Dólar paralelo descontrolado, reservas en caída libre, inflación en alza, colapso energético. Argentina entró en una fase de bajo crecimiento y tensiones sociales
Con su trágico final de saqueos, reclamos sindicales violentos y media Buenos Aires a oscuras por el colapso energético, el 2013 puede ser catalogado como el año en el que el “modelo K” entró definitivamente en crisis.
Ya no alcanzó la “vaca lechera” de los 50 millones de toneladas de soja con buenos precios internacionales para compensar los desequilibrios macroeconómicos. Eso se torna evidente en el creciente déficit fiscal, en la acelerada pérdida de reservas del Banco Central y en la inflación que ya ronda el 30% anual.
Pero si algo ha quedado expuesto más que ninguna otra cosa, han sido las contradicciones de un país que quiere mantener un ritmo de consumo acorde a un crecimiento económico de “tasas chinas” cuando hace rato que ha entrado en un modo de “estanflación”.
Así, se baten récords de ventas de autos cero kilómetro (casi un millón este año), los argentinos que pasan sus vacaciones en el exterior son 7 millones, hay un boom de ventas de smartphones (se venden el doble que los celulares básicos, en un parque de teléfonos móviles de 58 millones de líneas) y también hay un boom de ventas de aparatos de aire acondicionado, que sumaron 4 millones de unidades en los últimos cinco años.
Y, como contracara de esa situación, los niveles de ahorro y de inversión caen, ya no se crea empleo en el sector privado, el dólar que opera en el mercado de cambios paralelo aumentó su brecha respecto del oficial y los recursos fiscales lucen insuficientes para costear el déficit fiscal, los subsidios a los servicios públicos y los salarios de los empleados públicos.
El gobierno no pudo cumplir su rito findeañero de festejar los récords consumistas, porque al mismo tiempo unos 2.000 comercios eran saqueados, con el trágico saldo de al menos 14 muertos y pérdidas materiales por unos US$ 100 millones.
Hoy, las “tasas chinas” parecen un recuerdo muy lejano. Este año terminará con un magro 2%, y para el año próximo no hay perspectivas de que pueda mejorar, mientras la inflación tiene pronóstico de ascenso.
Con este panorama tenso, el gran interrogante es si, en 2014, Cristina Kirchner tendrá disposición para avanzar en reformas estructurales de la economía o si se intentará solo aplicar correctivos menores de manera de prolongar las actuales distorsiones hasta el cambio de gobierno de 2015.
Hasta ahora las señales son mixtas, ya que los cambios de funcionarios en el equipo económico incluyeron, por un lado, gestos de acercamiento al mercado internacional de crédito, pero, por otra parte, confirmaron la aplicación de medidas que ya habían fracasado en varias oportunidades.
A continuación, un repaso de lo que se está gestando en los principales puntos de la política económica argentina para el próximo año.
Inflación: problema central que sigue sin ser abordado
Es el punto al que los economistas siguen señalando como problema de fondo de la economía. Las mediciones privadas más confiables indican que 2013 terminará con un registro de 28% y que es probable que el año que se inicia esa marca sea superada, lo que lo convertiría en la mayor inflación de la era kirchnerista que se inició con Néstor Kirchner en 2003.
En este campo, el gobierno ha enviado señales contradictorias. Aunque sigue negando que las mediciones de economistas privados sean ciertas, ya no se esfuerza en defender la estadística oficial (que marca un irrisorio 10%). Y la expectativa está puesta en ver qué tan realista será el nuevo indicador de inflación nacional que debutará en febrero.
Más allá de la credibilidad de las mediciones, el gobierno ha dado señales de reconocer la existencia del problema, para lo cual ha implementado algunos planes de acción, básicamente acuerdos de precios y salarios.
El punto que más irrita a los economistas es que mantenga todo el foco en atacar la parte inercial de la inflación, esa que surge por la indexación y la “puja distributiva”, al tiempo que rechaza y critica por “ortodoxa” y “neoliberal” cualquier insinuación de que la financiación del déficit fiscal con emisión monetaria pueda tener algo que ver con el tema.
En consecuencia, las probabilidades de éxito que se asignan a los acuerdos de precios son mínimas. De hecho, a lo largo de todo 2013 hubo congelamientos de productos de la canasta básica, lo cual resultó en un evidente fracaso.
