Carnevale, una de las víctima, yace en Lafuente y Riestra |
La desapasible tarde del domingo, con una ola polar cubriendo de frío todo el país invitaba para ver futbol. A falta de partidos oficiales por el campeonato, un amistoso resultaba atractivo, por que San lorenzo- Boca es un clásico siempre.Pero, cuando Ud estaba acomodándose para ver el partido, la noticia de un fuerte enfrentamiento entre fracciones de la barra de Boca, tiño de sangre el domingo y dejó a todos más preocupados por el tenor que van tomando estos acontecimientos.
Fiel a un estilo mafioso que ostentan en su accionar, con negocios que mueven cifras escalofriantes y una inolcutable vinculación con el poder llámese político o sindical, las barras bravas son hoy una muestra escándalosa del nivel de degradación e impunidad en que nos estamos moviendo en demasiados ámbitos, en este caso el deportivo.
Para leer un análisis interesante de lo vivido nos remitimos al artículo de Gustavo Grabia un especialista en el tema al que admiramos por su coraje para ilustrarnos acerca de este submundo duro, hostil y decadente
Guerrra Brava
Gustavo Grabia ggrabia@ole.com.ar Leandro Contento Lcontento@ole.com.ar
La Seguridad recibió un aviso el sábado pero no supo parar que la interna de La Doce se cobrara más vidas. Fue en el Bajo Flores, cuatro horas antes de un partido que no se jugó.
Zona de guerra en las inmediaciones del acceso visitante del Nuevo
Gasómetro. Dos muertos, un detenido. Unos 20 fierros de tamaño pierna,
con las puntas afiladas onda faca, desparramados, 80 vainas servidas. Un
partido (¡amistoso!) suspendido. Terror. En el predio vecino de
Argentinos Juniors juegan el local y Vélez al futsal. Se escuchan 150
detonaciones y hay amague de postergación. También hay pibitos jugando
en la calle que huyen despavoridos. Gente descansando en los predios de
DAOM y la Asociación Cristiana de Jóvenes con palpitaciones por las
balas perdidas. El corolario de una nueva crónica de un desastre
anunciado. Anunciadísimo, a raíz de otro enfrentamiento por la interna
de la barra de Boca, entre la facción oficial, hoy con Fido Desbaux como
lugarteniente de Mauro Martín, y la de Lomas, ayer reforzada, bajo el
halo de Rafa Di Zeo.
Desde el sábado a las 16, los encargados de seguridad estaban anoticiados de que podía ocurrir lo que ocurrió (incluso, Clarín lo publicó). Por eso, instaron a que San Lorenzo no vendiera el remanente (1878 generales, 990 plateas) que había devuelto Boca. De ahí, también, los 650 efectivos, entre policías y seguridad privada. Por eso, hubo un operativo especial en la Bombonerita, sitio desde donde parte la barra que hoy domina la popu. Sin embargo, allí sólo se reunió un grupete. El foco estuvo en otro lado... Más precisamente, en Lafuente y Janner, donde se apostaba el primer retén policial para los fanas de Boca. Ahí, a eso de las 12.45, unos 300 hombres de Lomas, y reclutas de zona Oeste y zona Norte, se plantaron con el fin de primerear la tribuna. Ante dicha marea, como el operativo comenzaba a las 15, los oficiales allí llamaron refuerzos: aparecieron dos carros de asalto y móviles de Gendarmería. Pero pasadas las 14 ocurrió lo cantado. Un nutrido grupo de la barra oficial, compuesto con piernas de la banda de Los Pinos (que responde a Maxi Mazzaro), de San Martín (adláteres de Desbaux) y de Caseros (al comando del Loco Luis) llegó con fines de emboscada. La primera etapa del cruce fue cuerpo a cuerpo, empuñando los objetos filosos. El sector de Lomas impuso la mayoría y desplazó a sus contendientes unos 200 metros. Pero el retroceso no fue naif. Los bravos “legales” respondieron con armas de fuego. Y el tiroteo fue infernal. Marcelo Carnevale, 33 años, cayó abatido en Riestra y Lafuente. Angel Díaz, 44 e histórico hombre de confianza de los Di Zeo (ver Código...) llegó sin vida al hospital Santojanni. El entrevero dejó otros cuatro heridos de bala (uno está internado grave en el Argerich) y un policía con politraumatismos.
El propio Desbaux, cabeza de la facción autorizada, acepta haber estado en los incidentes “pero para separar”. Un par de horas después de la batalla, arribó al lugar la familia de Carnevale, uno de los fallecidos. En el entorno de Chelo, tal como lo apodaban, reinaba el descensuelo. Acompañaban el cuerpo sus padres, su hermano, el suegro, amigos, y poco después se sumó su hermana. Ante las cámaras, el padre se sacó: “Esa es la banda de Rafa, los putos de Lomas y los putos de Lugano. Que venga a buscarme a mí mano a mano. Encima, el Gobierno nacional les da trabajo”. Antes, más tranqui, había declarado: “Estaba en un shopping, escuché por radio que había un muerto. Y, cuando me llamaron, pensé lo peor”.
