Los trabajadores de Luz y Fuerza
celebraron su día, no fue un aniversario más dado que cumplieron 60 años de la
creación de EPEC y 70 años del gremio de Luz y Fuerza. En Río Cuarto se organizó un festejo especial, así se abrieron las puertas de su sede gremial
con una función que le permitió a los vecinos escuchar las voces privilegiadas
de los tenores del Colón. Un espectáculo de real jerarquía, del que los que participamos
disfrutamos y mucho, hasta aquí todos de acuerdo.
Antes de iniciarse el espectáculo propiamente
dicho, hubo una reseña de la actividad gremial y su historia enfocando los
logros del sector, que no son pocos precisamente, cualquier cordobés y menos
por estos días los ignora. Pero lo que nos llamó mucho la atención que en esa
reseña no hubiera la más mínima mención a un dirigente emblemático de Luz y
Fuerza que hizo historia con su accionar, nos referimos a Agustín Tosco. El
Gringo Tosco nativo de Coronel Moldes, que murió en la clandestinidad en 1975, no
tuvo su lugar en el recuerdo del sábado pasado en Río Cuarto. ¿Qué tal si lo reivindicamos
releyendo lo que escribiera sobre él Osvaldo Bayer, cuando se cumplieron 25
años de su desaparición? Por que las reflexiones de Tosco que recuerda Bayer
merecen ser leídas con detenimiento. Veamos:
Un
hombre incorruptible
Por
Osvaldo Bayer
En
esta sociedad argentina tan confusa, los dos populismos –el radicalismo y el
peronismo– que nos gobiernan desde siempre (con las interrupciones militares
“ordenadoras” habituales) parecería que hubieran borrado para siempre todas las
fronteras de las definiciones. Pero, como excepciones, hay figuras que pese a
todo ayudan a redefinir los valores. Una de ellas –una de las más firmes, sin
duda, de “piedra”– es Agustín Tosco. Y lo es porque surge de un sector que,
junto al político, es uno de los más confusos, o que confunde más, de nuestra
sociedad: el sindicalismo. El sindicalismo a partir de 1943 comienza a
transgredir lo que tendría que haber sido su derrotero. Se inicia en la
coparticipación del poder, y poder significa también corrupción. Se hace
participacionista, conciliador, artífice para no quebrar el equilibrio en la
sociedad capitalista. Entra con todo en el populismo. Cambia, grita, sale a la
calle, para dejar todo como estaba.
Tosco es la antítesis, es el dirigente sindical antiburocrático, el auténtico
dirigente obrero que no sólo cuida y representa los intereses de los
trabajadores sino que además busca un camino para una sociedad justa. Es decir,
que su acción y pensamiento no quedan en una labor limitada a discutir
convenios o leyes, sino que, con persistencia, va buscando caminos y procederes
que lo ayuden a terminar con el sistema de pedidos y dádivas. Para luego ya
pretender, como búsqueda máxima, que todo el sistema se afirme en estructuras
igualitarias. En esa época argentina, Tosco es una “rara avis”. Valentía,
honestidad, perspicacia, calma, capacidad para el debate. Ni obedecía
directivas partidarias ni participaba en el banquete constante. La contrapartida
definida es el dirigente neoperonista Vandor. Una especie de “manager” de la
relación Estado-Capital-Trabajo.
Es una época clave aquella de los sesenta, en la que la bala, el bastón largo,
los oficios de los servicios de informaciones y los militares en el poder
dominarán la escena.
Tal vez, la cualidad más alta de Tosco era no entrar en internas, en
discusiones interminables sobre personalismos o directivas de secta.
Cuando la clase obrera salía a la calle, él no rehuía la primera fila, lo
tomaba como algo natural, frente a los uniformados del sistema y sus bastones o
balas.
Con él se da la palabra, el valor de la palabra. Lo escuché hablar en un
congreso obrero. Por supuesto, Tosco estaba en minoría y su palabra creaba el
silencio a su alrededor. Se lo escuchaba. Hasta los provocadores pagados por la
burocracia acallaban sus abucheos o sus coros de “Perón, Perón” como único
argumento para tapar el debate. Esos eran los mejores momentos de Agustín
Tosco. No necesitaba elevar el nivel de voz porque hablaba con la verdad. Sus
conceptos eran simples: ni los juegos florales para hacer creer lo que nadie
creía ni el personalismo demagógico acostumbrado de los dirigentes con puesto
asegurado. Noble, firme. Nada mejor para demostrar que todas estas palabras
sentidas que estoy volcando aquí no son mera alabanza circunstancial es leer
sus escritos.
