El cortejo fúnebre del capo de la barra de Cole terminó con robos y violencia. La historia de un crimen que mezcla tablón y política.
Por Gustavo Grabia
Un grupo de violentos avanza. Decide que las calles de Munro, Vicente López, Olivos, les pertenece. La imagen podría ser de una película de pandillas yanqui. Pero no: es una tragicomedia bien argentina, protagonizada por la barra de Colegiales, con el cortejo fúnebre de su jefe, el Loco Pocho, como excusa. Escoltados por móviles policiales, unos 400 barras rodean el auto que lleva el ataúd y las coronas. A su paso, los negocios cierran, los peatones huyen y la violencia estalla: primero con saqueos menores y ya en las adyacencias de la Municipalidad de Vicente López, con rotura de comercios, autos, enfrentamiento con policías y agresión a periodistas. Ni en la despedida de su líder descansan en paz. Postal amarga del país que supimos conseguir.
¿Por qué la situación más tensa se dio frente a la Municipalidad de Vicente López? Porque culpan de lo sucedido al intendente Jorge Macri y, fundamentalmente, al secretario de Gobierno, César Torres, en una historia que mezcla política pero también violencia y negocios del tablón.
La barra de Cole tuvo por jefe en la última década al Loco Pocho Morales, cuyo segundo era Martín el Negro Cabrera. La relación se rompió en noviembre del año pasado. ¿Por qué? Desde el club dicen que Cabrera fue comprado por un opositor a la actual conducción, Alfredo Azar, alias el Turco, que manejaba el fútbol del Trico hasta que asumió Rodrigo González como presidente. Desde las entrañas de Azar dicen que todo es mentira y que lo intentan involucrar porque la gestión de González, de un año y medio, está hundiendo al club.
Como siempre, hay parte de verdad y de mentira en cada posición. Y lo que suma a la guerra es que la política metió la cola. El presidente de Cole es candidato a concejal del Frente Para la Victoria y el Loco Pocho movía gente para los actos kirchneristas. El Negro Martín pasó a las filas del Pro de Vicente López. Ahí quien maneja todas las relaciones con los clubes es el secretario de Gobierno, César Torres, un hombre que viene de Mataderos, del círculo de Cristian Ritondo, y que es familiar de Jorge Torres, jefe de la barra brava de Argentinos. Como se ve, nadie está limpio en esta guerra de pandillas. Y Rodrigo González apunta: “Al Negro lo compró Azar, que es proveedor de la Municipalidad y hombre del Pro. El, junto a Torres, quieren copar el club, y para conseguirlo creyeron que era mejor tener a la barra que presentarse a elecciones. Pocho no cedió y ahí se quebró todo. Pero el objetivo de ellos era quedarse con Colegiales para hacer negocios”. Consultado por Olé , Azar prefirió no responder las acusaciones.
¿De qué negocios se habla? De jugadores de Inferiores que son vendidos y al club le queda poco y nada. González habla de los casos de Tagliabueno, Fargosi, Ceballos y Borrego. Y de un negocio inmobiliario, ya que quieren sacarle al club el campo donde entrenan las Inferiores. En medio de eso, el Negro Martín junto a otro barra, Harry Aranda y un prófugo apodado el Uruguayo, fueron hasta la casa de Pocho. Y mientras pegaban afiches del Pro, hubo una pelea, Morales consiguió herirlos de arma blanca pero el Uruguayo sacó un arma y disparó seis veces. Y entonces, el combo de siempre volvió: fútbol, política y muerte.
Fuente: Olé
Por Gustavo Grabia
Un grupo de violentos avanza. Decide que las calles de Munro, Vicente López, Olivos, les pertenece. La imagen podría ser de una película de pandillas yanqui. Pero no: es una tragicomedia bien argentina, protagonizada por la barra de Colegiales, con el cortejo fúnebre de su jefe, el Loco Pocho, como excusa. Escoltados por móviles policiales, unos 400 barras rodean el auto que lleva el ataúd y las coronas. A su paso, los negocios cierran, los peatones huyen y la violencia estalla: primero con saqueos menores y ya en las adyacencias de la Municipalidad de Vicente López, con rotura de comercios, autos, enfrentamiento con policías y agresión a periodistas. Ni en la despedida de su líder descansan en paz. Postal amarga del país que supimos conseguir.
¿Por qué la situación más tensa se dio frente a la Municipalidad de Vicente López? Porque culpan de lo sucedido al intendente Jorge Macri y, fundamentalmente, al secretario de Gobierno, César Torres, en una historia que mezcla política pero también violencia y negocios del tablón.
La barra de Cole tuvo por jefe en la última década al Loco Pocho Morales, cuyo segundo era Martín el Negro Cabrera. La relación se rompió en noviembre del año pasado. ¿Por qué? Desde el club dicen que Cabrera fue comprado por un opositor a la actual conducción, Alfredo Azar, alias el Turco, que manejaba el fútbol del Trico hasta que asumió Rodrigo González como presidente. Desde las entrañas de Azar dicen que todo es mentira y que lo intentan involucrar porque la gestión de González, de un año y medio, está hundiendo al club.
Como siempre, hay parte de verdad y de mentira en cada posición. Y lo que suma a la guerra es que la política metió la cola. El presidente de Cole es candidato a concejal del Frente Para la Victoria y el Loco Pocho movía gente para los actos kirchneristas. El Negro Martín pasó a las filas del Pro de Vicente López. Ahí quien maneja todas las relaciones con los clubes es el secretario de Gobierno, César Torres, un hombre que viene de Mataderos, del círculo de Cristian Ritondo, y que es familiar de Jorge Torres, jefe de la barra brava de Argentinos. Como se ve, nadie está limpio en esta guerra de pandillas. Y Rodrigo González apunta: “Al Negro lo compró Azar, que es proveedor de la Municipalidad y hombre del Pro. El, junto a Torres, quieren copar el club, y para conseguirlo creyeron que era mejor tener a la barra que presentarse a elecciones. Pocho no cedió y ahí se quebró todo. Pero el objetivo de ellos era quedarse con Colegiales para hacer negocios”. Consultado por Olé , Azar prefirió no responder las acusaciones.
¿De qué negocios se habla? De jugadores de Inferiores que son vendidos y al club le queda poco y nada. González habla de los casos de Tagliabueno, Fargosi, Ceballos y Borrego. Y de un negocio inmobiliario, ya que quieren sacarle al club el campo donde entrenan las Inferiores. En medio de eso, el Negro Martín junto a otro barra, Harry Aranda y un prófugo apodado el Uruguayo, fueron hasta la casa de Pocho. Y mientras pegaban afiches del Pro, hubo una pelea, Morales consiguió herirlos de arma blanca pero el Uruguayo sacó un arma y disparó seis veces. Y entonces, el combo de siempre volvió: fútbol, política y muerte.
Fuente: Olé
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