“Seguimos haciendo lo que hace 4.000 años se sabe que no da resultado”, ironiza un informe de la consultora Economía&Regiones, en alusión a la vasta acumulación de evidencia histórica, tanto mundial como nacional, sobre fracaso en los intentos de frenar la inflación sólo con acuerdos de precios sin atacar las verdaderas causales.
Déficit fiscal con pronóstico de suba
El escepticismo respecto de las posibilidades de bajar la inflación se basa, entonces, en la tendencia creciente del déficit fiscal, que cada vez es menos financiado con recursos genuinos y más con emisión monetaria pura.
La forma que el gobierno tiene de contabilizar sus números fiscales es, también, objeto de polémica, porque suele incluir ingresos extraordinarios como si fueran corrientes. Las consultoras privadas estiman que el déficit fiscal real es de 4% del PIB, una suma que no sería escandalosa en comparación con los niveles de déficit que el país tuvo en su historia reciente, pero que resulta preocupante si se considera la absoluta ausencia de crédito en el mercado internacional de deuda.
Pero, más allá del número en sí, lo que infunde nerviosismo en la tendencia: en el último trimestre, el gasto federal primario creció a una tasa del 35% mientras los ingresos tributarios lo hicieron apenas al 21%.
Con esa situación, el fisco cada vez depende más del auxilio del Banco Central para poder hacer frente a sus obligaciones financieras, ya sea pagar sueldos y jubilaciones como cancelar deuda. Este año, el traspaso al tesoro fue de US$ 20.700 millones, sumando “adelantos transitorios” –fondos a cambio de letras que nunca son repagadas por el gobierno al Banco Central–, “giros de utilidades” –ganancias contables del Central que surgen del aumento nominal de sus reservas como consecuencia de la devaluación– y cesión neta de reservas en divisas.
Las perspectivas para 2014 son de claro empeoramiento. La reciente huelga policial, que derivó en fuertes aumentos salariales, llevó a que los gobiernos provinciales hasta volvieran a pensar en emitir “cuasi monedas”, como en el año 2001, ante la falta de pesos con qué hacer frente a sus pagos.
Las estimaciones de los economistas indican que, en el caso de que los incrementos salariales generales se ubiquen en torno de 30% y que, además, se produzca un aumento en la evasión de impuestos, el déficit fiscal podría agravarse hasta en dos puntos del PIB durante 2014.
Salarios: la gran pulseada de 2014
Aunque el discurso del kirchnerismo abunda en rechazos a los ajustes tradicionales y en apelaciones a la importancia del consumo como locomotora de la economía, lo cierto es que una parte fundamental de su plan estabilizador para 2014 consistía en una fuerte moderación salarial. El nuevo equipo económico aspiraba a que el promedio de los aumentos fuera de 18%, lo cual implicaría la ruptura de la indexación según la inflación pasada.
Pero estos planes se esfumaron tras la huelga policial. Como era de esperar, se generó un inmediato efecto dominó, que llevó a que todos los sindicatos de empleados estatales –nacionales y provinciales– aumentaran su nivel de exigencia, subiéndolo hasta el incremento recibido por la policía. Esto implica, en muchas provincias, aumentos salariales por encima del 30%.
La preocupación del gobierno ante la posibilidad de un desborde salarial –tanto a nivel estatal como privado– ha llegado al punto que los funcionarios salieron a advertir que podría haber problemas de desempleo, dado que hay empresas que están funcionando con márgenes de rentabilidad muy reducidos.
Pero parece difícil que se logre contener la ola de pedidos: el ambiente político y social con este nivel de inflación y luego de la huelga policial hace suponer que se exacerbará la “puja distributiva”, con posibilidad de alta conflictividad sindical. Las primeras pruebas testigo se verán a comienzo de año cuando se negocien las primeras paritarias importantes, como los bancarios y los docentes.
El fantasma de la evaporación de las reservas
En este marco de malas noticias, hubo un único rubro que le trajo satisfacción al gobierno: con el cambio de funcionarios del área económica logró frenar la caída libre en que se encontraban las reservas del Banco Central, que ahora parecen estabilizadas en torno de US$ 30.000 millones.
El ritmo de pérdida había llegado a US$ 1.500 millones por mes, lo cual había transformado a las reservas en un nuevo indicador de “riesgo país” y una demostración inequívoca de la gravedad a la que había llegado el retraso cambiario.
