Por Pepe Eliaschev
Buenos Aires, 22 de febrero de 2013 -
Para ser muy sincero, hablar de Marcelo Tinelli no es hablar de Marcelo Tinelli. Para ser muy directo, seleccionar como sujeto central de un comentario editorial el “caso Tinelli”, es hablar de política, es hablar de país, es hablar de cultura, es hablar de medios, es hablar de sociedad, es hablar de cómo somos, cómo estamos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Ninguna sorpresa en el rumor del cambio y, en rigor de verdad, tampoco corresponde ningún escándalo. Porque Tinelli es un profesional de la televisión y está en todo su derecho a elegir su destino y a enrolarse en los espacios que le aseguren la mayor rentabilidad posible. Que de eso se trata.
Tinelli, además, como fenómeno que trasciende largamente su personalidad como ser humano, simboliza las maneras que ha elegido la sociedad argentina para divertirse, para relajarse, pero además es un indicador muy fiel, esta es al menos mi opinión, de los caminos preferidos por enormes sectores de la sociedad para procurar su ascenso personal, su éxito, su promoción, y, desde luego, los resultados dinerarios que esto presupone.
¿Puede uno estar en contra de la alegría? Tengo derecho a preguntarme, ¿puedo acaso perpetrar un comentario en donde diga que pasarla bien, está mal? No, no puedo porque además no lo siento. No es ése mi pensamiento. Por el contrario, pienso que esta sociedad, como cualquier sociedad, necesitan, desesperadamente, espacios de expansión, espacios de alegría, espacios de festividad. No hay en ello nada negativo. Aquellos que quieren plantear estas cuestiones en una suerte de contradicción absurda entre ser amargo y ser dulce, ser feliz y ser triste, están interesadamente manipulando el debate.
Pero hay costados en los que, como capas de una torta de hojaldre, uno puede advertir, en la “torta Tinelli”, algunos que vale la pena mencionar. Junto con la diversión, con el relajamiento y con la festividad, necesarias para transitar las amarguras de la vida, también es cierto que Tinelli nunca dejó de ser un producto sometido a las leyes de la política. Lo fue con Carlos Menem, lo fue con Fernando de la Rúa, lo fue con Néstor Kirchner, y mucho me temo que también lo será con Cristina Fernández de Kirchner.
En el caso de Menem, fue muy explícito. La “tinellización”, palabra que me permito reclamar como creada por quien les habla, implicaba esa mirada “cachonda”, jocosa, relativizadora de todo, en torno de una realidad que solamente podría ser observada desde la “gastada”, desde el blooper, desde la humillación del otro. En una palabra, la alegría que proponía la “tinellización” en gran medida tenía que ver con la ridiculización del otro, era ese clima de “manteada” adolescente, como la llamábamos, ese clima de muchachada que sale a la calle a tocar el timbre de las casas y salir corriendo.
Claro que el asunto fue evolucionando, los tiempos fueron cambiando y Tinelli, no sabemos si consciente o inconscientemente (es presumible que nunca lo haya imaginado) se vio en el centro de un dispositivo cultural e ideológico mucho más importante, más grande y más trascendente que las risotadas y chistes de muchachos que se propicia con sus elencos a lo largo de los años. Esto fue muy evidente, no solamente durante la época de Menem, sino también durante la época de Fernando de la Rúa.
En ese gobierno de la Alianza, del que formaban parte muchos de los actuales principalísimos protagonistas del gobierno de Cristina, Tinelli fue claramente, lo haya querido o no, lo haya deseado o no, lo haya elegido o no, un instrumento central en un discurso que inexorablemente terminaba en la desacreditación de todo lo que se vivía y apuntaba al tétrico “que se vayan todos”.
Tal es así que una de las primeras decisiones que tuvo Néstor Kirchner cuando llegó a la Casa Rosada, fue valerse de los servicios de Marcelo Tinelli y de la mano de Felisa Miceli y de Alberto Fernández, la troupe de Tinelli entró a la Casa Rosada para grabar en la Casa Rosada, con la participación plena del Presidente de la República, un sketch para su programa de televisión, que entonces iba por Telefé, a los efectos de seguir escarneciendo y burlándose de las anteriores autoridades.
Quiere decir que, así como fue servicial para Menem, así como fue funcional en la época de la Alianza para lograr el rápido fracaso de ese Gobierno, fracaso que, ciertamente, no se debe a Tinelli, pero al que mucho apostó Tinelli, también fue funcional a Kirchner. Y en este punto, ustedes me van a permitir, un breve comentario personal.
En junio de 2003, fui convocado a tomar café en la Casa Rosada por el entonces Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, Alberto Fernández. Yo no tenía nada que ver con ese gobierno y, de hecho, nunca tuve nada que ver con ese gobierno, preguntado que fui sobre mis propósitos y sobre mis planes (yo estaba en Radio Nacional), Alberto Fernández, antes de que se abriera la puerta y entrara Néstor Kirchner, me dijo “¿Por qué no te juntás con Marcelo y nos proponen ideas para ATC?”? (aún no se llamaba televisión pública).
Quiero decir que Tinelli estuvo desde el minuto uno del gobierno de Kirchner, desde hace diez años, en el centro de las expectativas, de las ambiciones, de los proyectos y del imaginario de contenidos del kirchnerismo. Que ahora vayan por Tinelli, a través de un canal amigo, no tiene nada de sorprendente.
Los medios propios del Gobierno han fracasado. De no ser por el fútbol, a Canal 7 no lo vería nadie, como sucedió siempre. Y, en consecuencia, este Gobierno, que se precia de ser altamente ideologizado, repleto de ideólogos, apostaría, como herramienta central de un año electoral y de cara a la re-re elección de Cristina, a la ideología de la falta de ideología, como lo revela con lujo de detalles la peripecia y la trayectoria de personas como Florencia Peña.
Todo esto en el marco de una supuesta ley de medios y de una supuesta renovación mediática que implicaría un profundo cambio y una profunda transformación en la Argentina. No hay de qué sorprenderse, pero tengo malas noticias. Ayer, jueves 21 de febrero, la señal Encuentro, del Estado argentino, puso al aire, en horario vespertino, un programa de homenaje a la revolución islamista del ayatolá Jomeini. ¿Cómo este gobierno no iba a firmar un pacto con Irán?
©pepeeliaschev
Emitido en Radio Mitre
Emitido en Radio Mitre
¿Y QUE TIENE DE MALO PASAR LA HISTORIA DE LA REVOLUCION ISLAMICA?....¿O ACASO ESE HECHO HISTORICO NO FUE VERDAD?....ESE ULTIMO PUNTO DEJA MUCHO QUE DESEAR DE UNA PERSONA QUE SE HACE LLAMAR PERIODISTA Y MAS AUN CON LOS AÑOS QUE TIENE EN EL MEDIO.
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