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11 jul 2013

Accidentes en las rutas de Córdoba

El tema es como para no hacerse el distraído, nos importa a todos y somos demasiados los que debemos padecer por la pérdida de seres queridos debidos a los accidentes de tránsito. Así la difusión de estos números que reflejan la durísima realidad que vivimos debe merecer la atención de todos, es decir usuarios y especialemente por los responsables desde los diferentes ámbitos de gobierno. El título de la nota que reproducimos es por demas sugestivo, hace mención a cuantas vidas se han perdido, léala y sepa de que se trata.


11 veces Once: muerte sin escándalo en las rutas de CórdobaLos números son fríos y dolorosos. Y no mienten.


En las principales siete rutas nacionales que cruzan la provincia de Córdoba –excluyendo la más importante, la 9– hubo, entre 2007 y 2012, accidentes automovi­lísticos que costaron la vida a 579 personas.
En el primer semestre del año ya se registraron 43 muertes en esos caminos. 2013 cerrará cerca del promedio macabro. Que no nos sorprende ni a nosotros. Ya nos acostumbramos a calcular qué probabilidades tenemos de morir. Y nos persignamos al salir.
El promedio anual es glacial: 96,5 muertos, lo que equivale a 1,89 veces al año los 51 muertos en el impactante accidente del ferrocarril Sarmiento en la estación Once, en febrero de 2012. Redondeemos esta ruleta rusa: en las rutas nacionales que cruzan Córdoba, se producen casi dos tragedias de Once al año.
¿Usted escuchó alguna queja? ¿Percibió que esta tragedia de Once multiplicada 11,35 veces (51 x 11,35 = 578,8) pusiera al Gobierno nacional en vilo? ¿Escuchó prometer algo al ministro de Planificación, Julio De Vido? ¿Vio que echaran a alguien? ¿Se inició una causa judicial? No.

Ni nos anotan. Es que no nos tienen en cuenta. Literalmente. Ni siquiera hay un organismo nacional o provincial que contabilice de manera correcta las muertes en accidentes de tránsito.
Las cifras que damos acá existen gracias al trabajo silencioso de sucesivos periodistas de la sección Ciudadanos de este diario (hoy es Juan Federico quien registra los datos), que desde 2007 no les pierden pisada a los accidentes y sus consecuencias. Eso evita que alguien que muere tres días después de haber sido sacado de un amasijo de hierros se diluya en las estadísticas oficiales como víctima de un paro cardíaco que no explica la causa efectiva del deceso.
¿Todas las muertes son atribuibles al pésimo estado de las rutas nacionales que cruzan Córdoba? Es difícil aseverarlo. Pero es imposible pensar que los kilómetros de baches, la carencia de circunvalaciones, los anchos de ruta y ángulos de curvas que son iguales a los de hace 40 años, no tengan nada que ver.
Las rutas nacionales son la calle principal –la San Martín, digamos– de centenares de pueblos y ciudades. Ellas son la 7, la 8 y la 35, en el sur; la 158, entre Río Cuarto, Villa María y San Francisco; la 36, entre Río Cuarto y Córdoba; la 38, que cruza Punilla hacia La Rioja, y la 19, entre Córdoba y San Francisco.
Hay algunos indicios que sugieren que la cau­­sa principal de las muertes va de la mano de la degradación de la infraestructura.

La Provincia de Córdoba repuso la Policía Caminera. Algo debe haber influido en que los conductores seamos un poco menos suicidas y negligentes de lo que éramos. En todo caso, está visto que no alcanza con encender las luces y usar el cinturón. En algún momento, tendrán que mejorar los caminos (parece que cada vez es más necesario repetir lo obvio, ¿no?).
En la autopista Córdoba-Rosario, donde la Nación sí realizó una importante inversión, las víctimas mortales siguen siendo demasiadas. La negligencia no se erradica con cemento. Pero fíjense: en los últimos cuatro años (desde que se pudo contar por separado los fallecimientos) en la autopista, donde se concentra por lejos el mayor flujo, hubo un promedio de 22,3 muertos al año. En cambio, en la vieja ruta 9, pese a que en su tramo sur la mayor parte del tránsito se desplazó a la autopista, hubo un promedio de 37,5 muertos al año. Un 68 por ciento más que en la autopista.
O sea: parece razonable pensar que los mejores caminos son menos luctuosos que los peores. Otra vez lo obvio.
Se calcula que los 312 kilómetros que hizo construir la Nación para completar la autopista entre Pilar y Carcarañá costaron 3.226 millones de pesos. Se hizo entre 2008 y 2010. En las siete rutas que mencionamos no sucedió más nada digno de mención.
Sin embargo, sólo en 2012, los trenes de Capital Federal y Gran Buenos Aires recibieron subsidios operativos por 4.708 millones. Eso es para los sueldos y el día a día. Las inversiones fueron aparte. Hace décadas que es así.
El boleto de tren cuesta allí un promedio de 1,50 peso, una falsa tarifa que el Gobierno no ha querido sincerar para no perder votos. Pese a eso, se estima que 40 de los pasajeros no paga el boleto. Al parecer, nadie se molesta en cobrarlo: primero, porque a ese precio no vale la pena; segundo, otra vez, para que nadie se enoje y no se pierdan votos en los distritos que eligen al presidente de la Nación y definen el Congreso.
Eso sí. Después mueren 51 personas y todo el país concurre a depositar nuevas fortunas que, por lo visto un año después en el accidente de la línea Sarmiento, vuelven a ser desperdiciadas.

