El 16 de setiembre Mina Aguilar (Jujuy) cumple 80 años. Es una fuente importante de trabajo en un lugar donde las condiciones de vida son adversas, en plena Puna a 4.500 metros de altura. Una de las contracaras de esta tarea está expresada en este documento que escribió un ex obrero. Léalo con atención y empezará a valorar el trabajo del minero, y a conocer un poco más nuestro país.
Yo conozco, porque yo trabajé
Tempranito salían de casa para llegar al Aguilar, no sé cuántos kilómetros habrán caminado y un buen día de ése tiempo sonreían de oreja a oreja. Ambos se preguntaban ¿cómo te ha ido en la revisación médica? Y se contestaban “Apto” el lunes empieza a trabajar en interior mina.
Pero, nadie lo sabía porque nadie lo explicaron para hacerlo conocer lo que era vivir y convivir en la mina.
Simplemente era trabajar, trabajar y trabajar arañando en las entrañas de la tierra y en las profundidades de los socavones siguiendo la veta de mineral briosa y plateada a la luz de las lámparas y en el confín de la oscuridad donde el ruido de la J.R. (máquina) rompía el silencio solitario del minero que llegaban a sus parajes cargados de guías con fulminantes alrededor de su cuello, su pecho y su espalda, cubierto de dinamita y anfo arriba de sus hombros las barrenas y la máquina para perforar en las reverendas peñas donde estaba el mineral y en uno de sus bolsillos de su mameluco estaba la cajita de fósforos listo para hacer fuego. Todo este material era para trabajar en las rajas carte relleno, cuadro cuadrado, pique, brizones, corrida y chimenea.
Tanto era trabajar en competencia entre un turno y el otro quién armaba un cuadro o quien llenaba de mineral el buzón, sin medir las consecuencias del peligro a un accidente de perder una extremidad de nuestro cuerpo o el riesgo de perder la vida donde cada uno de los mineros era protagonista de una película donde tenía principio sin saber como terminaba el fin.
El minero vivía 8 horas en las entrañas de la tierra y si hacía horas extras, 8 horas más. Que en total vivía 16 horas en las profundidades de los socavones, cada uno de los mineros era testigo de si mismo junto al silencio y la oscuridad, donde ni los dedos de la mano se veía sin la luz de la lámpara.
Las piedras briosas y plateadas espiaba en los rincones tropezándose unos a otros deseosos de encontrarse con el Tío mirando al minero como hacer caerlo en la trampa.
Piedra linda, hermosa, pedaseada y acariciada por la mano del minero que lo sacaba a superficie para ser lavada y molida.
Envidiada por la Empresa capitalista que lo vendía a miles de pesos que rebalsaban las arcas de su tesoro sin esfuerzo alguno, todo realizado bajo la luz del día de un hermoso sol, celebrando su negocio con un chin chin de hermosas copas de cristal, mientras el minero celebraba entregando la vitalidad de su energía y el riesgo de perder la vida allá en las profundidades de la oscuridad por unos pesos que no fortalecía la situación económica de su familia y que al entrar a trabajar en la mina no sabía si volvía a salir con vida a superficie.
El minero cubierto con su ropa impermeable para protegerse de la lluvia de agua allá abajo transpiraba por el esfuerzo del trabajo que realizaba y su ropa se empapaba de agua que luego se secaba en su cuerpo sin imaginarse en el mañana que ésa humedad era el trayecto del reumatismo, la artritis y/u otra enfermedad.
Donde el ruido de la máquina o de los tiros era la pérdida de un tanto por ciento de auditividad.
El humo, polvo, el ácido y otros picaba y quemaba los ojos perdiendo un tanto por ciento de agudeza visual. También el minero aspiraba o tragaba todo ésto llenando de carbonilla sus pulmones con aire contaminado todo con dinamita y otros.
El minero sereno solitario confiaba en Dios y a la Pachamama santeando las hojas de coca que sacaba de la chuspa pensativo, contracturado con temor al desafío o quedarse donde estaba pero el temor estaba presente y no sabía que el mañana tenía ese chiquito de miedo, emoción o de vivir sobresaltado por un camino de recetas, estudios, chequeos, etc. Donde el médico te especificaba que estabas apto de seguir viviendo por muchísimos años en perfectas condiciones de salud.
