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16 sept 2013

¿ Y los artistas cómo andan? Carta abierta de una pianista argentina

El Arte bajo amenaza: Carta Abierta de Elsa Púppulo para los amantes de la Cultura toda
Elsa Púppulo (Foto: Salta 21)
Como partícipe de la labor en pos de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero, pero fundamentalmente como artista que asume un deber cívico, me siento con la penosa obligación de informar que en el mundo de la creación artística de nuestro país  existen gravísimas anomalías que contradicen el espíritu de un gobierno que, aunque bien intencionado, aparenta no saber cómo evitar fenómenos oprobiosos para el arte, para quienes lo cultivamos y para quienes lo disfrutan.
Este Gobierno, al que apoyo en su esencia, contiene en su vientre a elementos que se ocupan de ROBAR, no estoy exagerando los términos, repito el verbo: ROBAR, se roba al artista y al pueblo que paga al Estado para sostener, entre otras cosas, la vida del arte. Un ejemplo que certifica lo que afirmo es lo que actualmente yo estoy viviendo (junto con muchos otros músicos) y que paso a describir.
En septiembre de 2012 actué en un homenaje a Carlos Guastavino por $ 5000 (debo anotar aquí que soy una pianista que ha actuado en el Teatro Colón -llenándolo- desde comienzos de los años 70, siempre recibiendo cachet muchísimo menos indignos). En homenaje a Guastavino acepté cobrar lo que se me prometió (lo que me prometió el Gobierno de la Nación a través de la Secretaría de Cultura). Hasta hoy no se ha efectivizado aquel magro pago, sólo se me acaba de anunciar que el mismo no puede ser abonado debido a motivos difusamente sugeridos y que sería factible que cobrara aquella deuda siempre que yo acordara realizar tres nuevas presentaciones, o fingiera realizarlas, firmando un contrato nuevo, un contrato que haría posible (quizá) que yo recibiera aquellos $ 5000 tan graciosamente postergados durante 10 meses. Probablemente también se pretenda que yo no deba expresar queja alguna en contra de esta gestión, ya que hace también más de un año actué en otra oportunidad para la Nación, y hace dos meses cumplieron y me pagaron bondadosamente...luego de, como he dicho, un año.
Hace un año también actué en el Teatro San Martín, pero el Gobierno de la Ciudad no trepida en dilatar su deuda conmigo y en aconsejarme paciencia. No es un problema personal ni -menos aun- salarial el que me impulsa a estas líneas, ya que lo que a mí me sucede se extiende e involucra pesadamente sobre decenas de músicos, especialmente los jóvenes, y aun los no tan jóvenes; a lo que yo me estoy refiriendo es al pisoteo sistemático que durante décadas se ha venido infligiendo sobre el universo del arte, sus cultores y sus amantes.
Al insigne Maestro Pedro Ignacio Calderón y su Orquesta Sinfónica Nacional se le han cerrado las puertas del Teatro Colón, debiendo el heroico y pertinaz Maestro conformarse con dirigir en lugares marginales o desproporcionadamente acotados, sin el apoyo ni la publicidad merecidas; Martha Argerich es -nadie lo duda- el mejor estandarte ante el mundo de lo mejor del pianismo argentino, ahora bien, el portero (sí: el portero) del T.Colón impidió el ingreso al mismo de Martha Argerich por... "órdenes de arriba" (sic). ¿Será que se desea desterrar la música culta de este país? Sigamos con Martha Argerich, y recordemos algo sucedido en medio del Primer Festival Argerich; nuestra gran pianista debía tocar en el T.Colón, pero debido a una huelga ello resultaba imposible razón por la cual, la Muncipalidad de Bs.As. le sugería que ella costeara el alquiler del Teatro Coliseo, para allí dar su concierto, y que el Municipio inmediatamente después le restituiría el monto. Martha Argerich puso U$S 150.000 de su peculio y jamás recibió aquel dinero. Ella mantuvo el hecho en secreto, como siempre fue su costumbre luego de sus innumerables donaciones a institutos como el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan. Durante mi extensa carrera me he encontrado con episodios que remiten a flagrantes hechos de corrupción o insensatez comparables a los actuales, comunes y frecuentes en casi todos los gobiernos nacionales, provinciales y municipales precedentes, así como en diversas entidades privadas.