Sonámbulos en la “era del yuyo” En cambio, la ineptitud y la mezquindad de causar muertes en estas rutas no tienen costo político. Tienen la virtud del aislamiento y la pausa. Unas fueron este mes por un bache cerca de San Basilio. Otras serán el próximo mes por un bache a la salida de Las Varillas.
Tal vez la situación sea muy parecida en otras provincias. No lo sabemos. Porque allí ni siquiera hay un diario que contabilice las muertes. A los santafesinos los deben ignorar como a nosotros. Si no, esa provincia no se hubiera hecho cargo de costear la autovía entre Santo Tomé y San Francisco, sobre la ruta 19, también de la ficticia jurisdicción nacional. Vialidad Nacional promete devolver los fondos.
Peor es lo que ha tenido que hacer la Provincia de Córdoba con la ruta 36: pedir que la pasen a su jurisdicción para empezar a construir una autovía por modestos tramos. La autovía completa costará 1.600 millones. La Nación se la saca de encima con la promesa de 120 millones para repavimentar lo existente.

¡Qué cobrái! Pero si esa es la solución, entonces habría que pedir que nos dejen de cobrar impuestos con los que, se supone, la Nación financia las rutas. No es justo que ese dinero se pierda en el barril sin fondo del ferrocarril Sarmiento, aunque esas muertes sean igualmente lamentables.
Porque lo más vergonzoso es que todo esto sucede en “la era del yuyo”, cuando provincias como Córdoba, Santa Fe, La Pampa, Entre Ríos o el interior bonaerense pagan más impuestos que nadie y reciben de vuelta las menores porciones de todas. Encima, la Nación acumula, con distritos como los tres primeros mencionados, años de deuda documentada por suplementos provisionales no pagados (deuda de la Caja). Y no ejecuta partidas presupuestarias dirigidas a Córdoba o Santa Fe (el Congreso les pone sus sellos, pero el Ejecutivo los ignora).
Nótese nuestro pobrismo. En Córdoba, ya ni siquiera imaginamos la posibilidad de nuevas rutas: apenas despertamos para pedir que bacheen algún tramo de las existentes, para recaer en este sonambulismo. Si no se trazaron rutas nuevas en la década de la soja, ¿cuándo se podrán trazar?

Olvídense del quórum. A todo esto, mientras Cristina Fernández abandona sus funciones presidenciales en lo concerniente a rutas nacionales del interior, va asumiendo funciones provinciales o municipales en el Gran Buenos Aires.
Gendarmes y prefectos pagados por todos son los policías del conurbano desde hace más de dos años. La Nación paga los servicios de agua y de cloacas que en el resto del país cada municipio afronta como puede. Y todos los días, salpicadito, inaugura centros de salud, cámaras de seguridad, asfaltado de calles, arbolados y cordones cuneta en ese aglomerado.
Reformulemos el dicho: “El que tiene –nuestra– plata, hace lo que quiere”. Porque no le gustan nuestras caras. O porque le disgusta cómo votamos. Vaya uno a saber la razón.
Nuestros representantes en el Congreso no han tenido mayor suerte. La exdiputada Griselda Baldata, por ejemplo, lo intentó con la ruta 36. Pero 579 muertos reclaman algo más contundente y concertado. Una idea: que ninguno de nuestros 19 diputados vuelva a dar quórum –nunca más, para ninguna ley– hasta no lograr un compromiso efectivo y de largo alcance.
Si en estos días se le cruza un candidato a ­diputado, pregúntele qué piensa hacer para que estos 579 muertos cuesten lo mismo que los de Once. No se olvide. La regla nemotécnica es sencilla: 11 x Once.

¿Y las rutas de la Provincia?
En las rutas de jurisdicción provincial también se registran cuantiosas muertes. Todas ellas son más que susceptibles de mejora y muestran en muchos casos un pésimo estado, desde hace años. Sin embargo, el flujo abrumadoramente mayoritario del tránsito corre por las rutas de jurisdicción nacional que cruzan por Córdoba. Y es la Nación la que cobra impuestos aquí que deberían destinarse a rutas, pero que utiliza para otros fines o que concentra en otras jurisdicciones, en un acto de discriminación regional que se repite en diversas áreas.

 Fuente: La Voz 9.07.13

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