Este artículo fue escrito por Susana Dillon el 11 de noviembre de 2011, en oportunidad de una investigación periodística acerca de la apropiación de niños. Por la vigencia de los conceptos que manifiesta, hoy que el país está conmovido por la aparición del nieto de Estela Carlotto, conviene recordar estas reflexiones, para tener presente una vez más algo de lo mucho que Susana nos enseñó y comprender que la lucha por la identidad es imperecedera
Por Susana Dillon
Pasadas más de tres décadas de la apropiación de niños a padres que fueron a parar a los campos de concentración de la dictadura, nos ha conmovido la noticia aparecida en nuestro periódico y firmada por un conocido periodista local, Alejandro Fara, sobre un caso ocurrido en Río Cuarto, en tiempos del terror y que tuvo la actuación de médicos locales.
Tal vez, el móvil principal de quien se sintió extraña a la familia apropiadora fue la necesidad de satisfacer alguna sospecha sobre su nacimiento, el saber cuál es su origen, eso tan humano de remontarse al pasado para rescatar de dónde se viene, la misteriosa fuerza de la sangre que busca insistentemente eso que conformará su verdadera identidad, eso tan intenso que es encontrar lo más arcano de todo ser humano: de dónde venimos hasta conformar una robusta personalidad.
Y ya no habrá más engaños, ni silencios, ni preguntas sin respuestas en eso de encontrarse ajeno de los lazos familiares tergiversados, a no encontrarse ni parecida ni adaptada a gente que compró o arrebató a un recién nacido de madre desaparecida y que fue prácticamente arrancado del vientre de su madre, que más tarde fuera fusilada, sin juicio ni defensa.
El trasplante, no fue a veces como si fuera un trofeo de guerra, el chico o la chica, tal vez fue el hijo que no vino, tal vez encontró afectos y cuidados, pero, en la mayoría de los casos, el rapto, la captura, la apropiación llevaron a que la criatura no fuera más que un rehén, un cautivo, una excusa para calmar la conciencia endurecida por delitos de venganza o satisfaciendo órdenes criminales.
Lo que causa satisfacción, al menos, a las que en carne propia hemos sufrido la época de oprobio de la dictadura, con la desaparición de nuestros hijos y el nacimiento de éstos en cautiverio, no podemos más que satisfacernos de estar en tiempos en que aparecen las noticias en que rescatamos del oscuro pasado, este acto de valentía que nos narra el periodista Alejandro Fara. Por fin no estamos solos; también hay un fiscal, Julio Rivero, un abogado, René Bosio, y un ex policía, Alfredo Leban, que rompieron el silencio de más de treinta años para dar a conocer el hecho aberrante de la venta de bebés o de su entrega a parientes de los uniformados.
Aquellas fueron épocas en que los derechos humanos eran una mala palabra y que, sin embargo, y gracias a la democracia no tan robusta que tenemos, es la llave maestra para tener las libertades ciudadanas que aún debemos perfeccionar.
Agradezco al destino el haberme dado larga vida para vivir hasta este instante, esperar este inicio de justicia que tanto hemos anhelado.
Aquí sí que está presente la memoria para que haya Justicia. Que esos chicos apropiados vuelvan a su nido natural. Algunos han logrado hasta tener otros padres afectuosos. Todo es cuestión de sacar del alma los mejores sentimientos para que, después de tantos desencuentros, se recupere lo que enseñan la moral y los valores, para que la verdadera identidad los haga felices y agradecidos de la suerte que les tocó, ahora poder contar con otros padres que compartan el cariño y la paz.
Los que tengan sospechas sobre su origen, que recurran a Abuelas.
Sra. Sonia Torres - 0351 4214408
email: abuelascba@yahoo.com.ar
Todavía nos falta recuperar a 400 jóvenes.
Gracias PUNTAL.
Por Susana Dillon
Pasadas más de tres décadas de la apropiación de niños a padres que fueron a parar a los campos de concentración de la dictadura, nos ha conmovido la noticia aparecida en nuestro periódico y firmada por un conocido periodista local, Alejandro Fara, sobre un caso ocurrido en Río Cuarto, en tiempos del terror y que tuvo la actuación de médicos locales.
Tal vez, el móvil principal de quien se sintió extraña a la familia apropiadora fue la necesidad de satisfacer alguna sospecha sobre su nacimiento, el saber cuál es su origen, eso tan humano de remontarse al pasado para rescatar de dónde se viene, la misteriosa fuerza de la sangre que busca insistentemente eso que conformará su verdadera identidad, eso tan intenso que es encontrar lo más arcano de todo ser humano: de dónde venimos hasta conformar una robusta personalidad.
Y ya no habrá más engaños, ni silencios, ni preguntas sin respuestas en eso de encontrarse ajeno de los lazos familiares tergiversados, a no encontrarse ni parecida ni adaptada a gente que compró o arrebató a un recién nacido de madre desaparecida y que fue prácticamente arrancado del vientre de su madre, que más tarde fuera fusilada, sin juicio ni defensa.
El trasplante, no fue a veces como si fuera un trofeo de guerra, el chico o la chica, tal vez fue el hijo que no vino, tal vez encontró afectos y cuidados, pero, en la mayoría de los casos, el rapto, la captura, la apropiación llevaron a que la criatura no fuera más que un rehén, un cautivo, una excusa para calmar la conciencia endurecida por delitos de venganza o satisfaciendo órdenes criminales.
Lo que causa satisfacción, al menos, a las que en carne propia hemos sufrido la época de oprobio de la dictadura, con la desaparición de nuestros hijos y el nacimiento de éstos en cautiverio, no podemos más que satisfacernos de estar en tiempos en que aparecen las noticias en que rescatamos del oscuro pasado, este acto de valentía que nos narra el periodista Alejandro Fara. Por fin no estamos solos; también hay un fiscal, Julio Rivero, un abogado, René Bosio, y un ex policía, Alfredo Leban, que rompieron el silencio de más de treinta años para dar a conocer el hecho aberrante de la venta de bebés o de su entrega a parientes de los uniformados.
Aquellas fueron épocas en que los derechos humanos eran una mala palabra y que, sin embargo, y gracias a la democracia no tan robusta que tenemos, es la llave maestra para tener las libertades ciudadanas que aún debemos perfeccionar.
Agradezco al destino el haberme dado larga vida para vivir hasta este instante, esperar este inicio de justicia que tanto hemos anhelado.
Aquí sí que está presente la memoria para que haya Justicia. Que esos chicos apropiados vuelvan a su nido natural. Algunos han logrado hasta tener otros padres afectuosos. Todo es cuestión de sacar del alma los mejores sentimientos para que, después de tantos desencuentros, se recupere lo que enseñan la moral y los valores, para que la verdadera identidad los haga felices y agradecidos de la suerte que les tocó, ahora poder contar con otros padres que compartan el cariño y la paz.
Los que tengan sospechas sobre su origen, que recurran a Abuelas.
Sra. Sonia Torres - 0351 4214408
email: abuelascba@yahoo.com.ar
Todavía nos falta recuperar a 400 jóvenes.
Gracias PUNTAL.
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