28 de Julio 2013
Carta Abierta a Cristina
No
soy, Cristina, de las personas que acusaron a tu gobierno por la lucha a
favor de los derechos humanos. Hoy, al final de esta carta, puedo
firmar con mi verdadero nombre, justamente, gracias a un pueblo, a un
país y a las Abuelas que en algún momento decidieron ir a buscar la
verdad y la justicia. Yo soy el emergente de ello. Y estoy orgullosa de
haberlo conseguido.
Tampoco soy, Cristina, de las personas que te culparon por “revanchismo” o “venganza”. Nunca lo fui. Sí soy, desde mi militancia e historia, una luchadora por los derechos humanos de todos y todas: de los que se violaron en la última dictadura y también de los que hoy, en todo nuestro país, se violan todos los días.
Nunca voté por las leyes del perdón, apenas tenía unos 10 años cuando se sancionaron. Pero desde que tuve noción de lo que significaron, me indignaron y me impulsaron a militar en Libres del Sur, la organización política a la que pertenezco desde hace 15 años. Militamos por la verdad, la justicia y la memoria de aquellos que dieron todo, hasta su vida, por el país que muchos soñamos. Y lejos estamos de ser una corporación empresarial.
Aclaro estos dos últimos aspectos porque vos afirmás que los que hoy criticamos el ascenso a Teniente General de César Milani, jefe militar al frente del Ejército, son “los mismos que sancionaron las leyes de obediencia debida y punto final” o corresponden a “intereses empresariales a los que no les importan ni las víctimas ni los derechos humanos”.
Nieta recuperada
Tampoco soy, Cristina, de las personas que te culparon por “revanchismo” o “venganza”. Nunca lo fui. Sí soy, desde mi militancia e historia, una luchadora por los derechos humanos de todos y todas: de los que se violaron en la última dictadura y también de los que hoy, en todo nuestro país, se violan todos los días.
Nunca voté por las leyes del perdón, apenas tenía unos 10 años cuando se sancionaron. Pero desde que tuve noción de lo que significaron, me indignaron y me impulsaron a militar en Libres del Sur, la organización política a la que pertenezco desde hace 15 años. Militamos por la verdad, la justicia y la memoria de aquellos que dieron todo, hasta su vida, por el país que muchos soñamos. Y lejos estamos de ser una corporación empresarial.
Aclaro estos dos últimos aspectos porque vos afirmás que los que hoy criticamos el ascenso a Teniente General de César Milani, jefe militar al frente del Ejército, son “los mismos que sancionaron las leyes de obediencia debida y punto final” o corresponden a “intereses empresariales a los que no les importan ni las víctimas ni los derechos humanos”.
Soy la misma que un 24 de marzo del 2004
en las puertas de la ESMA, no podía parar de llorar. Ese día, una
compañera embarazada se puso a mi lado y le pregunté: “¿De cuanto tiempo
estás?” Ella me contestó: “De cinco meses”. Entonces pensé: “Yo sería
así de chiquita la primera vez que entré acá; la mujer que me parió
después de la tortura, la que me tuvo sabiendo que era probable que no
me vuelva a ver, merece que yo, su hija, pueda saber cómo son sus ojos”.
Ese día, a pesar del dolor, decidí hacerme el análisis de ADN.
Soy esa mujer que fue un 8 de octubre a
recibir el resultado del ADN y me senté agarrándole la mano a una gran
amiga al escuchar a un juez decir: “Tenés una compatibilidad del 99,999 %
con María Hilda Pérez y José María Donda Tigel; ella tenía 23 años, él
21. A tu mamá la secuestraron en zona Oeste y a tu papá no se sabe; ella
te tuvo en la ESMA, y te puso Victoria”. Esto último lo declaró Lydia
Vieyra, sobreviviente de la ESMA, la mujer que la ayudó a mi mamá en el
parto y a quien yo desde entonces le digo “tía”. Salí de ahí, llamé a un
compañero (Isaac “Yuyo” Rudnik) y le dije: “Soy Victoria”. Sentía que
en homenaje a esa otra mujer, la de los ojos enormes y hermosos, que era
más conocida como Cori, tenía que llevar el nombre que ella pensó
cuando finalmente me miró a los ojos a mí, acostada en una mesa de
madera, pensando cómo iba a hacer para encontrarme si nos separaban.