Es particularmente notable el hecho de que este nivel de fuga se haya producido en plena vigencia del “cepo” cambiario, que cortó por completo la posibilidad de que los particulares puedan comprar dólares para ahorrar ni para gastar en sus viajes al exterior.
Queda ahora la duda respecto de si esta nueva estabilización será duradera o apenas una tregua temporal del mercado. Hubo un ingreso de dólares, producto de inversiones extranjeras en el área petrolera y por un acuerdo con las cerealeras, para que adelantaran dólares de la cosecha 2014, a cambio de un bono con un seguro de devaluación.
Por otra parte, se incrementó el cargo a la compra de pasajes aéreos y al gasto con tarjeta de crédito de los argentinos en el exterior, como forma de desestimular la salida de divisas por el rubro turístico.De todas formas, los expertos creen que mientras los problemas de fondo sigan sin resolverse –es decir, la inflación y el atraso cambiario– las posibilidades de mantener la estabilidad son bajas.
“Argentina pierde unos US$ 10.000 millones en la balanza de turismo; US$ 6.500 millones en energía; US$ 6.200 en la compra al exterior de electrodomésticos y unos US$ 9.000 en el sector automotriz. Para reducir estas brechas, no sólo hace falta devaluar y poner impuestos, es necesario que los agentes de inversión y actores de la economía real, cuenten con la posibilidad de tener una alternativa de inversión”, advierte el economista Salvador Di Stefano.
Brecha con el dólar blue será el test del verano
La otra pequeña victoria que festeja el nuevo equipo económico es lograr haber mantenido al dólar paralelo, el llamado blue, por debajo de los 10 pesos argentinos –al menos hasta el viernes, cuando se llegó a cotizar por encima de ese valor–, al tiempo que se aceleraba la devaluación del oficial. De esta forma, la brecha entre ambos dólares, que supo llegar hasta el 100%, hoy se ubica en 50%.
Claro que esta reducción no fue gratis: en buena medida, se logró mediante la venta de títulos dolarizados de la administración estatal de fondos jubilatorios, a valores inferiores a los de mercado. El gobierno se fijó, como una de sus prioridades, reducir al máximo posible esta brecha, ya que llegó a la conclusión de que ahuyenta inversiones de empresas externas. La mayor prueba de ello durante 2013 fue la suspensión de un megaproyecto minero por US$ 6.000 millones, a cargo de la brasileña Vale do Rio Doce, que decidió retirarse porque el gobierno se negaba a cambiarle sus dólares a una paridad mayor que la del tipo de cambio oficial.
Además, el revés electoral en las legislativas convenció al gobierno que el blue no era apenas un tema de la city financiera, sino que determinó un congelamiento del mercado inmobiliario y que generó malhumor en las capas medias de la sociedad, que históricamente ahorra en dólares.
Los pronósticos sobre el blue no indican que el gobierno pueda sostener mucho tiempo este nivel de brecha. Por un lado, el “tipo de cambio teórico”, que es el que surge de dividir la base monetaria sobre las reservas del Central, se ubica encima de 11 pesos. Y, por otra parte, ahora llega la época del año en la que se exacerba la demanda de dólares por el turismo, al tiempo que el mercado se inunda de pesos, por el cobro del aguinaldo y por el pago de obligaciones financieras del Estado. Los antecedentes no juegan a favor: en los años anteriores, el verano fue un momento de escapada del blue.
Se agota el margen para el ajuste tarifario
El rubro en el que más se hizo evidente el agotamiento del modelo económico kirchnerista fue el energético, que trabaja al borde del colapso, como quedó en claro con los cortes eléctricos de fin de año.
El gobierno mantuvo congeladas las tarifas durante una década, primero con el argumento de la emergencia económica, luego como forma de anclar la incipiente inflación y luego con el argumento de que era una forma de mejorar indirectamente el salario para así motorizar la economía.
Como mientras tanto los costos aumentaban, el monto destinado a subsidiar al sistema fue creciendo al punto que ya representa casi cinco puntos del PIB, un monto equivalente al de todo el déficit fiscal. La gravedad del problema no es sólo el esfuerzo que esto implica para el fisco, sino que –como la producción cayó y ahora hace falta importar combustibles– también supone un fuerte costo en términos de divisas. Es así que los dólares que ingresan por el superávit de la balanza comercial prácticamente se van con la compra de energía.
En este marco, una devaluación brusca –la solución clásica para licuar el gasto público– ahora supondría un encarecimiento de la importación de combustibles.
