Algunas palabras para mi abuela:
Ya pasaron dos años, a veces no acredito no escuchar más su voz ni sentirme abrazada por su olor.
Recién ahora puedo pensar en escribir algo sobre mi abuela, me costó mucho recordarla sin que su ausencia me ahogara el alma.
Muchas personas la conocieron, algunos más íntimamente. Su casa era casi una oficina de DDHH y demases, a toda persona que tenía algún problema la hacía pasar para escucharla y darle alguna solución al mal que la aquejaba. Vivía de reuniones políticas en la nueva y golpeada democracia, movilizaciones en la plaza de su Río Cuarto y en las que viajaba para participar en la Capital Federal, tertulias de escritores, trabajos en las cárceles, viajes por latinoamérica para buscar historias, eso era lo que más la apasionaba y la curaba, la escritura. En esos viajes no solo se encontraba con material inédito e historias ocultadas sino que nos volvíamos con un montón de aventuras propias, con una sensación de que teníamos todo el mundo por delante, y juntas, no nos hacía falta nada más, éramos felices.
Más de una vez en estos años amagué con marcar su teléfono para contarle las malas y las buenas de las noticias del mundo y de mi vida personal y la realidad me marcó el ciclo, ella era la persona que más quería en este mundo. Me enseñó a que las cosas si no se hacen con amor no sirven, me enseñó del respeto y sobre todo de la amistad, esa familia que nos hicimos por haber quedado solas.
Por mi nostalgia ella me hacía muchos chistes al respecto de esta condición de carácter, me las cambiaba por risas, música y aventuras. Disfrutaba mucho de la vida, y eso que para ella no hubo respiros. Para darle un gusto más quiero recordarla riendo y no con una sonrisa, no era de esas, era de las que se reía a las carcajadas. Cada vez que se imaginaba fuera del mundo de los mortales, decía: yo para esa altura voy a estar a las carcajadas.
Me guardo su amor, sus cátedras de ser humano, sus relatos, con los cuales conocí a mis padres, me quedo con sus mimos, lo más lindos del mundo, con sus libros y su olor que aún guardan sus cosas. Y con sus últimas palabras: “Cántame”, ahí seguirá viviendo y se hará canción.
Pepi Dillon
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