Una vez jubilado, renunciado o retirado por distintas causas el minero comenzaba a vivir torturado por la mina con dolores en distintas partes de su cuerpo, remedios por aquí remedios por allá, con el gran sufrir de cada uno de su familia que no tenían un tiempo limitado de vivir feliz o vivir enfermo.
Cansado de sufrir, de aguantar a cada uno de sus dolores, visitando a cuando médico sin encontrar quien pueda aliviar la desesperación de cada una de las enfermedades que rondaba a su alrededor del minero que agonizaba entre la vida y la muerte.
Lejos estaba de encontrarse con un estado de salud perfecto.
Lejos estaba de sentirse útil a su familia si le faltaba una pierna, un brazo u otra parte de su cuerpo.
Lejos estaba de sentirse feliz de compartir participación con la sociedad si se siente estresado, marginado, fóbico, con miedo a otros.
Lejos estaba de que el grupo familiar, el niño recién nacido, el adolescente próximo a terminar sus estudios recibía la noticia de que el papá o jefe de la casa, había fallecido en interior Mina por un accidente.
Lejos estaba de que cada uno de los mineros y sus familias pudieran rescatar esa virtud de la fuente de la vida que Dios y la Pachamama legaron a cada uno de los mineros, como así también a los pueblos de su alrededor donde el agua pura y cristalina era la salud divina del ser viviente de la tierra.
Donde el aire puro era la respiración divina del ser viviente de la tierra.
Donde la tierra pura era la cuna de nuestros alimentos, fortalecida por el gua, aire y el sol que brinda los sabores por doquier, enriqueciendo el paladar del ser viviente de la tierra.
Yo pregunto, ¿Por qué exponemos la vida del ser humano en la mina, donde reina la muerte?
¿Por qué contaminamos el medio ambiente con distintos objetos que lastima y envenena la sociedad, especialmente el
Agua, Aire, Tierra y Sol? ¿Por qué?
Antonio Gaspar Ramos – Diciembre de 2008 - Juella – Quebrada de Humahuaca - Jujuy – Argentina.
Tempranito salían de casa para llegar al Aguilar, no sé cuántos kilómetros habrán caminado y un buen día de ése tiempo sonreían de oreja a oreja. Ambos se preguntaban ¿cómo te ha ido en la revisación médica? Y se contestaban “Apto” el lunes empieza a trabajar en interior mina.
Pero, nadie lo sabía porque nadie lo explicaron para hacerlo conocer lo que era vivir y convivir en la mina.
Simplemente era trabajar, trabajar y trabajar arañando en las entrañas de la tierra y en las profundidades de los socavones siguiendo la veta de mineral briosa y plateada a la luz de las lámparas y en el confín de la oscuridad donde el ruido de la J.R. (máquina) rompía el silencio solitario del minero que llegaban a sus parajes cargados de guías con fulminantes alrededor de su cuello, su pecho y su espalda, cubierto de dinamita y anfo arriba de sus hombros las barrenas y la máquina para perforar en las reverendas peñas donde estaba el mineral y en uno de sus bolsillos de su mameluco estaba la cajita de fósforos listo para hacer fuego. Todo este material era para trabajar en las rajas carte relleno, cuadro cuadrado, pique, brizones, corrida y chimenea.
Tanto era trabajar en competencia entre un turno y el otro quién armaba un cuadro o quien llenaba de mineral el buzón, sin medir las consecuencias del peligro a un accidente de perder una extremidad de nuestro cuerpo o el riesgo de perder la vida donde cada uno de los mineros era protagonista de una película donde tenía principio sin saber como terminaba el fin.
El minero vivía 8 horas en las entrañas de la tierra y si hacía horas extras, 8 horas más. Que en total vivía 16 horas en las profundidades de los socavones, cada uno de los mineros era testigo de si mismo junto al silencio y la oscuridad, donde ni los dedos de la mano se veía sin la luz de la lámpara.
