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28 feb 2015

Tiempos oscuros

Por Enrique Pinti

Tiempos oscuros; mundo revuelto; enemigos que fueron amigos; amigos que fueron enemigos; naturaleza agredida, trastocada, maltratada y usada para fines puramente egoístas; debates ociosos; justicia nada ciega, sino muy atenta a ponerse siempre del lado de los más poderosos; dobles y triples discursos; hipocresías sociales; pacaterías represoras alternadas con desmadres y relajaciones morales; superficialidad y banalización de hechos graves y una frivolidad perniciosa que sigue ignorando a millones de seres humanos sumergidos en la pobreza, el subdesarrollo y la desnutrición.

Por todo el mundo se desparrama esta sensación apocalíptica con mucho más que los cuatro jinetes bíblicos.

Los gobernantes, hoy y siempre, necesitan las teorías del enemigo permanente, la amenaza constante y la pelea a muerte contra las diabólicas "fuerzas del mal", encarnadas generalmente en personas y regímenes de culturas diferentes. Lo terrible es que esos monstruos cambian de cara muy a menudo y aparecen y desaparecen luego de pactos secretos y cambios drásticos o paulatinos de factores que rigen los negocios, negociados, chanchullos y corrupciones varias.

En medio de este caótico escenario las marionetas humanas, con nuestras pequeñas grandes apetencias, quimeras y sueños de paz y felicidad, deambulamos entre los desastres haciendo equilibrio para poder esquivar tantos escollos. Algunos logran cierta paz y realización personal, otros se juntan para tratar de ayudar al prójimo y un tercer grupo se encierra en círculos privados en los que procuran encontrar armonía y coherencia. Estos refugios en medio de la tempestad permiten que nuestra vida tenga algún sentido positivo y valioso y también influyen para conseguir contrarrestar en algo, al menos, tanta iniquidad, tanta crueldad gratuita y evitable y tanta estupidez suicida. Son remansos que a veces logran períodos de algo parecido a la felicidad y que tiene que ver con valores desprestigiados por la vorágine ambiciosa y desmesuradamente materialista. Y que son acusados de cursis y edulcorados por los cínicos de turno. Esos valores son el amor, el afecto, la solidaridad, la generosidad espiritual, la aceptación de lo diferente y la coexistencia pacífica de distintas teorías de vida.

Los grandes poderes han cometido y siguen cometiendo atropellos inconcebibles por los que no se piden disculpas hasta muchos años después de haber sido perpetrados.

En nombre de las religiones convertidas en peligrosos fanatismos se han inmolado millones de vidas en guerras que duraron siglos, en hogueras, horcas y pelotones de fusilamiento, en causas armadas, intrigas palaciegas y venganzas personales. Tuvieron que pasar, por poner un ejemplo, cuatro centurias para que la jerarquía eclesiástica católica pidiera perdón por los crímenes y excesos de la Inquisición. No solo se trata de la española que fue la que cargó con la mayor culpa, sino también la de los otros países europeos, presuntamente cultos y desarrollados, la protestante, la anglicana, la caza de brujas en las colonias americanas y muchas atrocidades de otras religiones que ni siquiera se han molestado en pedir perdón justificando sus excesos en el "contexto histórico de aquellos tiempos donde la crueldad era moneda corriente". ¿Y ahora no lo es? ¿Acaso la tecnología de punta y la mediatización mundial son atenuantes para que la feroz violencia y la peor intolerancia siga matando gente?

Fuente:LaNación

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