El “Navarrazo”: entre la ignominia y la tragedia
La historia ha recogido aquel hecho como el “Navarrazo”, que en sí define al alzamiento del jefe de Policía de Córdoba, Tte. Cnel. Antonio Domingo Navarro, contra el gobierno popular de Ricardo Armando Obregón Cano, electo democráticamente en doble vuelta, apenas nueves meses atrás.
Puede afirmarse con certeza que confluyeron, casi diabólicamente, factores internos y aun externos a los cordobeses: políticos, ideológicos, jurídicos, estratégicos. Ninguno con la suficiente entidad como para justificar semejante irracionalidad, prepotencia y ataque a la Ley y la institucionalidad.
El riocuartense Obregón Cano había derrotado en ardorosas elecciones internas al veterano de la Resistencia, Julio Antún. Desde el “antunismo” acusaron fraude, mientras en Madrid se aceptaba la voluntad de las “bases” casi con resignación. Tras duros congresos partidarios se armó la fórmula con Atilio Hipólito López, combativo dirigente sindical de la UTA y la CGT, líder y emblema del “Cordobazo”. Las “62 Organizaciones” se vieron relegadas, igual la Mesa Redonda Peronista Permanente de Antún y el grupo “bercovichista”. Quedaron al acecho, esperando el momento.
El Frejuli asumió el poder el 25 de mayo de 1973. El gobernador armó un gabinete equilibrado, acorde a los compromisos y la realidad política. Críticas funestas cayeron sobre Luis Esterlizi, Jorge Alberto Dall’Aglio y Raúl Faure, funcionarios cuestionados desde un primer momento por izquierdistas, que lo eran.
Después del 20 de junio de 1973, cuando la concentración popular jamás vista por el retorno del General Perón trocó en la “masacre de Ezeiza”, ya nada fue igual. Entraron en pugna -a izquierda y derecha- dos “patrias”: la socialista y la peronista. Perón mismo viró las preferencias de otrora y alentó la “depuración” ideológica del Movimiento. Para las “purgas” el siniestro José López Rega armó su mortífera AAA con ramificaciones en todo el país.
Aquel verano cordobés de 1974 fue agobiante, en clima y en tensión política; un furibundo lock-out empresario del transporte de pasajeros encendió luces de alerta en pleno enero.
El “Negro” Navarro fue designado jefe de Policía. Ya contactado para el plan “antiobregonista” desconoció a la autoridad natural. Advertido, el gobernador le pidió la renuncia ese día 27; ante la negativa dictó la exoneración. Navarro se acuarteló con sus leales, cercando el Cabildo. El pueblo no entendía nada. Fueron tomadas LV3 y LV2 profiriendo consignas contra los “zurdos y trotskos del gobierno”; en tanto, civiles armados recorrían las calles capitalinas infundiendo temor. La Municipalidad, copada por la derecha, se sumó a la conjura; el actual gobernador formaba parte de ella…
Obregón Cano permaneció en su despacho, junto a López, ministros, varios funcionarios y un par de líderes de la JP. Desestimó cualquier intención activista de los jóvenes militantes. Todo se precipitó en corto tiempo. Entrada la noche, tras el retiro de la custodia, vino el asalto a la Casa de Gobierno, la detención del gobernador, el vice, los funcionaros que lo acompañaban. El Comando Radioeléctrico fue el destino. En Buenos Aires se lavaron las manos, con la venia de Perón legitimaron el oprobio intervencionista. No hubo vuelta atrás. Se estaba borroneando la página negra del peronismo en Córdoba, el “todos unidos triunfaremos” quedó en quimera.
Aprovechando la volada, al día siguiente, un sector de derecha del PJ de Río Cuarto intentó desalojar al intendente Humberto Julio Mugnaini; sitiaron la Municipalidad, coparon LV16. Durante dos días un grupúsculo armado se parapetó en la Plaza Olmos, identificados con la Mesa Redonda, la UB José I. Rucci, las “62”, incluso la CGT no fue ajena al burdo intento. Esperaron un vano plegamiento policial. Los uniformados, dubitativos, no se sumaron. Concejales oficialistas y funcionarios respaldaban la legitimidad del intendente. El bloque radical en pleno permaneció en vela. Dirigentes de toda laya manifestaron su apoyo a la Ley, mientras desde la Universidad y los barrios llegaba gente en paz. El complot fracasó.
La democracia cordobesa quedó herida sin sutura. Obregón partió al exilio, López fue masacrado a balazos; más muertos, más perseguidos… La vida no valía nada. No se había aprendido nada con la dictadura lanusista. En esta ciudad se inició la escalada más violenta de atentados contra bienes y personas; los que “pensaban” desde las revistas “Puente” o “Latinoamérica” terminaron presos o exiliados o desaparecidos. Estábamos en el atardecer de la tragedia.
Ah, un detalle: Navarro sigue figurando en el “cuadro de honor” de la fuerza.
Fuente:Puntal 27.02.14
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