Cristina, hoy me sorprende y lastima
mucho ver que la obediencia debida goza de muy buena salud en nuestra
patria. Me duele oír de hombres y mujeres que respeto, referentes
kirchneristas, decir que César Milani “firmó algo que no podía no
firmar, porque tenía 20 años” (como afirmó Ricardo Forster), o que “en
el año 1976 Milani era subteniente, que es el grado más bajo” (como
aseguró Agustín Rossi), como si éstas ideas fuesen suficiente
justificativo para limpiar el oscuro prontuario de quien vos propusiste
como jefe del Ejército. La simple duda debería ser más que suficiente
para que, como otros, tu jefe del Ejército deba enfrentar los juzgados y
mirar a la cara a aquellos que declaran haber sido secuestrados por el
entonces “joven” Cesar Milani.
Yo fui parte del kirchnerismo, es
cierto. Pero del que juzgó a los genocidas y derogó las vergonzantes
leyes del perdón. Del que recuperó la ESMA como un espacio para la
memoria y bajó de la pared los cuadros de los genocidas. Desde Libres
del Sur nos fuimos del kirchnerismo hace ya más de cinco años.
Criticando lo que no compartíamos y lo que nos dolía. Hoy veo que no nos
equivocamos.
Fui parte de un gobierno en el que los Milani supuestamente nunca
más volverían. Un gobierno donde supuestamente se repudiaba a la
corrupción menemista, y resulta que aparecen los Lázaro Báez. En el que
se hablaba de soberanía sobre los recursos naturales y donde ayer
apareció la Barrick y ahora Chevrón. Pero resulta que ellos -y no
nosotros- representan la Argentina del pasado, de la entrega, de la
violación a los derechos humanos, de la corrupción, del saqueo, de la
impunidad.
Hoy, Cristina, la vida y la política nos encuentran en caminos
separados. Siento que los cuadros que bajamos de la pared, vuelven
simbólicamente a su lugar; que las empresas a las que les pedimos que se
vayan del país, regresan a llevarse lo que es nuestro y a
contaminarnos; y que la corrupción resucitó de la peor forma posible.
Hoy observo que el kirchnerismo sólo vive de discursos sostenidos
en recuerdos. Un proceso político iniciado hace una década, que nos
entusiasmó a varios, y que vemos cómo en estos días transita la
decadencia y reproduce mucho de lo peor de aquello que alguna vez dijo
criticar.
Desde mi rol, como militante política y diputada nacional opositora
a tu gobierno, trabajo desde hace años por una Argentina mejor. Por ese
país por el que mis viejos y su generación dejaron todo. Un país que,
con tus últimos actos de gobierno, vuelve a aparecer cada vez más lejos.
No pareciera que hubiéramos tenido en verdad una “década ganada”.
La obediencia debida penosamente justificada por uno de tus
candidatos a diputado nacional o explicada por tu flamante ministro de
Defensa; una nueva versión de la teoría de los dos demonios en la boca
del Teniente Coronel que designaste como Secretario de Seguridad de la
Nación, y un Ricardo Jaime que se siente parte del “proyecto Nacional y
Popular” al cuál visiblemente proteges, son actos, gestos y palabras que
nos tienen que hacer reflexionar a todos y todas, los argentinos y las
argentinas.
A lo largo de estos últimos años tu
gobierno fue arriando banderas que nos costó mucho tiempo y esfuerzo
hacer flamear. Perdón, Cristina, por plantearte todo esto desde mi
“trinchera mediática-empresarial”, que es Libres del Sur. Lamento ser
alguien que, según vos, por el sólo hecho de denunciar lo que no
comparte, desconoce a las víctimas de la dictadura y de las violaciones a
los derechos humanos. Y te pido disculpas si te recuerdo la
inconsistencia de tu relato. Pero, te guste o no, me llamo Victoria.
Victoria Donda
Diputada Nacional por Libres del Sur
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