Las piedras briosas y plateadas espiaba en los rincones tropezándose unos a otros deseosos de encontrarse con el Tío mirando al minero como hacer caerlo en la trampa.
Piedra linda, hermosa, pedaseada y acariciada por la mano del minero que lo sacaba a superficie para ser lavada y molida.
Envidiada por la Empresa capitalista que lo vendía a miles de pesos que rebalsaban las arcas de su tesoro sin esfuerzo alguno, todo realizado bajo la luz del día de un hermoso sol, celebrando su negocio con un chin chin de hermosas copas de cristal, mientras el minero celebraba entregando la vitalidad de su energía y el riesgo de perder la vida allá en las profundidades de la oscuridad por unos pesos que no fortalecía la situación económica de su familia y que al entrar a trabajar en la mina no sabía si volvía a salir con vida a superficie.
El minero cubierto con su ropa impermeable para protegerse de la lluvia de agua allá abajo transpiraba por el esfuerzo del trabajo que realizaba y su ropa se empapaba de agua que luego se secaba en su cuerpo sin imaginarse en el mañana que ésa humedad era el trayecto del reumatismo, la artritis y/u otra enfermedad.
Donde el ruido de la máquina o de los tiros era la pérdida de un tanto por ciento de auditividad.
El humo, polvo, el ácido y otros picaba y quemaba los ojos perdiendo un tanto por ciento de agudeza visual. También el minero aspiraba o tragaba todo ésto llenando de carbonilla sus pulmones con aire contaminado todo con dinamita y otros.
El minero sereno solitario confiaba en Dios y a la Pachamama santeando las hojas de coca que sacaba de la chuspa pensativo, contracturado con temor al desafío o quedarse donde estaba pero el temor estaba presente y no sabía que el mañana tenía ese chiquito de miedo, emoción o de vivir sobresaltado por un camino de recetas, estudios, chequeos, etc. Donde el médico te especificaba que estabas apto de seguir viviendo por muchísimos años en perfectas condiciones de salud.
Una vez jubilado, renunciado o retirado por distintas causas el minero comenzaba a vivir torturado por la mina con dolores en distintas partes de su cuerpo, remedios por aquí remedios por allá, con el gran sufrir de cada uno de su familia que no tenían un tiempo limitado de vivir feliz o vivir enfermo.
Cansado de sufrir, de aguantar a cada uno de sus dolores, visitando a cuando médico sin encontrar quien pueda aliviar la desesperación de cada una de las enfermedades que rondaba a su alrededor del minero que agonizaba entre la vida y la muerte.
Lejos estaba de encontrarse con un estado de salud perfecto.
Lejos estaba de sentirse útil a su familia si le faltaba una pierna, un brazo u otra parte de su cuerpo.
Lejos estaba de sentirse feliz de compartir participación con la sociedad si se siente estresado, marginado, fóbico, con miedo a otros.
Lejos estaba de que el grupo familiar, el niño recién nacido, el adolescente próximo a terminar sus estudios recibía la noticia de que el papá o jefe de la casa, había fallecido en interior Mina por un accidente.
Lejos estaba de que cada uno de los mineros y sus familias pudieran rescatar esa virtud de la fuente de la vida que Dios y la Pachamama legaron a cada uno de los mineros, como así también a los pueblos de su alrededor donde el agua pura y cristalina era la salud divina del ser viviente de la tierra.
Donde el aire puro era la respiración divina del ser viviente de la tierra.
Donde la tierra pura era la cuna de nuestros alimentos, fortalecida por el gua, aire y el sol que brinda los sabores por doquier, enriqueciendo el paladar del ser viviente de la tierra.
Yo pregunto, ¿Por qué exponemos la vida del ser humano en la mina, donde reina la muerte?
¿Por qué contaminamos el medio ambiente con distintos objetos que lastima y envenena la sociedad, especialmente el
Agua, Aire, Tierra y Sol? ¿Por qué?
Antonio Gaspar Ramos – Diciembre de 2008 - Juella – Quebrada de Humahuaca - Jujuy – Argentina.
.Fuente no a la contaminación en la quebrada de Huamhuaca
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