Otra vez sopa, con bizcochos
Esta vez molestaron las notas sobre el estado
psicofísico de Fayt, la rrrreeleección trucha del presidente de la Corte
Suprema y el rol del Grupo Clarín. La respuesta, como de costumbre, un
infundio sobre Verbitsky, de falsedad demostrable.
Por Horacio Verbitsky
Cada
vez que mis notas molestan más de la cuenta a cualquier poderoso, de
iure o de facto, la incapacidad de replicar con datos da lugar al
intento de descalificarme por una presunta colaboración con la Fuerza
Aérea durante los años de la dictadura militar. Esto comenzó cuando
publiqué el libro Robo para la Corona y se ha reiterado periódicamente
desde entonces.
Más allá de las motivaciones del infundio, voy a responderlo por respeto a las personas de buena fe que podrían tomar por buena la falsificación. Me atribuye supuestos manuscritos para un discurso del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, cosa que ya habían insinuado en el mismo diario Susana Viau y Jorge Lanata, en aquel momento en respuesta a mis notas sobre el Papa Francisco. Su fuente es Pedro, uno de los hijos de Güiraldes, quien no ha ocultado que su motivación es mi rol en el impulso a los juicios por crímenes de lesa humanidad. Hasta uno de sus hermanos, Juan, lo ha refutado. Me imagino que debe ser doloroso para la familia que Pedro presente a su padre como un cuadro de la dictadura, cosa que nunca fue, y que incluso impute a esa relación la visita de los reyes de España a la estancia la Santa María, en San Antonio de Areco, pasando por alto que Güiraldes era el presidente de la Confederación Gaucha, que organizaba esos homenajes a personalidades extranjeras. Que la dictadura se sirviera de esas actividades para su propaganda y que financiara esas fiestas es otra cosa. Sólo estuve allí una vez, durante las pocas horas que duró una exposición, y no escondido. Hace poco el platero Juan Carlos Pallarols me recordó que Güiraldes nos presentó en esa ocasión.
En esta página se reproduce una de las fojas que me atribuyen y un escrito que sí me pertenece. Proviene de uno de los cuadernos con anotaciones tomadas durante las audiencias del juicio a los ex Comandantes de 1985. A simple vista se advierte que no son de la misma mano, por más que el falsario diga que realizó peritajes caligráficos, cosa imposible sin disponer de escritos míos reales.
También afirma que escribí otro libro titulado “La Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”, pero no lo puede presentar, porque no existe. Es notable que esto aparezca ahora como una novedad. Hace casi un año, Hernán López Echagüe ya había encontrado esa falsedad en una página de Internet, y le respondí lo mismo que ahora.
Mi amistad con el comodoro Juan José Güiraldes (retirado en 1951, un cuarto de siglo antes del golpe del 24 de marzo de 1976) no guardó relación alguna con la Fuerza Aérea. Era un viejo amigo de mi padre, quien había publicado un ensayo sobre su tío, el autor de Don Segundo Sombra, Ricardo Güiraldes. Su libro El poder aéreo de los argentinos, para el que le ayudé a reordenar publicaciones anteriores de su época como presidente de Aerolíneas Argentinas, en las que defiende a la línea de bandera contra sus competidores privados, sólo versa sobre transporte aerocomercial, rutas aéreas, tipos de aviones, asociaciones empresariales, y carece de cualquier contenido político. El mismo lo explica en varias cartas en las que refutó a los primeros reproductores del invento, quienes no las publicaron. En una de ellas me agradece haberle aconsejado “no incluir en esas páginas ninguna referencia política y limitarme al tema de mi especialidad, que son los aviones y el transporte aéreo”. Ya publiqué esa carta. Agrego ahora un par de gráficos del libro, que no dejan dudas sobre su contenido. Que lo haya editado el Círculo de la Fuerza Aérea no me involucra. Era Güiraldes, no yo, quien mantenía contacto con ese club social de retirados. Una vez concluido su libro, Güiraldes me propuso escribir una biografía de Jorge Newbery, pero el plan de trabajo que le propuse no le interesó y allí terminó todo. La publicación de Clarín alude a un contrato, pero no lo muestra.
Ninguno de mis colegas de Clarín, incluyendo a quienes militaron conmigo en las organizaciones revolucionarias de los ’70, cumplió con la deontología profesional y requirió mi respuesta antes de hacerse eco de la difamación. Hasta ahora no se han retractado del festival de potenciales con el que acusaron de poseer una cuenta millonaria a Nilda Garré y Máximo Kirchner, desmentida por el banco y por el país donde ni siquiera existe la empresa mencionada por Clarín. Por lo visto, esos periodistas tienen menos aprecio por su buen nombre que yo.
Fuente: Página 12
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