El ABC de la corrupción
Por Carlos Pagni
Un fantasma recorre el sur de América Latina: el fantasma de la corrupción.
La coordinación con la que se fantaseó cuando en el poder de Argentina, Brasil
y Chile se establecieron presidentas de signos políticos afines fue sustituida
por un eje menos edificante. Cristina Kirchner, Dilma Rousseff y Michelle
Bachelet están envueltas en escándalos. Como de costumbre, las desviaciones
morales se vuelven más visibles a contraluz del malestar económico. La
prosperidad que habían prometido el kirchnerismo, el PT y el socialismo se ha
vuelto muy dudosa. Antes de alcanzar el ideal de la república igualitaria, las
sociedades sudamericanas quedaron atrapadas en las miserias de una república
deshonesta.
La de Chile es una pesadilla inesperada. Comenzó en agosto pasado, cuando se
descubrió que Penta, un holding financiero e inmobiliario, facturó servicios
inexistentes para financiar a dirigentes de la Unión Demócrata Independiente,
una fuerza de derecha. Hubo derivaciones sorprendentes. Se descubrió que la
empresa Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich) había suministrado
fondos irregulares a algunos legisladores de Nueva Mayoría, la alianza de
izquierda que lidera Bachelet. Una conexión escabrosa: Soquimich pertenece al
exyerno del dictador Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou. La oleada alcanzó a
Bachelet cuando se supo que Natalia Compagnon recibió un crédito del Banco de
Chile de 10 millones de dólares, destinado a comprar terrenos rurales, que
fueron revendidos después de una recalificación para uso urbano. Compagnon fue
acompañada por su esposo, Sebastián Dávalos Bachelet, hijo de la presidenta. En
la operación ganaron alrededor de dos millones de dólares.
Dilma Rousseff debe mirar ese nueragate como un juego de niños, al lado de
su propio terremoto: Petrobras. Y se insinúa un nuevo pozo negro en el
Ministerio de Finanzas. El fin de semana pasado los empresarios en prisión
llegaron a 20. Petrobras no presenta sus estados contables porque desnudaría
fraudes por 10.000 millones de dólares. Ya hay 42 políticos involucrados, casi
todos de la alianza gobernante. La propia presidenta ha sido despeinada: varias
empresas sospechadas financiaron su campaña; y cuando fue ministra de Lula da
Silva presidió el Consejo de Administración de Petrobras.
Las andanzas de la argentina Cristina Kirchner no trascienden la esfera
familiar. El contratista de obra pública Lázaro Báez, señalado como testaferro
de la presidenta y de su esposo, el fallecido Néstor Kirchner, está siendo
investigado por lo que sería una gigantesca operación de lavado de dinero. Báez
acostumbraba a alquilar costosas habitaciones en hoteles de los Kirchner. Se
presume que esos pagos retornaban al matrimonio convertidos en sobornos. Sólo
en seis meses se habrían girado a sociedades off shore más de 10 millones de
euros.
El impacto de estos escándalos es más agresivo por la procedencia política de
Kirchner, Rousseff y Bachelet. Las tres llegaron al gobierno con las banderas
de la izquierda y, por lo tanto, con el compromiso de modificar el vínculo
entre el Estado y el mercado, entre el poder y los negocios. En el ABC de la
indecencia que han formado Argentina, Brasil y Chile hay que dar la cara por la
desviación de fondos mientras se administran economías estancadas.
Bachelet es la más mortificada. En Chile la corrupción es inusual. El país
ocupa el puesto 21/175 del ránking de Transparencia Internacional. Brasil está
en el lugar 69 y Argentina en el 107. Además, para la izquierda haber tocado
una moneda ligada a Pinochet es una vergüenza insoportable.
El PT de Rousseff, en cambio, perdió el candor en 2005, con el mensalão, que
llevó a prisión a varios de sus directivos. Y para el kirchnerismo el escándalo
constituye un hábitat natural: entre 2003 y 2008 los Kirchner ya habían
multiplicado su patrimonio 578 veces.
La diversidad de antecedentes determina la disparidad de expectativas. Por
eso la corrupción tiene una proyección distinta sobre la política en cada país.
La imagen positiva de Bachelet se derrumbó en un año del 60 al 30%. Dilma está
en un infierno que sólo experimentó Fernando Collor: 13%. Los brasileños
preparan otra marcha contra ella para el 14 de abril. En cambio Cristina
Kirchner, que también soportó movilizaciones, conquista el beneplácito del 47%
de la población. El resto la condena.
La hipótesis más elemental para desentrañar las divergencias es que los
argentinos toleran la corrupción mucho más que los chilenos y los brasileños.
Según la consultora Isonomía, sólo el 10% cree que el problema es más grave que
la inseguridad o la inflación.
También influyen las estrategias para lidiar con la crisis. Bachelet se
flageló en público. Despidió a su hijo y proyectó un refuerzo en los controles
sobre los funcionarios.
Cristina Kirchner, en cambio, jamás ofrece explicaciones. Prefiere denunciar
un complot de los medios, las empresas y el "partido judicial", para
boicotear su gestión, destinada a los desamparados. En otras palabras: para la
presidenta argentina las denuncias de corrupción son una coartada de "ellos",
los privilegiados, contra "nosotros", los garantes de la igualdad.
Esta descripción supone una política: el kirchnerismo renunció a representar a
los sectores medios, que son los más indignados con la malversación de sus
impuestos.
Dilma es un personaje en transición. Reconoció irregularidades y anunció
reformas. Pero el PT se está kirchnerizando. Convocó a salir de casa para
defender al gobierno. Y ayer su presidente, Rui Falcao, repitió la tesis
argentina: los sectores concentrados y la prensa pretenden condicionar la
voluntad popular. Renace la denuncia de Lula: hay un ataque de las "élites
blancas".
La deriva de Rousseff es enigmática. La polarización hace juego con el mapa
electoral: Brasil está partido por la mitad. El norte, subsidiado, votó al PT.
Y el sur, más acomodado, pidió el cambio. ¿Caerá Dilma en la tentación de
Kirchner? ¿Gobernará para uno solo de esos dos países? Joaquim Levy, el
ministro de Hacienda, se debe estar haciendo la pregunta. Él tiene que seducir
con su política económica a aquéllos a los que están demonizando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios publicados son de responsabilidad exclusiva de quien los envíe. No siempre refleja nuestra opinión.