A las 16 se iban a abrir las puertas del estadio, pero nunca les sacaron el candado. Apenas 15 minutos después, el partido se suspendía, llamados febriles de por medio entre Matías Lammens, presidente del Ciclón, el intendente Alejandro Macció, quien había recorrido la zona de desastre instantes después del mismo, y los organismos de seguridad, que explicaron que no brindaban las garantías. Triste corolario de una guerra brava que podría haberse prevenido. La prueba: en los bolsillos del malogrado Díaz, pesado con derecho de admisión y sin carnet, hallaron un ticket para ingresar al estadio... Que sólo podían adquirir los socios. O sea, alguien se lo dio. O sea, el botín sigue colgando del anzuelo. O sea, con o sin visitantes, seguirá siendo difícil saber cuál será la próxima zona de guerra.
Fuente: Olé, 22 de Julio 2013
Desde el sábado a las 16, los encargados de seguridad estaban anoticiados de que podía ocurrir lo que ocurrió (incluso, Clarín lo publicó). Por eso, instaron a que San Lorenzo no vendiera el remanente (1878 generales, 990 plateas) que había devuelto Boca. De ahí, también, los 650 efectivos, entre policías y seguridad privada. Por eso, hubo un operativo especial en la Bombonerita, sitio desde donde parte la barra que hoy domina la popu. Sin embargo, allí sólo se reunió un grupete. El foco estuvo en otro lado... Más precisamente, en Lafuente y Janner, donde se apostaba el primer retén policial para los fanas de Boca. Ahí, a eso de las 12.45, unos 300 hombres de Lomas, y reclutas de zona Oeste y zona Norte, se plantaron con el fin de primerear la tribuna. Ante dicha marea, como el operativo comenzaba a las 15, los oficiales allí llamaron refuerzos: aparecieron dos carros de asalto y móviles de Gendarmería. Pero pasadas las 14 ocurrió lo cantado. Un nutrido grupo de la barra oficial, compuesto con piernas de la banda de Los Pinos (que responde a Maxi Mazzaro), de San Martín (adláteres de Desbaux) y de Caseros (al comando del Loco Luis) llegó con fines de emboscada. La primera etapa del cruce fue cuerpo a cuerpo, empuñando los objetos filosos. El sector de Lomas impuso la mayoría y desplazó a sus contendientes unos 200 metros. Pero el retroceso no fue naif. Los bravos “legales” respondieron con armas de fuego. Y el tiroteo fue infernal. Marcelo Carnevale, 33 años, cayó abatido en Riestra y Lafuente. Angel Díaz, 44 e histórico hombre de confianza de los Di Zeo (ver Código...) llegó sin vida al hospital Santojanni. El entrevero dejó otros cuatro heridos de bala (uno está internado grave en el Argerich) y un policía con politraumatismos.
El propio Desbaux, cabeza de la facción autorizada, acepta haber estado en los incidentes “pero para separar”. Un par de horas después de la batalla, arribó al lugar la familia de Carnevale, uno de los fallecidos. En el entorno de Chelo, tal como lo apodaban, reinaba el descensuelo. Acompañaban el cuerpo sus padres, su hermano, el suegro, amigos, y poco después se sumó su hermana. Ante las cámaras, el padre se sacó: “Esa es la banda de Rafa, los putos de Lomas y los putos de Lugano. Que venga a buscarme a mí mano a mano. Encima, el Gobierno nacional les da trabajo”. Antes, más tranqui, había declarado: “Estaba en un shopping, escuché por radio que había un muerto. Y, cuando me llamaron, pensé lo peor”.
A las 16 se iban a abrir las puertas del estadio, pero nunca les sacaron el candado. Apenas 15 minutos después, el partido se suspendía, llamados febriles de por medio entre Matías Lammens, presidente del Ciclón, el intendente Alejandro Macció, quien había recorrido la zona de desastre instantes después del mismo, y los organismos de seguridad, que explicaron que no brindaban las garantías. Triste corolario de una guerra brava que podría haberse prevenido. La prueba: en los bolsillos del malogrado Díaz, pesado con derecho de admisión y sin carnet, hallaron un ticket para ingresar al estadio... Que sólo podían adquirir los socios. O sea, alguien se lo dio. O sea, el botín sigue colgando del anzuelo. O sea, con o sin visitantes, seguirá siendo difícil saber cuál será la próxima zona de guerra.
Fuente: Olé, 22 de Julio 2013
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