Estoy, como mis colegas, habituada a estas condiciones.
Me he presentado en el Teatro Argentino de La Plata y me abonaron no antes de los 8 meses posteriores a mi presentación. Colegas míos suelen tener que actuar en pianos en pésimo estado, o en pianos eléctricos (inaptos para el género clásico), o ante la ausencia de banqueta regulable han debido tomar asiento en una silla cualquiera (me ha sucedido a mí misma). A veces un concierto peligra por la falta de instrumentos... Años ha, debía yo interpretar el Concierto para mano izquierda de Ravel, concierto que presenta en su introducción un maravilloso y original solo de contrafagot; bien: aquel día, aquella orquesta no tenía dicho instrumento y debí acudir personalmente ante Gobernador de Santa Fe a rogarle por un contrafagot...Fue sólo así que en esa provincia se pudo escuchar a ese bello Ravel.
Muchos son los músicos que deben actuar gratis, muchos deben además costear la publicidad y hasta la impresión de los programas...
Estas circunstancias son usuales, insisto, tanto en instituciones oficiales como privadas. Nada es valorado. Un cartonero recibió del Teatro Colón un piano Steinway que era arrojado a la basura... En el Conservatorio Nacional no hay pianos en condiciones aptas para alumnos ni para profesores, allí no se puede brindar un concierto decorosamente... Algunas diócesis cristianas han permitido que centenarios órganos de la más insuperable e histórica ingeniería europea, quedaran expuestos a la intemperie y terminaran reducidos a chatarra...
No quiero, no debo, no queremos, no debemos acostumbrarnos a contemplar plácidamente la muerte del arte y/o de todo lo que hace a su existencia, no podemos ser cómplices de una aberración, no podemos plegarnos al proceso de barbarización del hombre. Instituciones pertenecientes a los más variados espacios parecen obedecer a un mandato dirigido a la destrucción de la cultura, a la anulación del pensamiento, de la reflexión, de la creación, a la negación de la dignidad humana.
Tengo alumnos que para sobrevivir incursionan en la música popular, seducidos por becas y subvenciones con los que el Estado promueve ese género, plausible beneficio que muy lamentablemente no se extiende al ámbito de la música clásica. Todo aparenta que hay un empecinamiento en desfavor del arte académido.
En el mes de marzo falleció el compositor y pianista Gerardo Gandini; ese gran músico de larga trayectoria se fue completamente ignorado por todas las instancias oficiales, con la excepción del Dir. de la Biblioteca Nacional, el Sr. Horacio González. Gandini, dicho sea de paso, gozó de cierto bienestar económico recién al final de su vida merced a que se resignó a transitar por la música popular de la mano de Astor Piazzola; el gran aporte académico brindado por Gandini en toda su vida había sido olvidado.
Ayer falleció nuestro enorme Roberto Oswald, legendario regisseur que tal vez sea recordado, aunque por estas horas ninguna entidad oficial (con la excepción del T. Colón) parece haberse anoticiado de esta pérdida. En marzo de 1987 fui entrevistada por el diario Clarín y en ese entonces expresé mi pensamiento: "...No creo que todo se deba a la falta de dinero en el país, sino a la mala administración o al destino que se le da a la plata. En cada lugar clave del país debería haber una persona realmente apta para la función que le compete". Aquel pensamiento, aquella aspiración mía, fruto del más elemental sentido común parece ser, hasta hoy, algo imposible de concretar. Añadí aquel día algunas propuestas que por lo visto son impracticables, absolutamente utópicas; sugería yo que haría falta un principio ordenador, y afirmaba convencida -como hoy- que hacía falta la presencia de gente veterana, experimentada, probadamente eficaz en lo suyo , que no se debería recurrir a novatos que van cambiando, que se van sucediendo mientras empiezan a aprender los rudimentos de su función, función para la que son nombrados sólo en virtud de sus cercanías políticas o empresariales.
