Por Mario
Cafiero.
En materia de agrotóxicos estamos inmersos en un
proceso insensato y fuera de control. Veo un paralelismo con lo que sucedió y
viene aconteciendo en el mundo de las finanzas globales. A fuerza de “golpes
financieros” el argentino se convenció de que el que no apuesta al dólar pierde
y lo mismo aconteció al hombre de campo: el que no apuesta a la soja pierde
también.
Cuando era diputado nacional, en 2004, mucho antes
de la famosa resolución 125, tuve el atrevimiento de proponer una suba de las
retenciones a la soja para crear un fondo que financie otros cultivos. Cayeron
rayos y centellas sobre mi persona. El único apoyo fue del Grupo de Reflexión
Rural, con Jorge Rulli a la cabeza. También en ese año, tuve la oportunidad de
visitar el barrio Ituzaingó en Córdoba y en la casa de Sofía Gatica, mapa en
mano con los casos de cáncer, tomar conciencia del daño a la salud que
provocaban las fumigaciones.
Cada vez que
comemos ingerimos un cóctel de productos químicos y transgénicos. Poco sabemos
—y poco se nos informa— de cómo esta ingesta daña nuestra salud. Se lo vincula
con el constante crecimiento de diferentes enfermedades crónicas como el
cáncer, enfermedades neurodegenerativas, diabetes, obesidad, infertilidad, etc.
Las
multinacionales creen que nosotros debemos resignarnos a ello a cambio del
“progreso y modernidad”. Que debemos aceptar que parte de nuestro territorio
sea degradado a una “zona de sacrificio” y que nuestros pobladores renuncien a
vivir sanamente. Mirándolo en perspectiva, parece que en la división
internacional del trabajo a los argentinos nos toca poner la Cordillera para la
megaminería del oro y plata; nuestra llanura para la megaagricultura de
monocultivo de soja; nuestro subsuelo para extraer petróleo y gas no
convencional mediante la terrorífica técnica del fracking; y nuestro Atlántico
Sur por su petróleo y pesca. Algunos creen que esto lo tenemos que aceptar
porque es imposible de cambiar. O sea, nos proponen en definitiva que sigamos
siendo una neocolonia.
Una neocolonia que podrá ir cambiando sus estados
de ánimo. Y pasar de ser muy infelices en el 2001, a estar más contentos en el
2011, por una mejor gestión asistencialista y/o por mejores precios de sus
materias primas. Pero colonia al fin. Sin capacidad de quedarse con la renta
minera, agraria, petrolera, financiera, etc; y por lo tanto imposibilitada de
integrar económicamente a su población, ni alcanzar la justicia social.
Es que pese al discurso, nuestro gobierno “nacional y popular” es el garante de la continuidad de este modelo neocolonial. Parece muy transgresor el símbolo de ver a Cristina Kirchner sacarse una foto en la trinchera de Vietnam, donde hace 40 años se bombardeaba con napalm con tecnología de Monsanto. Pero al mismo tiempo ella alienta sus negocios en la Argentina y celebra que inviertan en agrotóxicos.
Es que pese al discurso, nuestro gobierno “nacional y popular” es el garante de la continuidad de este modelo neocolonial. Parece muy transgresor el símbolo de ver a Cristina Kirchner sacarse una foto en la trinchera de Vietnam, donde hace 40 años se bombardeaba con napalm con tecnología de Monsanto. Pero al mismo tiempo ella alienta sus negocios en la Argentina y celebra que inviertan en agrotóxicos.
Con
responsabilidad, debemos pensar que está en peligro la salud de millones de
personas. Esta es una lucha entre los que queremos la vida y los que no les
importa la vida en aras de un buen negocio. Un viejo dilema del hombre, que hoy
toma dimensiones planetarias.
* Ingeniero. Diputado nacional mandato cumplido (MC).
Fuente: Puntal 5 de febrero de 2013
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