por medio de la educación no sólo en las escuelas sino en los centros barriales hagan lo posible para recuperen a los adolescentes que deambulan sin posibilidades por las calles, constituyéndose en ese triste grupo de “ni ni” o sea pibes que ni trabajan, ni estudian.  Ellos son las víctimas más próxima para caer en la trampa de la droga, que cuenta con el guiño cómplice de los entornos, tanto de los vecinos que callan por temor, como de las autoridades que no actúan cuando y como deben.

La posibilidad de aprender oficios, acercarse al arte por la música o la danza, o la práctica del deporte es realmente una forma  de encaminar a los chicos en busca de mejor futuro, que demostró su eficacia en nuestro país y en otras geografías. Hace falta determinación, planes a mediano y largo plazo y por supuesto recursos y voluntad.

Nadie es ajeno a esta problemática, para resolver una situación que como sociedad no  sólo duele, sino que debe  preocuparnos como para demandar y participar en busca de soluciones.

CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO

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