La cultura en sus más altas manifestaciones siempre en nuestro país ha debido padecer menosprecio y postergación, y en ese ámbito no fueron pocas las ocasiones que resultaron altamente propicias para la irrupción de los oportunistas, los ineptos y los mercaderes.
Nuestro pueblo seguramente ignora que todo músico inscripto en el género clásico, para poder actuar debe presentarse ante la Policía Federal para obtener un certificado que demuestre que carecemos de "antecedentes penales"...; muy probablemente el público ignora que ese músico debe solventar una cuenta corriente en el Banco Nación aunque no disponga de fondos para depositar (todos vivimos una existencia sumamente modesta) sólo para poder conservar la esperanza de que en algún momento alguna institución oficial o particular le habrá de depositar el dinero debido por su trabajo.
Podría extenderme casi infinitamente con datos que afectan a muchos artistas de la esfera de lo académico, somos muchos, muchísimos los perjudicados, los desaprovechados, los olvidados, los burlados, pero no son pocos los que por temor no se atreven a denunciar la corrupción flagrante, perversa, casi sistemática que a lo largo de décadas se ha venido constatando en el área de la Cultura y las Artes (tanto en el plano Nacional, como en el de la Ciudad, de las provincias, como en el de diversas instituciones privadas). Yo ya he realizado una extensa carrera, una sumamente extensa carrera y ya he recibido la inapreciable retribución afectiva de un público de décadas, yo ya no temo perder nada porque ya no pretendo casi nada -excepto que haya justicia y honestidad-, pero muchos colegas míos, jóvenes en su mayoría que pujan por brindar arte, talento, trabajo serio, ven que el desánimo es inevitable ante el panorama que frente a ellos se presenta. Mi carrera ha sido larga, ya lo he dicho, he conocido muchas realidades que jamás debieron haber existido y aquí, entonces, no puedo soslayar una elocuente experiencia por mí vivida: hace 10 años conseguí que se editaran dos DVDs con los 24 Estudios de Chopin interpretados por mí en el Teatro Colón, conjuntamente con mis clases magistrales correspondientes a cada Estudio. Aquello fue un hito musical y discográfico sin antecedentes en el mundo; su contenido pedagógico fue recomendado por Martha Argerich..., pues bien: ninguna institución quiso invertir un peso para su lanzamiento, el material pudo ser editado gracias a la plata que enteramente pusimos una amiga de la música y esta pianista.
Hoy, tras 10 años de aparecido, casi nadie conoce ese material, nadie desea distribuirlo, a nadie le parece que pueda redituar dinero a pesar de lo necesario que ese material es para pianistas y estudiantes. Todo aquello que no genere jugoso lucro, está visto, debe ser arrojado como desperdicio. ¿Debemos conformarnos con esta filosofía y adoptarla como guía para nuestro país?
Mucho agradecería y como argentina me complacería que el lector de estas líneas sepa incorporar los datos de la realidad que le acerco y, que cada uno desde su lugar, a partir de su conciencia responda y actúe de la manera más conveniente y sana para nuestro país y para la cultura del mismo, en favor de la superación ética y estética, espiritual e intelectual de nuestro pueblo.
Años ha tuve que dar un concierto en un piano que sólo tenía dos patas,...el problema se solucionó apoyando el instrumento sobre unos sólidos cajones... Aquello fue algo penoso, era algo indecente, obsceno. Creo yo que hay mucho dinero en este país, mal invertido y encerrado en pocas manos. Tratemos, nada es imposible, de solucionar los problemas de la manera más decente. Nos lo debemos.
Gracias a todos por recibir este mensaje.
Elsa Púppulo

- NDR: Salta 21 decide publicar esta carta en apoyo a la Cultura y a los dichos de la pianista latinoamericana, quien con su denuncia se convierte en una luchadora cultural. Su fuerza, su valentía y su preocupación por la falta de políticas culturales que dignifiquen al artista, son una forma de manifestarse digna y respetuosamente en favor de un cambio de mentalidad. 

Fuente: Salta 21, 8 de setiembre de 2013

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