Un dirigente obrero para libro de láminas. Ese es el patrón; ése, el
gobernante; ése, el policía; ése, el militar; ése, el obrero: todo bien
definido.
Tosco es todo lo contrario del fanático adoctrinado: “Siempre es necesario
encontrar las coincidencias para la acción y para la lucha en base a la unidad.
Con ello lograremos los triunfos que anhelamos. Como lo enseña la historia del
movimiento obrero”. Lo pensó, lo escribió y lo llevó a cabo.
La eterna burocracia sindical de los Triaca y los Daer rehúye la figura de
Tosco. El peronismo oficial no habla de él. Se cumplieron los 25 años de su
muerte y poco eco tuvo el recuerdo en los medios. Sigue siendo la figura de
centros de estudiantes, de sindicatos no burocráticos, de agrupaciones
opositoras a los pasillos ministeriales. Su figura tiene el halo de aquellos
sindicalistas fundadores de principios de siglo, que fueron capaces de levantar
sociedades obreras en los pueblitos más aislados de la pampa, o entre los
colocadores de vías del norte, el oeste y el litoral. Aquellos que no se
contentaban sólo con dar las directivas que venían de la capital sino que
acataban las asambleas, después de escuchar también al analfabeto y al extranjero
que refundía nuevos idiomas.
Al recordar a Tosco no se puede caer en el personalismo, no se corre ese
peligro. Porque no hacía milagros ni era el gran prometedor ni repartía pan
dulce ni estampitas de Luján. El era lo que los demás resolvían –pero siempre
dando su opinión– y luego se marchaba en la misma dirección. No dirigió sino
que acompañó las explosiones populares, aunque iba, claro, en primera fila
porque allí lo querían ver los hombres y mujeres de buena voluntad. Y porque él
era un heredero del peligro que habían sufrido permanentemente aquellos obreros
que encabezaron las filas de 1902 donde cayó el obrero marítimo Ocampo ante las
balas uniformadas de los poderosos de los toros Shorton y de las vacas
Holando-Argentino, con sus representantes galerudos de la Casa Rosada; o en la
Plaza Lorea, en 1909, por las ocho horas de trabajo, atacados con la máxima de
las cobardías por el máximo héroe de la Policía, el asesino nato coronel Ramón
Falcón. Tosco en primera fila en la manifestación del pueblo frente a los
máuseres de Onganía, el general gris, con la eterna tristeza del egoísta. Tosco
en las cárceles, en esas celdas todas solidaridad frente a la tortura y la raza
de ratas de los guardiacárceles.
Tosco escribía ya en 1969, en pleno esplendor neofranquista del onganiato estas
palabras profundas, estas verdades profundamente dolorosas por lo reales:
“Porque es cierto que en nuestro país la miseria margina a grandes grupos
humanos. En la ciudad y en el campo. La existencia de las villas miseria son
una prueba elocuente de la explotación del hombre por el hombre. La otra cara
del lujo y la suntuosidad. La expresión más dramática de la falta de humanismo,
donde la desnutrición, la enfermedad, el analfabetismo, la promiscuidad no son
cualidades específicas de sus habitantes, sino consecuencias, efectos de la
riqueza acumulada o despilfarrada por los sectores que gozan de todos los
privilegios.
“Porque es cierto que en nuestro país muchas familias no encuentran
posibilidades de educación para sus hijos. Así, por falta de recursos
económicos, como por la insuficiencia de escuelas, como por la carencia de
bancos. Por lo oneroso que resulta cada vez más el precio del transporte, de
los útiles y libros escolares, de la indumentaria, de las cooperadoras.
“Porque es cierto que en nuestro país se traba el justo reclamo de la juventud
para su capacitación técnica o cultural, por sus problemaseconómicos, por la
imposición de aranceles cada vez mayores, por el selectivismo, el
limitacionismo y la falta de perspectivas posteriores.
“Porque es cierto que en nuestro país la mujer no tiene igualdad de derechos,
aun en las limitaciones de los mismos que goza el hombre. Y es sabido que sobre
ellas es donde recae la mayor explotación económica, tanto en las tareas rurales,
como en el comercio, la industria o los servicios.
“Porque es cierto que en nuestro país los hombres y mujeres del campo están
sometidos a explotación cuando trabajan, en especial en los ingenios, actividad
forestal, frutícola, cerealera, y sobreviven en la indigencia en los períodos
de receso, sin perspectivas de colocar su capacidad de trabajo en otras
ocupaciones.
