El diario The Wall Street Journal, una biblia para los que toman
decisiones de inversión en el mundo, envió a Buenos Aires a una de sus
plumas más brillantes. La editora Mary Anastasia O’Grady publicó ayer un
artículo bajo el sugestivo título Argentina’s crumbling economy (
El derrumbe de la economía argentina). Allí critica con dureza la
gestión del matrimonio Kirchner. Pero también apunta a Mauricio Macri
por el estado en el que encontró a Buenos Aires.
O’Grady arranca de esta manera: “Durante una visita a Buenos Aires que hice en noviembre, noté que una sensación de premonición se cernía sobre la ciudad. La economía estancada, la inflación en alza, el capital saliendo del país y los porteños de todos los ámbitos preparados para una tormenta y resignarse a las penurias que llegarían a esta ciudad portuaria. La infraestructura de la ciudad también parecía abatida.
Los amplios bulevares y grandiosos edificios del siglo XIX están cansados y roñosos y las calles huelen mal. Los grafitis enardecidos y los afiches hechos tiras desfiguran las paredes, lo que intensifica una sensación generalizada de decadencia sin ley. Destruir la riqueza de una nación demora un largo tiempo, pero una década de kirchnerismo, de gobiernos encabezados por Néstor Kirchner y su actual viuda Cristina Fernández de Kirchner, parece estar lográndolo”.
El artículo de The Wall Street Jorunal se suma otros también muy críticos de The Economist y hasta de países vecinos como la reciente editorial del diario el Observador de Montevideo.
The Wall Street Journal apunta que “la situación se ha deteriorado en las últimas semanas. Una salida también parece más difícil. Tres acontecimientos importantes en diciembre elevaron la perspectiva de un descenso a un caos total.
El primero se produjo cuando la policía de la capital provincial de Córdoba decidió súbitamente dejar de trabajar en protesta por sus bajos salarios. Los delincuentes interpretaron la ausencia de policías como una invitación para saquear la ciudad. Más de 1.000 negocios fueron saqueados y dos personas murieron. El gobierno nacional podría haber ayudado al gobernador José Manuel de la Sota, quien no es un aliado de la presidenta Fernández de Kirchner. Pero se limitó a sugerir que la violencia era parte de un complot para desestabilizar a la mandataria. Entre la espada y la pared, el gobernador accedió a otorgar un aumento salarial de 33% a los policías, quienes retomaron sus funciones. Pero los policías de otras 20 provincias aprendieron la lección y se produjeron huelgas en todo el país, tras las cuales vinieron más saqueos y violencia”.
También apunta: “El gobierno dice que la inflación anual es de 10,5%. Sin embargo, hay una desconfianza generalizada hacia los números oficiales. Uno de los secuaces de la presidenta despidió en 2011 al director del instituto encargado de medir la fluctuación en los precios porque no le gustaban las cifras. Hasta el FMI tomó nota y en febrero de 2013 criticó a Argentina por no divulgar al público información precisa. El banco central se ha dedicado a imprimir dinero y ha hecho que los argentinos vendan pesos cada vez que pueden. Los controles de capital que han estado en efecto desde 2011 han hecho que esto sea cada vez más difícil, pero no imposible. También han acelerado la fuga de capitales”.
En el artículo que ayer tuvo una amplísima difusión en las redes sociales, O’Grady también se ocupa de las denuncias periodísticas de corrupción. Lo señala de este modo: “ Los reporteros aseguran que un testaferro de los Kirchner asumió el control de un puñado de empresas de Santa Cruz y posteriormente consiguió una serie de contratos a precios inflados”.
Cita al diario La Nación al mencionar una investigación sobre “el mismo contratista ( en obvia referencia a Lázaro Baéz) le dio a los Kirchner sobornos importantes al lavar dinero a través de hoteles de Santa Cruz que pertenecían a la pareja. La presidenta niega estas acusaciones y dice que proviene de los fascistas”, concluye.
O’Grady arranca de esta manera: “Durante una visita a Buenos Aires que hice en noviembre, noté que una sensación de premonición se cernía sobre la ciudad. La economía estancada, la inflación en alza, el capital saliendo del país y los porteños de todos los ámbitos preparados para una tormenta y resignarse a las penurias que llegarían a esta ciudad portuaria. La infraestructura de la ciudad también parecía abatida.
Los amplios bulevares y grandiosos edificios del siglo XIX están cansados y roñosos y las calles huelen mal. Los grafitis enardecidos y los afiches hechos tiras desfiguran las paredes, lo que intensifica una sensación generalizada de decadencia sin ley. Destruir la riqueza de una nación demora un largo tiempo, pero una década de kirchnerismo, de gobiernos encabezados por Néstor Kirchner y su actual viuda Cristina Fernández de Kirchner, parece estar lográndolo”.
El artículo de The Wall Street Jorunal se suma otros también muy críticos de The Economist y hasta de países vecinos como la reciente editorial del diario el Observador de Montevideo.
The Wall Street Journal apunta que “la situación se ha deteriorado en las últimas semanas. Una salida también parece más difícil. Tres acontecimientos importantes en diciembre elevaron la perspectiva de un descenso a un caos total.
El primero se produjo cuando la policía de la capital provincial de Córdoba decidió súbitamente dejar de trabajar en protesta por sus bajos salarios. Los delincuentes interpretaron la ausencia de policías como una invitación para saquear la ciudad. Más de 1.000 negocios fueron saqueados y dos personas murieron. El gobierno nacional podría haber ayudado al gobernador José Manuel de la Sota, quien no es un aliado de la presidenta Fernández de Kirchner. Pero se limitó a sugerir que la violencia era parte de un complot para desestabilizar a la mandataria. Entre la espada y la pared, el gobernador accedió a otorgar un aumento salarial de 33% a los policías, quienes retomaron sus funciones. Pero los policías de otras 20 provincias aprendieron la lección y se produjeron huelgas en todo el país, tras las cuales vinieron más saqueos y violencia”.
También apunta: “El gobierno dice que la inflación anual es de 10,5%. Sin embargo, hay una desconfianza generalizada hacia los números oficiales. Uno de los secuaces de la presidenta despidió en 2011 al director del instituto encargado de medir la fluctuación en los precios porque no le gustaban las cifras. Hasta el FMI tomó nota y en febrero de 2013 criticó a Argentina por no divulgar al público información precisa. El banco central se ha dedicado a imprimir dinero y ha hecho que los argentinos vendan pesos cada vez que pueden. Los controles de capital que han estado en efecto desde 2011 han hecho que esto sea cada vez más difícil, pero no imposible. También han acelerado la fuga de capitales”.
En el artículo que ayer tuvo una amplísima difusión en las redes sociales, O’Grady también se ocupa de las denuncias periodísticas de corrupción. Lo señala de este modo: “ Los reporteros aseguran que un testaferro de los Kirchner asumió el control de un puñado de empresas de Santa Cruz y posteriormente consiguió una serie de contratos a precios inflados”.
Cita al diario La Nación al mencionar una investigación sobre “el mismo contratista ( en obvia referencia a Lázaro Baéz) le dio a los Kirchner sobornos importantes al lavar dinero a través de hoteles de Santa Cruz que pertenecían a la pareja. La presidenta niega estas acusaciones y dice que proviene de los fascistas”, concluye.
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