Con empresas prestatarias del servicio que están técnicamente quebradas, la pregunta que ronda hoy es si el gobierno está efectivamente dispuesto a estatizar el servicio eléctrico o si todo quedará en una amenaza.
Pero cualquiera sea la decisión, lo que resulta evidente es la imposibilidad de mantener los actuales niveles tarifarios y los subsidios al consumo. Un hogar de Buenos Aires paga por la electricidad una tarifa cinco veces menor a la que se paga en Montevideo. Y, además, a eso se le debe aplicar un subsidio que puede llegar al 70% de la factura.
Todo un dilema para el gobierno, que por un lado quiere avanzar con la quita de subsidios pero, por otro lado, teme agravar el malhumor social.
Sonrisas para el mercado de crédito
El mayor cambio de actitud que ha dejado este 2013 en el gobierno ha sido el giro market friendly, luego de años de un discurso agresivo para con el mercado internacional de capitales, lo cual incluía a los organismos multilaterales de crédito.
Sea por convicción o por necesidad, lo cierto es que el gobierno inició un cambio de actitud luego del estrepitoso fracaso de su plan de atraer dólares mediante un blanqueo de capitales y de la puesta en práctica de un bono –el ya olvidado Cedin– que cotizaría uno a uno con el dólar.
En paralelo se adoptaron medidas sorprendentes:
– La aceptación de pago a las empresas que le ganaron juicios en el Ciadi –el tribunal internacional del Banco Mundial–, que aceptarían dejar parte de sus pagos en el país, al participar en proyectos de inversión.
– La búsqueda de una fórmula de acuerdo con los “fondos buitre” que siguen litigando por la deuda en default. – La adopción de un nuevo índice de inflación supervisado por el Fondo Monetario Internacional, lo que se considera el paso previo para la vuelta del endeudamiento.
– El acercamiento con el Club de París, para comenzar a pagar la deuda de US$ 10.000 millones que el país mantiene desde hace una década. – La firma de un acuerdo con la española Repsol, por el cual la Argentina pagará US$ 5.000 millones en concepto de indemnización tras la expropiación de la petrolera YPF.
En definitiva, son señales que preparan el terreno para un regreso de Argentina al mercado voluntario de deuda, del cual se mantiene alejado desde hace más de una década.
Fuente:ElObservador-Uruguay-
La aplicación de un impuesto a la importación de autos es una medida a estudio para frenar salida de dólares |
Ya no alcanzó la “vaca lechera” de los 50 millones de toneladas de soja con buenos precios internacionales para compensar los desequilibrios macroeconómicos. Eso se torna evidente en el creciente déficit fiscal, en la acelerada pérdida de reservas del Banco Central y en la inflación que ya ronda el 30% anual.
Pero si algo ha quedado expuesto más que ninguna otra cosa, han sido las contradicciones de un país que quiere mantener un ritmo de consumo acorde a un crecimiento económico de “tasas chinas” cuando hace rato que ha entrado en un modo de “estanflación”.
Así, se baten récords de ventas de autos cero kilómetro (casi un millón este año), los argentinos que pasan sus vacaciones en el exterior son 7 millones, hay un boom de ventas de smartphones (se venden el doble que los celulares básicos, en un parque de teléfonos móviles de 58 millones de líneas) y también hay un boom de ventas de aparatos de aire acondicionado, que sumaron 4 millones de unidades en los últimos cinco años.
Y, como contracara de esa situación, los niveles de ahorro y de inversión caen, ya no se crea empleo en el sector privado, el dólar que opera en el mercado de cambios paralelo aumentó su brecha respecto del oficial y los recursos fiscales lucen insuficientes para costear el déficit fiscal, los subsidios a los servicios públicos y los salarios de los empleados públicos.
El gobierno no pudo cumplir su rito findeañero de festejar los récords consumistas, porque al mismo tiempo unos 2.000 comercios eran saqueados, con el trágico saldo de al menos 14 muertos y pérdidas materiales por unos US$ 100 millones.
Hoy, las “tasas chinas” parecen un recuerdo muy lejano. Este año terminará con un magro 2%, y para el año próximo no hay perspectivas de que pueda mejorar, mientras la inflación tiene pronóstico de ascenso.
Con este panorama tenso, el gran interrogante es si, en 2014, Cristina Kirchner tendrá disposición para avanzar en reformas estructurales de la economía o si se intentará solo aplicar correctivos menores de manera de prolongar las actuales distorsiones hasta el cambio de gobierno de 2015.