“Porque es cierto que en nuestro país la mayoría de quienes gozan de ingresos
medianos no tiene otras perspectivas que el estancamiento o la proletarización,
salvo el pequeño núcleo de ejecutivos cuya condición de promoción está
supeditada a su identificación con políticas empresariales de contenido
regresivo.
“Porque es cierto que en nuestro país la falta de desarrollo económico obliga
al éxodo de especialistas, técnicos y profesionales que no encuentran ocupación
para aplicar sus conocimientos.
“Porque es cierto que en nuestro país a medida que pasa el tiempo se va
acentuando la absorción, el copamiento o la transferencia de las empresas nacionales,
públicas y privadas a los grandes monopolios extranjeros o a su supeditación y
condicionamiento a los intereses de los grandes organismos financieros
internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo,
puestos al servicio de la dominación yanqui en América latina.
“Porque es cierto que en nuestro país todo eso origina la frustración de
legítimas aspiraciones y crea un clima de angustia colectiva.”
Esto Tosco lo escribió hace treinta y un años, apenas acabado el Cordobazo.
Parece escrito hoy. Es nuestra realidad de hoy. Nótese su claridad, su estilo
llano. Entre todas las publicaciones de la burocracia sindical cegetista no
encontramos absolutamente nada que pueda parecerse a este análisis del obrero
lucifuercista. Un dirigente sindical de overol lucha en la calle y habla en la
asamblea. Qué mejor análisis políticosociológico sobre este luchador que sus
propias palabras. No hay nada que interpretar, la historia le ha dado razón y
le sigue dando la razón.
Agustín Tosco es uno de los más nítidos Hijos del Pueblo. Ese nombre se les
daba, a principios de siglo, en las organizaciones obreras, a quienes habían
dado toda su vida por la solidaridad, por la dignidad. Su retrato tendría que
colgarse en todos los sindicatos del país y más, por sus manos limpias y la
pureza de su pensamiento, en todos los colegios y universidades del pueblo.
Tosco murió perseguido por la mafia criminal de López Rega y sus peronistas de
derecha, muchos de ellos de la burocracia sindical, aliados con el Ejército y
los servicios de informaciones. No lograron encontrarlo, pero a su refugio no
pudieron llegar los medicamentos y tratamientos que necesitaba. Fue una víctima
más, uno más de los mejores de los tantos que cayeron en esos años.
En el prólogo al Cordobazo de Juan Carlos Cena tomo una expresión de Américo
Melchor González que, por su sencillez, concisión y claridad, lo dice todo, y
es la mejor definición de Agustín Tosco: “A Tosco lo odiaban porque era un
incorruptible”.
Sabemos lo que cuesta en la Argentina ser un incorruptible. Un incorruptible en
la sociedad esencialmente corrupta. Si Tosco volviera a ver la luz hoy con los
piqueteros hambrientos en la ruta, con los horarios de trabajo establecidos
nada más que por el patrón, con las ancianas mujeres desdentadas de los
basurales y los niños argentinos comiendo labasura que tiran los MacDonald’s,
se pondría organizar otro Cordobazo con todo el pueblo solidario. Tal vez le
costaría años, pero él no se daría por vencido.
No, entraría en la Universidad Popular de las Madres y daría una clase
magistral sobre cómo organizar la resistencia de los pueblos y acabar con el
monólogo de Machinea sobre la obediencia debida al FMI y al Banco Mundial. A la
violencia de arriba, la palabra de protesta de abajo; a la bala represora, el
puño cerrado y la piedra en defensa del derecho.
La violencia actual de los poderes económicos y sus amanuenses políticos hará
nacer irreversiblemente, en las calles, el progreso que traerán cien nuevos
Toscos. Los Toscos no se extinguen, se repiten.
Para los burócratas sindicales que engañan y permanentemente manipulan la realidad de unos de los mas grande sindicalista de la historia de la Argentina, Agustín Tosco. Es difícil imitar a un hombre probo, luchador y respetuoso de los derechos de los trabajadores. Ese es el motivo por la cual no quieren parecerse a un hombre incorruptible, que jamás hubiese entregado a sus trabajadores a los sectores reaccionarios, que gozan de todos los privilegios junto a quienes tienen las manos manchadas de sangre. No nos olvidemos que la triple "A" comandada por Lopez Rega y Los fascistas Peronistas fueron los que persiguieron y encarcelaron al Gringo Tosco.
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