A
diferencia del acuartelamiento del 3 de diciembre, esta vez el Gobierno
provincial decidió hacer caso a las
luces de atención, pese a que
ahora las señales de alarma aparecían mucho más fragmentadas y menos
nítidas. Ahora, de manera preventiva ante un nuevo malestar,
sabiendo
que el fiscal Raúl Garzón iba a ordenar ayer las detenciones contra
varios policías de rangos inferiores y de una de las mujeres que estuvo
al frente de la histórica protesta del 3-D, el gobierno de José Manuel
de la Sota llamó, antes de cualquier reclamo, a Gendarmería.
Los gendarmes recién llegaron casi 48 horas después de aquel pedido. Ahora, los primeros 500 hombres de verde arribaron a la ciudad de Córdoba el miércoles, minutos antes de la medianoche.
Dos cambios de paradigma: se cambió desinteligencia y mezquindades políticas por previsión del Estado y apoyo de la Nación. A nivel país, saben, a la luz de la experiencia, que tampoco les sirve dejar que se incendie Córdoba, ya que el efecto contagio fue muy caro.
De la Sota también intentó retomar la iniciativa dentro de la fuerza, al comprobar que en 2013 la Policía había irrumpido como un actor político autónomo, con gran poder de desestabilización. Dejó trascender su idea de que la venta de drogas sea perseguida por la Policía Judicial, lo que ofreció diferentes lecturas. Entre ellas, que le sacaba una “caja” importante a la Policía provincial, motivo de muchas de las disputas internas.
En este afán de retomar el control interno de una institución fragmentada y con una crisis de autoridad evidente, se inscribe la estrategia política de fomentar la investigación del fiscal Garzón contra los policías de menor rango.
Y, también, la idea de sancionar en tiempo récord a otros efectivos sospechados de liderar una supuesta nueva protesta que esta vez aparecía con escasa fuerza de convocatoria y difusión.
Dentro de esta lógica puede analizarse el arresto de Adriana Rearte, una de las mujeres que encabezó la protesta que terminó en acuartelamiento, pero que desde entonces ya no tenía capacidad de aglutinar al resto de los “juanes”.
Según cuentan muchos de los que participaron de aquella huelga, Rearte es la cabeza de un grupo minoritario y con escasa ascendencia. Su detención provocó que la movilización de las mujeres que protestan volviera a crecer, por lo menos, en cuanto al malestar.
Fuente; La Voz 17.01.14
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