El tema es como para no hacerse el distraído, nos importa a todos y somos demasiados los que debemos padecer por la pérdida de seres queridos debidos a los accidentes de tránsito. Así la difusión de estos números que reflejan la durísima realidad que vivimos debe merecer la atención de todos, es decir usuarios y especialemente por los responsables desde los diferentes ámbitos de gobierno. El título de la nota que reproducimos es por demas sugestivo, hace mención a cuantas vidas se han perdido, léala y sepa de que se trata.
11 veces Once: muerte sin escándalo en las rutas de CórdobaLos
números son fríos y dolorosos. Y no mienten.
En las principales siete rutas
nacionales que cruzan la provincia de Córdoba –excluyendo la más importante, la
9– hubo, entre 2007 y 2012, accidentes automovilísticos que costaron la vida a
579 personas.
En el primer semestre del año ya se
registraron 43 muertes en esos caminos. 2013 cerrará cerca del promedio
macabro. Que no nos sorprende ni a nosotros. Ya nos acostumbramos a calcular
qué probabilidades tenemos de morir. Y nos persignamos al salir.
El promedio anual es glacial: 96,5
muertos, lo que equivale a 1,89 veces al año los 51 muertos en el impactante
accidente del ferrocarril Sarmiento en la estación Once, en febrero de 2012.
Redondeemos esta ruleta rusa: en las rutas nacionales que cruzan Córdoba, se
producen casi dos tragedias de Once al año.
¿Usted escuchó alguna queja?
¿Percibió que esta tragedia de Once multiplicada 11,35 veces (51 x 11,35 =
578,8) pusiera al Gobierno nacional en vilo? ¿Escuchó prometer algo al ministro
de Planificación, Julio De Vido? ¿Vio que echaran a alguien? ¿Se inició una
causa judicial? No.
Ni nos anotan. Es que no nos
tienen en cuenta. Literalmente. Ni siquiera hay un organismo nacional o
provincial que contabilice de manera correcta las muertes en accidentes de
tránsito.
Las cifras que damos acá existen
gracias al trabajo silencioso de sucesivos periodistas de la sección Ciudadanos
de este diario (hoy es Juan Federico quien registra los datos), que desde 2007
no les pierden pisada a los accidentes y sus consecuencias. Eso evita que
alguien que muere tres días después de haber sido sacado de un amasijo de
hierros se diluya en las estadísticas oficiales como víctima de un paro
cardíaco que no explica la causa efectiva del deceso.
¿Todas las muertes son atribuibles
al pésimo estado de las rutas nacionales que cruzan Córdoba? Es difícil
aseverarlo. Pero es imposible pensar que los kilómetros de baches, la carencia
de circunvalaciones, los anchos de ruta y ángulos de curvas que son iguales a
los de hace 40 años, no tengan nada que ver.
Las rutas nacionales son la calle
principal –la San Martín, digamos– de centenares de pueblos y ciudades. Ellas
son la 7, la 8 y la 35, en el sur; la 158, entre Río Cuarto, Villa María y San
Francisco; la 36, entre Río Cuarto y Córdoba; la 38, que cruza Punilla hacia La
Rioja, y la 19, entre Córdoba y San Francisco.
Hay algunos indicios que sugieren
que la causa principal de las muertes va de la mano de la degradación de la
infraestructura.
La Provincia de Córdoba repuso la
Policía Caminera. Algo debe haber influido en que los conductores seamos un
poco menos suicidas y negligentes de lo que éramos. En todo caso, está visto
que no alcanza con encender las luces y usar el cinturón. En algún momento,
tendrán que mejorar los caminos (parece que cada vez es más necesario repetir
lo obvio, ¿no?).
En la autopista Córdoba-Rosario,
donde la Nación sí realizó una importante inversión, las víctimas mortales
siguen siendo demasiadas. La negligencia no se erradica con cemento. Pero
fíjense: en los últimos cuatro años (desde que se pudo contar por separado los
fallecimientos) en la autopista, donde se concentra por lejos el mayor flujo,
hubo un promedio de 22,3 muertos al año. En cambio, en la vieja ruta 9, pese a
que en su tramo sur la mayor parte del tránsito se desplazó a la autopista,
hubo un promedio de 37,5 muertos al año. Un 68 por ciento más que en la
autopista.
O sea: parece razonable pensar que
los mejores caminos son menos luctuosos que los peores. Otra vez lo obvio.
Se calcula que los 312 kilómetros
que hizo construir la Nación para completar la autopista entre Pilar y
Carcarañá costaron 3.226 millones de pesos. Se hizo entre 2008 y 2010. En las
siete rutas que mencionamos no sucedió más nada digno de mención.
Sin embargo, sólo en 2012, los
trenes de Capital Federal y Gran Buenos Aires recibieron subsidios operativos
por 4.708 millones. Eso es para los sueldos y el día a día. Las inversiones
fueron aparte. Hace décadas que es así.