Hasta ahora las señales son mixtas, ya que los cambios de funcionarios en el equipo económico incluyeron, por un lado, gestos de acercamiento al mercado internacional de crédito, pero, por otra parte, confirmaron la aplicación de medidas que ya habían fracasado en varias oportunidades.
A continuación, un repaso de lo que se está gestando en los principales puntos de la política económica argentina para el próximo año.
Inflación: problema central que sigue sin ser abordado
Es el punto al que los economistas siguen señalando como problema de fondo de la economía. Las mediciones privadas más confiables indican que 2013 terminará con un registro de 28% y que es probable que el año que se inicia esa marca sea superada, lo que lo convertiría en la mayor inflación de la era kirchnerista que se inició con Néstor Kirchner en 2003.
En este campo, el gobierno ha enviado señales contradictorias. Aunque sigue negando que las mediciones de economistas privados sean ciertas, ya no se esfuerza en defender la estadística oficial (que marca un irrisorio 10%). Y la expectativa está puesta en ver qué tan realista será el nuevo indicador de inflación nacional que debutará en febrero.
Más allá de la credibilidad de las mediciones, el gobierno ha dado señales de reconocer la existencia del problema, para lo cual ha implementado algunos planes de acción, básicamente acuerdos de precios y salarios.
El punto que más irrita a los economistas es que mantenga todo el foco en atacar la parte inercial de la inflación, esa que surge por la indexación y la “puja distributiva”, al tiempo que rechaza y critica por “ortodoxa” y “neoliberal” cualquier insinuación de que la financiación del déficit fiscal con emisión monetaria pueda tener algo que ver con el tema.
En consecuencia, las probabilidades de éxito que se asignan a los acuerdos de precios son mínimas. De hecho, a lo largo de todo 2013 hubo congelamientos de productos de la canasta básica, lo cual resultó en un evidente fracaso.
“Seguimos haciendo lo que hace 4.000 años se sabe que no da resultado”, ironiza un informe de la consultora Economía&Regiones, en alusión a la vasta acumulación de evidencia histórica, tanto mundial como nacional, sobre fracaso en los intentos de frenar la inflación sólo con acuerdos de precios sin atacar las verdaderas causales.
Déficit fiscal con pronóstico de suba
El escepticismo respecto de las posibilidades de bajar la inflación se basa, entonces, en la tendencia creciente del déficit fiscal, que cada vez es menos financiado con recursos genuinos y más con emisión monetaria pura.
La forma que el gobierno tiene de contabilizar sus números fiscales es, también, objeto de polémica, porque suele incluir ingresos extraordinarios como si fueran corrientes. Las consultoras privadas estiman que el déficit fiscal real es de 4% del PIB, una suma que no sería escandalosa en comparación con los niveles de déficit que el país tuvo en su historia reciente, pero que resulta preocupante si se considera la absoluta ausencia de crédito en el mercado internacional de deuda.
Pero, más allá del número en sí, lo que infunde nerviosismo en la tendencia: en el último trimestre, el gasto federal primario creció a una tasa del 35% mientras los ingresos tributarios lo hicieron apenas al 21%.
Con esa situación, el fisco cada vez depende más del auxilio del Banco Central para poder hacer frente a sus obligaciones financieras, ya sea pagar sueldos y jubilaciones como cancelar deuda. Este año, el traspaso al tesoro fue de US$ 20.700 millones, sumando “adelantos transitorios” –fondos a cambio de letras que nunca son repagadas por el gobierno al Banco Central–, “giros de utilidades” –ganancias contables del Central que surgen del aumento nominal de sus reservas como consecuencia de la devaluación– y cesión neta de reservas en divisas.
Las perspectivas para 2014 son de claro empeoramiento. La reciente huelga policial, que derivó en fuertes aumentos salariales, llevó a que los gobiernos provinciales hasta volvieran a pensar en emitir “cuasi monedas”, como en el año 2001, ante la falta de pesos con qué hacer frente a sus pagos.
Las estimaciones de los economistas indican que, en el caso de que los incrementos salariales generales se ubiquen en torno de 30% y que, además, se produzca un aumento en la evasión de impuestos, el déficit fiscal podría agravarse hasta en dos puntos del PIB durante 2014.
