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11 ene 2015

Comercio de Latinoamérica con China y unas reflexiones al respecto




China, Latinoamérica y el fin del auge de las materias primas

Las reuniones CELAC-China en Pekín abordan la evolución de sus relaciones a partir de ahora

MATT FERCHEN 

Hace una década, el comercio de Latinoamérica con China se disparó como consecuencia del aumento de la demanda de materias primas sudamericanas en el país asiático. Para proveer a la industria y los consumidores, el cobre chileno, el hierro brasileño, la soja argentina y el petróleo venezolano empezaron a llegar a China en cantidades cada vez mayores y a precios cada vez más elevados. Los diplomáticos chinos elogiaron este despegue del comercio como ejemplo crucial del compromiso de China con los países en vías de desarrollo, una relación Sur-Sur beneficiosa para todos. A pesar de cierta preocupación por la posibilidad de que se repitieran los ciclos históricos de expansión seguida de colapso, casi todos los gobiernos y líderes empresariales en los países de Latinoamérica decidieron aprovechar el “superciclo” el mayor tiempo posible.

Sin embargo, con la desaceleración de la economía china y la llegada de nuevos suministros a los mercados mundiales, el auge de las materias primas se ha terminado y los precios del hierro, el cobre, la soja y, en especial, el petróleo, han caído a sus niveles más bajos desde la crisis financiera. A corto plazo, el fin del auge y la caída de los precios de las materias primas beneficiarán sobre todo a China y perjudicarán a grandes franjas de Latinoamérica, pero también pueden ofrecer una oportunidad para que las relaciones entre las dos partes sean más sostenibles y duraderas.

El país que mejor expresa la necesidad de transformar esta relación basada en las materias primas es Venezuela. La espectacular caída de los precios mundiales del petróleo está teniendo enormes repercusiones para ambas economías: es un desastre para Venezuela, que depende de las exportaciones, y una inesperada ventaja para China, que depende de las importaciones. Sin embargo, durante los últimos 15 años, los dos países han establecido una relación especial que consiste en que China proporciona decenas de miles de millones en préstamos a cambio del suministro de petróleo a largo plazo. El hecho de ser la principal fuente de financiación externa de Venezuela deja a China en una posición muy incómoda, porque los problemas venezolanos, cada vez más graves, se han convertido también en problemas suyos.

Con caídas diarias del precio del petróleo, Nicolás Maduro acaba de llegar a Pekín en medio de rumores de una nueva serie de préstamos por petróleo por valor de miles de millones de dólares. Tanto para China como para Venezuela, un acuerdo de ese tipo en estos momentos solo serviría para empeorar la relación ya disfuncional entre los dos países y ofrecería escasas posibilidades de resolver ninguno de los problemas fundamentales del sistema económico y político de Venezuela.

Para otras economías latinoamericanas, en especial las del Cono Sur y Los Andes, que también dependen cada vez más de las exportaciones de materias primas a China, la caída de los precios no es una amenaza tan vital como para Venezuela, pero la dinámica será la misma: las empresas y los gobiernos de los países exportadores tendrán que apretarse el cinturón y las empresas chinas saldrán beneficiadas. Como consecuencia, es posible que el fin del auge de las materias primas genere mayores críticas de los líderes políticos y empresariales de los países sudamericanos hacia China, y los diplomáticos chinos tendrán dificultades para seguir promoviendo las ventajas de los vínculos comerciales Sur-Sur.

Ahora bien, esos obstáculos pueden ofrecer también una oportunidad para establecer unas prioridades que vayan “más allá de la complementariedad” en las relaciones entre Latinoamérica y China, un proyecto que mencionó por primera vez Dilma Rousseff cuando llegó al poder en 2011. Las reuniones del Foro CELAC-China que se celebran esta semana en Pekín pueden ser una manera de abordar la cuestión de cómo deberían evolucionar esas relaciones a partir de ahora. El auge de las materias primas no ha sido una burbuja que haya estallado, y no cabe duda de que sus exportaciones seguirán siendo la base de las relaciones comerciales. Pero la dependencia que han llegado a tener algunos exportadores latinoamericanos respecto a los altibajos de la demanda china --para no hablar de la competencia que representan las importaciones de productos chinos-- ha vuelto a despertar inquietudes y debates históricos sobre las políticas y los modelos de desarrollo en toda la región.

Una vez más, Venezuela constituye un caso extremo de dependencia de las materias primas. El Foro CELAC-China puede ser un buen lugar para que China y los vecinos de Venezuela discutan cómo apoyar al país para que emprenda una senda menos autodestructiva. Lo quiera o no, China está en la nada envidiable posición de ser la principal fuente de financiación externa de Venezuela, y le interesa lograr que no se produzca una descomposición caótica irreversible.

Para el resto de Latinoamérica, superar la complementariedad no será fácil, y serán en gran parte las empresas y los dirigentes políticos de la región quienes tendrán que comprender mejor y adaptarse a los cambios importantes que está experimentando el propio modelo de desarrollo chino. Pero esos cambios permitirán también establecer posibles nuevas formas de cooperación. En el aspecto económico, a medida que China trate de crear un modelo de desarrollo más sostenible, orientado hacia el consumo, deberían surgir nuevas posibilidades para que las empresas latinoamericanas imaginativas suministren bienes y servicios, al margen de las materias primas, a la nueva clase media urbana en China.

Al mismo tiempo, la preocupación de China por evitar la “trampa de la renta media” debería abrir puertas al diálogo con sus homólogos latinoamericanos con el fin de debatir problemas de desarrollo comunes --por ejemplo, cómo fomentar en los países de rentas medias las colaboraciones entre el sector público y el privado para administrar los sistemas educativos y de pensiones-- y afrontar la inquietud común sobre la corrupción y la sustentabilidad medioambiental. Si las dos partes son capaces de aprovechar esas oportunidades, es posible que el fin del auge de las materias primas deje paso a una segunda década de relaciones América Latina-China con una base más sólida que la anterior.

Matt Ferchen es investigador residente en el Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy en Pekín. Twitter @MattFerchen | Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Fuente: El País de España 09.01.15

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