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18 sept 2009

A TRES AÑOS DE LA DESAPARICIÓN DE JULIO LOPEZ







Por Maria Baldini


El 18 de septiembre de 2006 desapareció Julio López, testigo en el juicio al represor Miguel Etchecolatz.
A tres años de su desaparición no hay ninguna novedad al respecto Esto demuestra que la impunidad continúa atravesándonos con el móvil perverso de la desaparición forzada.
 La reconstrucción de la verdadera historia y su transmisión para mantenerla en la memoria es lo que nos permitiría evolucionar como sociedad.
  
Si quisiéramos mejorar nuestra salud como pueblo  se debería propiciar más exhaustivamente la divulgación de las consecuencias del impacto del terrorismo de Estado en la Argentina en la subjetividad de los afectados directa e indirectamente, así como también en la comunidad en general. Actualmente subsiste en un sector de la población indiferencia e ignorancia frente a la desaparición de Julio López (desaparecido el 18 de septiembre de 2006), testigo en el juicio al represor Miguel Etchecolatz. En la época de la dictadura(1976) Julio fue secuestrado junto con otras ocho personas que hacían, como él, trabajos en barrios carenciados. Todos fueron brutalmente torturados y asesinados, él fue el único que sobrevivió.
Se podría pensar que los grupos de “tareas” decidieron terminar su trabajo y acabaron con la vida de Julio López en septiembre de 2006.

La última dictadura militar, con su metodología, buscaba devastar toda crítica y acción opositora al gobierno. Se efectuaron homicidios, torturas, violaciones, robos y secuestros, todos bajo una absoluta ilegalidad. Elina Aguiar conceptualiza a esa impunidad como “traumática para el cuerpo social”, que se pasa de generación en generación alterando nuestra historia e identidad.
 Parte de la población ha generado medidas defensivas “tales como: la desmentida, negación, escisión, que generan paralización e indiferencia”. Afortunadamente por otro lado, hay jóvenes que no han vivido aquella masacre, y sin embargo se comprometen con una historia que a pesar de antecederlos les pertenece y condiciona.
 La reconstrucción de la verdadera historia y su transmisión para mantenerla en la memoria es lo que nos permitiría evolucionar como sociedad.

El psicoanálisis se ha presentado siempre como promotor de la verdad, que estando velada generaba síntomas. “El olvido como valor social no sólo instaura una cultura siniestra con todos sus efectos, sino que promueve la repetición de los hechos” .Promueve angustia y horror, es en lo que “uno no se orienta”, algo clandestino y oculto.
 El obrar oculto fue un rasgo distintivo del poder autoritario del terrorismo de Estado así  encubría el carácter ilegítimo de sus acciones. Se producía un restringido manejo de información a los ciudadanos. En contraposición a esto, el poder tenía una gran cantidad de información de su pueblo  generando paranoia. El carácter sistemático y selectivo de la represión incluía como acción característica “hacer desaparecer”, provocando incertidumbre y mayor temor en la población. Apariciones de cuerpos N.N. siendo cuerpos sin nombre, cuerpos sin subjetividad. Nombres sin cuerpos. Muertos sin sepultura, borrada su identidad.
 Controlaban tanto la vida como la muerte, eliminando a quienes tenían ideologías diferentes .

¿Por qué funcionó/ funciona ese discurso perversamente demoníaco? El discurso del orden militar autoritario  exaltaba la “virtud militar” como articuladora de la nación y la conservación de la moral del pueblo, ocupando así un lugar privilegiado en el imaginario social. Hasta el día de hoy suelen escucharse pedidos de un “gobierno duro, con tolerancia cero, con condenas más severas”. Esa “demanda social disciplinaria” también existió en esa época “posibilitando que el golpe del 24 de marzo de 1976 tuviera las características que tuvo”

Se podría llegar a la terrible conclusión de que si no se puede erradicar en sus extremos los basamentos del edificio ideológico del discurso autoritario complaciente con el poder disciplinario (apelación a la relación mando-obediencia), “siempre habrá riesgo de repetición de la experiencia genocida”. Frente a los repetidos actos militares impunes sin ningún tipo de sanción, se legitiman los hechos en la conciencia social. 

La lucha continúa porque muchos victimarios aún siguen impunes, no debemos caer en el silencio, el miedo paralizante y la justificación. “La impunidad debe ser considerada como una nueva violencia que, en su repetición, desencadena violencia y caos en el cuerpo social”.


La reconstrucción de la verdadera historia y su transmisión para mantenerla en la memoria es lo que nos permitiría evolucionar como sociedad.

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