Salarios: la gran pulseada de 2014
Aunque el discurso del kirchnerismo abunda en rechazos a los ajustes tradicionales y en apelaciones a la importancia del consumo como locomotora de la economía, lo cierto es que una parte fundamental de su plan estabilizador para 2014 consistía en una fuerte moderación salarial. El nuevo equipo económico aspiraba a que el promedio de los aumentos fuera de 18%, lo cual implicaría la ruptura de la indexación según la inflación pasada.
Pero estos planes se esfumaron tras la huelga policial. Como era de esperar, se generó un inmediato efecto dominó, que llevó a que todos los sindicatos de empleados estatales –nacionales y provinciales– aumentaran su nivel de exigencia, subiéndolo hasta el incremento recibido por la policía. Esto implica, en muchas provincias, aumentos salariales por encima del 30%.
La preocupación del gobierno ante la posibilidad de un desborde salarial –tanto a nivel estatal como privado– ha llegado al punto que los funcionarios salieron a advertir que podría haber problemas de desempleo, dado que hay empresas que están funcionando con márgenes de rentabilidad muy reducidos.
Pero parece difícil que se logre contener la ola de pedidos: el ambiente político y social con este nivel de inflación y luego de la huelga policial hace suponer que se exacerbará la “puja distributiva”, con posibilidad de alta conflictividad sindical. Las primeras pruebas testigo se verán a comienzo de año cuando se negocien las primeras paritarias importantes, como los bancarios y los docentes.
El fantasma de la evaporación de las reservas
En este marco de malas noticias, hubo un único rubro que le trajo satisfacción al gobierno: con el cambio de funcionarios del área económica logró frenar la caída libre en que se encontraban las reservas del Banco Central, que ahora parecen estabilizadas en torno de US$ 30.000 millones.
El ritmo de pérdida había llegado a US$ 1.500 millones por mes, lo cual había transformado a las reservas en un nuevo indicador de “riesgo país” y una demostración inequívoca de la gravedad a la que había llegado el retraso cambiario.
Es particularmente notable el hecho de que este nivel de fuga se haya producido en plena vigencia del “cepo” cambiario, que cortó por completo la posibilidad de que los particulares puedan comprar dólares para ahorrar ni para gastar en sus viajes al exterior.
Queda ahora la duda respecto de si esta nueva estabilización será duradera o apenas una tregua temporal del mercado. Hubo un ingreso de dólares, producto de inversiones extranjeras en el área petrolera y por un acuerdo con las cerealeras, para que adelantaran dólares de la cosecha 2014, a cambio de un bono con un seguro de devaluación.
Por otra parte, se incrementó el cargo a la compra de pasajes aéreos y al gasto con tarjeta de crédito de los argentinos en el exterior, como forma de desestimular la salida de divisas por el rubro turístico.De todas formas, los expertos creen que mientras los problemas de fondo sigan sin resolverse –es decir, la inflación y el atraso cambiario– las posibilidades de mantener la estabilidad son bajas.
“Argentina pierde unos US$ 10.000 millones en la balanza de turismo; US$ 6.500 millones en energía; US$ 6.200 en la compra al exterior de electrodomésticos y unos US$ 9.000 en el sector automotriz. Para reducir estas brechas, no sólo hace falta devaluar y poner impuestos, es necesario que los agentes de inversión y actores de la economía real, cuenten con la posibilidad de tener una alternativa de inversión”, advierte el economista Salvador Di Stefano.
Brecha con el dólar blue será el test del verano
La otra pequeña victoria que festeja el nuevo equipo económico es lograr haber mantenido al dólar paralelo, el llamado blue, por debajo de los 10 pesos argentinos –al menos hasta el viernes, cuando se llegó a cotizar por encima de ese valor–, al tiempo que se aceleraba la devaluación del oficial. De esta forma, la brecha entre ambos dólares, que supo llegar hasta el 100%, hoy se ubica en 50%.
Claro que esta reducción no fue gratis: en buena medida, se logró mediante la venta de títulos dolarizados de la administración estatal de fondos jubilatorios, a valores inferiores a los de mercado. El gobierno se fijó, como una de sus prioridades, reducir al máximo posible esta brecha, ya que llegó a la conclusión de que ahuyenta inversiones de empresas externas. La mayor prueba de ello durante 2013 fue la suspensión de un megaproyecto minero por US$ 6.000 millones, a cargo de la brasileña Vale do Rio Doce, que decidió retirarse porque el gobierno se negaba a cambiarle sus dólares a una paridad mayor que la del tipo de cambio oficial.