El boleto de tren cuesta allí un
promedio de 1,50 peso, una falsa tarifa que el Gobierno no ha querido sincerar
para no perder votos. Pese a eso, se estima que 40 de los pasajeros no paga el
boleto. Al parecer, nadie se molesta en cobrarlo: primero, porque a ese precio
no vale la pena; segundo, otra vez, para que nadie se enoje y no se pierdan
votos en los distritos que eligen al presidente de la Nación y definen el
Congreso.
Eso sí. Después mueren 51 personas
y todo el país concurre a depositar nuevas fortunas que, por lo visto un año
después en el accidente de la línea Sarmiento, vuelven a ser desperdiciadas.
Sonámbulos en la “era del yuyo” En
cambio, la ineptitud y la mezquindad de causar muertes en estas rutas no tienen
costo político. Tienen la virtud del aislamiento y la pausa. Unas fueron este
mes por un bache cerca de San Basilio. Otras serán el próximo mes por un bache
a la salida de Las Varillas.
Tal vez la situación sea muy
parecida en otras provincias. No lo sabemos. Porque allí ni siquiera hay un
diario que contabilice las muertes. A los santafesinos los deben ignorar como a
nosotros. Si no, esa provincia no se hubiera hecho cargo de costear la autovía
entre Santo Tomé y San Francisco, sobre la ruta 19, también de la ficticia
jurisdicción nacional. Vialidad Nacional promete devolver los fondos.
Peor es lo que ha tenido que hacer
la Provincia de Córdoba con la ruta 36: pedir que la pasen a su jurisdicción
para empezar a construir una autovía por modestos tramos. La autovía completa
costará 1.600 millones. La Nación se la saca de encima con la promesa de 120
millones para repavimentar lo existente.
¡Qué cobrái! Pero si esa es
la solución, entonces habría que pedir que nos dejen de cobrar impuestos con
los que, se supone, la Nación financia las rutas. No es justo que ese dinero se
pierda en el barril sin fondo del ferrocarril Sarmiento, aunque esas muertes
sean igualmente lamentables.
Porque lo más vergonzoso es que
todo esto sucede en “la era del yuyo”, cuando provincias como Córdoba, Santa
Fe, La Pampa, Entre Ríos o el interior bonaerense pagan más impuestos que nadie
y reciben de vuelta las menores porciones de todas. Encima, la Nación acumula,
con distritos como los tres primeros mencionados, años de deuda documentada por
suplementos provisionales no pagados (deuda de la Caja). Y no ejecuta partidas
presupuestarias dirigidas a Córdoba o Santa Fe (el Congreso les pone sus
sellos, pero el Ejecutivo los ignora).
Nótese nuestro pobrismo. En
Córdoba, ya ni siquiera imaginamos la posibilidad de nuevas rutas: apenas
despertamos para pedir que bacheen algún tramo de las existentes, para recaer
en este sonambulismo. Si no se trazaron rutas nuevas en la década de la soja,
¿cuándo se podrán trazar?
Olvídense del quórum. A todo
esto, mientras Cristina Fernández abandona sus funciones presidenciales en lo
concerniente a rutas nacionales del interior, va asumiendo funciones
provinciales o municipales en el Gran Buenos Aires.
Gendarmes y prefectos pagados por
todos son los policías del conurbano desde hace más de dos años. La Nación paga
los servicios de agua y de cloacas que en el resto del país cada municipio
afronta como puede. Y todos los días, salpicadito, inaugura centros de salud,
cámaras de seguridad, asfaltado de calles, arbolados y cordones cuneta en ese
aglomerado.
Reformulemos el dicho: “El que
tiene –nuestra– plata, hace lo que quiere”. Porque no le gustan nuestras caras.
O porque le disgusta cómo votamos. Vaya uno a saber la razón.
Nuestros representantes en el
Congreso no han tenido mayor suerte. La exdiputada Griselda Baldata, por
ejemplo, lo intentó con la ruta 36. Pero 579 muertos reclaman algo más contundente
y concertado. Una idea: que ninguno de nuestros 19 diputados vuelva a dar
quórum –nunca más, para ninguna ley– hasta no lograr un compromiso efectivo y
de largo alcance.
Si en estos días se le cruza un
candidato a diputado, pregúntele qué piensa hacer para que estos 579 muertos
cuesten lo mismo que los de Once. No se olvide. La regla nemotécnica es
sencilla: 11 x Once.
¿Y las rutas de la Provincia?
En las rutas de jurisdicción
provincial también se registran cuantiosas muertes. Todas ellas son más que
susceptibles de mejora y muestran en muchos casos un pésimo estado, desde hace
años. Sin embargo, el flujo abrumadoramente mayoritario del tránsito corre por
las rutas de jurisdicción nacional que cruzan por Córdoba. Y es la Nación la
que cobra impuestos aquí que deberían destinarse a rutas, pero que utiliza para
otros fines o que concentra en otras jurisdicciones, en un acto de
discriminación regional que se repite en diversas áreas.
Fuente: La Voz 9.07.13
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