Ayer, 8 de Julio, murió Joaquín Piña un sacerdote jesuita comprometido
fuertemente con la realidad social de la tierra Misionera, donde fue designado
como el primer Obispo de la Diócesis de Puerto Iguazú, cargo que ejerció desde 1986 hasta el 2006, año en
que solicitó su jubilación para dedicarse a la política.
Se lo recuerda especialmente por haber enfrentado al poder político encabezando
una coalición de una decena de partidos políticos denominada Frente Unidos por
la Dignidad (FUD) que en el año
2006 y contra todos los pronósticos
derroto al gobierno provincial de Misiones apoyado bastamente por el entonces
presidente Kirchner y le frustró el proyecto de reelección al gobernador Carlos Eduardo Rovira quien aspiraba a
modificar la Constitución Provincial a tal fin. Las consecuencias del resultado
electoral de Misiones fueron importantes en todo el país, y así Joaquín Piña
sacando 13 puntos de ventaja sobre el candidato oficial pasó a ser reconocido y
valorado fuera del ámbito eclesiástico, por el valor de unir a la oposición y
consolidar un frente que limitara las pretensiones del poder aún con todos los
comentarios previos desfavorables.
Murió Piña, asumió compromisos y dio un
ejemplo de moderación en concretar posibilidades basadas en su capacidad de escuchar
a todos, para así lograr unir
voluntades. Un camino que los políticos no demuestran precisamente que puedan
recorrer fácilmente. El resonante triunfo de Piña permitió muchos análisis desde
todos los sectores, basta por ejemplo leer que opinaban desde Alternativa
Socialista, con fecha 9 de noviembre del 2006
Efecto dominó
La contundente derrota
del gobernador de Misiones, Rovira, abrió la caída en cascada de las ambiciones
reeleccioncitas de, Fellner y Solá, dos de los gobernadores más afines al
presidente Kirchner. Quedó así a la vista la precariedad del régimen político
argentino. En Misiones saltó a la luz lo más podrido que tiene la vieja
política. No falto nada. Todo esto aumentó la bronca de la población que
rechazando a Rovira, le provocó un golpe durísimo al plan político de Kirchner.
Este porrazo electoral sigue en línea con todo lo ocurrido en octubre: la
desaparición de Julio López, la patota en el Hospital Francés y el bochorno de
San Vicente habían lastimado la credibilidad presidencial, y el golpe de
Misiones le abre una gran incertidumbre política.
No
alcanzó el respaldo enorme del presidente, sus ministros y su hermana Alicia
para que Rovira pudiera imponer su reelección eterna. Tampoco las peores
prácticas políticas aplicadas, cada vez, con mayor descaro. Ni la compra de
votos con electrodomésticos, alimentos, chapas y colchones. Ni los “créditos”
de mil pesos a mujeres cabeza de familia para microemprendimientos, ni los
documentos de identidad en blanco listos para ser falsificados, ni el voto del
abuelo de Rovira muerto hace tiempo o la intención de hacer votar a ciudadanos
extranjeros trasladados en camiones desde Paraguay. La derrota del gobernador fue
contundente, brutal. Tan escandalosa que lo obligó a esconderse por más de una
semana.
La onda expansiva de la derrota terminó con las ambiciones de Fellner, el gobernador más afín a Kirchner desde el primer día de su gobierno y las de Solá, cabeza política del proyecto kirchnerista en el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires. A Kirchner, por su parte, lo dejó “flameando de pies a cabeza”, sin poder emitir palabra, como diría el martes 7 un analista del diario Clarín.
La vigencia del “que se vayan todos”
La principal lección que deja la elección de
Misiones, que Kirchner leyó bien, tiene que ver con que el sistema político
argentino sigue en una crisis aguda, atenuada por momentos y que tiende a
descongelarse en otros. El Argentinazo de diciembre de 2001 volteó varios
presidentes pero además puso en crisis terminal al sistema de partidos (UCR Y
PJ) que gobernó alternadamente los últimos 24 años, pilares de sustentación del
régimen. Las consignas más coreadas en esos días y en los meses que siguieron
fueron “Que se vayan todos” y “sin peronistas ni radicales, vamos a vivir
mejor”.La onda expansiva de la derrota terminó con las ambiciones de Fellner, el gobernador más afín a Kirchner desde el primer día de su gobierno y las de Solá, cabeza política del proyecto kirchnerista en el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires. A Kirchner, por su parte, lo dejó “flameando de pies a cabeza”, sin poder emitir palabra, como diría el martes 7 un analista del diario Clarín.
La vigencia del “que se vayan todos”
Desde entonces, no se han podido recuperar esos viejos partidos. Y aunque la mayoría de los viejos políticos siguen estando, necesitan el paraguas de Kirchner. Pero Misiones mostró que ese paraguas ya no funciona como antes, como tampoco lo hace su doble discurso. El repudio a la ambición de los viejos políticos de perpetuarse en el poder es masivo. Y expresa de manera distorsionada la necesidad de un cambio de dirigencia política. El presidente leyó aquel mensaje y por eso en cuanto asumió intento un acuerdo transversal para formar un nuevo espacio político. Pero fracasó. Desde entonces, se viene apoyando en mucho de lo peor de los viejos políticos. Ese es el caso de Rovira. Pero no es el único. La derrota de la reelección se desparramó como una mancha de aceite por todo el país y ya tuvo sus dos primeras víctimas. Ahora esa marea va por quienes lograron en un coyuntura más favorable para el gobierno, a fuerza de fraude y clientelismo asegurarse reformas constitucionales, son los casos de Tucumán, Santa Cruz (reforma efectuada por el propio Kirchner), La Rioja y otras.
El silencio de Kirchner después de la debacle de Rovira, es porque el fantasma del “que se vayan todos” rondo sus noches del Calafate donde decidió según el periodista que lo vio “flamear de pies a cabeza” cortar el camino reeleccionista de aquellos de sus socios que no habían tomado la precaución antes de Misiones. Sin embargo, hay algo que no puede resolver. Tres años y medio después de haber asumido no ha podido construir un nuevo proyecto político para enmascarar la vieja política de siempre y tiene que recurrir a restos del viejo PJ, la UCR y la burocracia sindical. La coyuntura donde lo dominante eran las ilusiones en el presidente, donde con su presencia lograba arrastrar votos a esos viejos dirigentes odiados, donde avanzaba desarticulando toda la oposición, cooptando inclusive sectores de centroizquierda y de izquierda, ya no existe. Esa es la lección de Misiones. Y es así porque se dieron una enorme cantidad de hechos que pusieron al desnudo su doble discurso. La desaparición de López y la incapacidad o desinterés del gobierno por encontrarlo, la patota del Francés, el bochorno de San Vicente, mostraron la falsedad de los dos pilares de ese doble discurso, derechos humanos y nueva política, esa perdida de las ilusiones está en los inicios pero ha empezado y difícilmente se detenga o cambie de rumbo.
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