Además, el revés electoral en las legislativas convenció al gobierno que el blue no era apenas un tema de la city financiera, sino que determinó un congelamiento del mercado inmobiliario y que generó malhumor en las capas medias de la sociedad, que históricamente ahorra en dólares.
Los pronósticos sobre el blue no indican que el gobierno pueda sostener mucho tiempo este nivel de brecha. Por un lado, el “tipo de cambio teórico”, que es el que surge de dividir la base monetaria sobre las reservas del Central, se ubica encima de 11 pesos. Y, por otra parte, ahora llega la época del año en la que se exacerba la demanda de dólares por el turismo, al tiempo que el mercado se inunda de pesos, por el cobro del aguinaldo y por el pago de obligaciones financieras del Estado. Los antecedentes no juegan a favor: en los años anteriores, el verano fue un momento de escapada del blue.
Se agota el margen para el ajuste tarifario
El rubro en el que más se hizo evidente el agotamiento del modelo económico kirchnerista fue el energético, que trabaja al borde del colapso, como quedó en claro con los cortes eléctricos de fin de año.
El gobierno mantuvo congeladas las tarifas durante una década, primero con el argumento de la emergencia económica, luego como forma de anclar la incipiente inflación y luego con el argumento de que era una forma de mejorar indirectamente el salario para así motorizar la economía.
Como mientras tanto los costos aumentaban, el monto destinado a subsidiar al sistema fue creciendo al punto que ya representa casi cinco puntos del PIB, un monto equivalente al de todo el déficit fiscal. La gravedad del problema no es sólo el esfuerzo que esto implica para el fisco, sino que –como la producción cayó y ahora hace falta importar combustibles– también supone un fuerte costo en términos de divisas. Es así que los dólares que ingresan por el superávit de la balanza comercial prácticamente se van con la compra de energía.
En este marco, una devaluación brusca –la solución clásica para licuar el gasto público– ahora supondría un encarecimiento de la importación de combustibles.
Con empresas prestatarias del servicio que están técnicamente quebradas, la pregunta que ronda hoy es si el gobierno está efectivamente dispuesto a estatizar el servicio eléctrico o si todo quedará en una amenaza.
Pero cualquiera sea la decisión, lo que resulta evidente es la imposibilidad de mantener los actuales niveles tarifarios y los subsidios al consumo. Un hogar de Buenos Aires paga por la electricidad una tarifa cinco veces menor a la que se paga en Montevideo. Y, además, a eso se le debe aplicar un subsidio que puede llegar al 70% de la factura.
Todo un dilema para el gobierno, que por un lado quiere avanzar con la quita de subsidios pero, por otro lado, teme agravar el malhumor social.
Sonrisas para el mercado de crédito
El mayor cambio de actitud que ha dejado este 2013 en el gobierno ha sido el giro market friendly, luego de años de un discurso agresivo para con el mercado internacional de capitales, lo cual incluía a los organismos multilaterales de crédito.
Sea por convicción o por necesidad, lo cierto es que el gobierno inició un cambio de actitud luego del estrepitoso fracaso de su plan de atraer dólares mediante un blanqueo de capitales y de la puesta en práctica de un bono –el ya olvidado Cedin– que cotizaría uno a uno con el dólar.
En paralelo se adoptaron medidas sorprendentes:
– La aceptación de pago a las empresas que le ganaron juicios en el Ciadi –el tribunal internacional del Banco Mundial–, que aceptarían dejar parte de sus pagos en el país, al participar en proyectos de inversión.
– La búsqueda de una fórmula de acuerdo con los “fondos buitre” que siguen litigando por la deuda en default. – La adopción de un nuevo índice de inflación supervisado por el Fondo Monetario Internacional, lo que se considera el paso previo para la vuelta del endeudamiento.
– El acercamiento con el Club de París, para comenzar a pagar la deuda de US$ 10.000 millones que el país mantiene desde hace una década. – La firma de un acuerdo con la española Repsol, por el cual la Argentina pagará US$ 5.000 millones en concepto de indemnización tras la expropiación de la petrolera YPF.
En definitiva, son señales que preparan el terreno para un regreso de Argentina al mercado voluntario de deuda, del cual se mantiene alejado desde hace más de una década.
Fuente:ElObservador-Uruguay-
Muy interesante
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