El periodista Antonio Gaspar de El Tribuno de Salta da cuenta de una situación que se da en la frontera, donde los pobladores de un paraje fronterizo fueron intimados por Bolivia a desalojar
terrenos de pastoreos que históricamente fueron considerados argentinos. Leamos lo que nos cuenta:
Las consecuencias de mover los
límites con Bolivia no fueron tomadas en cuenta por las autoridades argentinas.
Ahora, las familias salteñas están siendo intimadas por las autoridades
bolivianas a desalojar terrenos de pastoreos que históricamente fueron consideradas
tierras argentinas.
El problema sucedió en el
denominado Valle del Silencio, ubicado en el departamento Santa Victoria Oeste.
Si bien la intimación recayó sobre 17 familias, el desplazamiento al sur de la
frontera entre Bolivia y Argentina afecta a más de 50 familias y constituye la
pérdida de por lo menos 600 kilómetros cuadrados de territorio nacional.
Los primeros que se percataron de
esto fueron los pobladores del paraje Abra de San Cruz.
Los ancestrales habitantes tenían
hasta hace unos años el hito de la frontera a unos 32 kilómetros al norte; hoy
lo tienen a sólo 2 km.
El Tribuno llegó
hasta el lugar y dialogó con los vecinos. El malestar es evidente ya que
declararon que en noviembre del año pasado se firmó un acuerdo entre
autoridades de ambos gobiernos para que quede la línea fronteriza a menos de 2
km de la primera escuela argentina.
Los campesinos que viven de la cría
de animales y de lo poco que cultivan recibieron automáticamente la visita de
las autoridades bolivianas, acompañadas por militares, intimándolos a definir
su situación de ciudadanía.
Es decir, “optaban por la condición
de ser bolivianos o debían retirarse del territorio”, dijo uno de los vecinos.
Es importante aclarar que estas
familias salteñas tienen animales que desde siempre usaron el terreno escarpado
para el pastoreo. Aseguran que no pueden retirarse y abandonar esas tierras
porque destruirían su economía de subsistencia.
Desidia oficial
Los vecinos acusan directamente a
la falta de consideración de las autoridades municipales, provinciales y
nacionales al entregar un territorio utilizado históricamente por familias de
campesinos argentinos.
Afirman que el intendente de Santa
victoria Oeste, Cástulo Yánque, desde hace años que no va por el lugar y que
nunca se ocupó del conflicto limítrofe. Se quejaron del gobernador Juan Manuel
Urtubey porque jamás dialogó sobre la problemática con los lugareños.
“Vino sólo una vez por acá con su
helicóptero para inaugurar la ampliación de la escuela y luego rápido se fue”,
dijo una de las trabajadoras del lugar.
Respecto de los funcionarios de la
Cancillería afirman que nunca conocieron a alguno.
El ex concejal Ignacio Peloc
aseguró que armó carpetas con la información sobre el tema y que “paseó” por
las diferentes oficinas del Estado, pero nadie le dio solución.
En ese contexto de carrera por el
territorio, los bolivianos llevan la delantera. Están a punto de terminar una
ruta que comunica a Tarija con la región utilizando mano de obra argentina.
Tienen para estrenar un establecimiento educativo de lujo que consideran está
en territorio salteño. Y exigen a las familias argentinas la doble nacionalidad
para que accedan a la escolaridad boliviana.
Realidades que los superan
Los que recibieron el impacto fue
ron los docentes de la escuela N§ 4.260 “Frontera Argentina”, del paraje Abra
de Santa Cruz que en el 2012 contaba con un plantel docente de 9 trabajadores y
casi 190 alumnos. El año pasado quedaron 7 docentes para 140 alumnos y para el
presente ciclo lectivo solo quedan 4 maestras sin que se conozca todavía el
número de matriculados.
La nueva escuela boliviana tiene un
edificio acorde a las necesidades pedagógicas de la zona y desde el año pasado
comenzó a funcionar en un lugar prestado.
Mientras la primera escuela del
Valle del Silencio funciona con paneles solares, sin agua potable y sin gas
natural. Recién el año pasado le inauguraron la ampliación donde además
funciona la cocina.
Por lo demás, las maestras siguen
haciendo patria pagando $65 por una garrafa, más de $300 del tramo Salta - La
Quiaca y luego $800 más para llegar al lugar donde el camino es el principal
condicionante.
Camino del Diablo
Si bien el Valle del Silencio es un paraíso, para llegar hasta ahí hay que pasar por un verdadero camino del Diablo. La ruta provincial 47, que en realidad apenas se puede decir que es una senda, es un camino vecinal. Y por lo tanto lo cuidan los vecinos porque el intendente de Santa Victoria Oestes, Cástulo Yánque, no muestra allí su trabajo. Las familias ruegan que no surjan emergencias porque el camino es una huella serpenteante que baja de las montañas.
Si bien el Valle del Silencio es un paraíso, para llegar hasta ahí hay que pasar por un verdadero camino del Diablo. La ruta provincial 47, que en realidad apenas se puede decir que es una senda, es un camino vecinal. Y por lo tanto lo cuidan los vecinos porque el intendente de Santa Victoria Oestes, Cástulo Yánque, no muestra allí su trabajo. Las familias ruegan que no surjan emergencias porque el camino es una huella serpenteante que baja de las montañas.
El Tribuno estuvo en la zona en
2010 y desde ese tiempo hasta ahora no hubo mejoras. Para llegar hasta el Valle
del Silencio primer hay que recorrer los más de 400 kilómetros que separan
Salta de La Quiaca. Luego hay que tomar por la ruta provincial jujeña Nº 5
hasta Yavi por 15 kilómetros y desde ahí los kilómetros dejan de ser una medida
de espacio para convertirse en una medida de tiempo. Al menos tres horas hay
que luchar contra la montaña hasta el primer paraje del Valle del Silencio que
se llama Abra de Santa Cruz.
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