Peleas, maniobras sospechosas y conflictos: cómo es la lucha y el seguimiento del voto ciudadano, según dos casos testigos en escuelas de Tigre
Primero, los votantes. Segundo, los fiscales de mesa. Así se configura, con rigurosa precisión, la lista de agradecimiento de los líderes políticos tras una contienda electoral. No es casual: el trabajo de los militantes partidarios para controlar los votos (se estima que hubo más de 2,5 millones en todo el país) resulta clave en distritos donde el fraude puede ganar por amplia ventaja. Y torcer una elección.
En las presidenciales del último domingo la "guerra" de los fiscales por defender el voto, por anular uno dudoso o por convalidar otro que no debía tener el visto bueno, se repitió en múltiples escenarios. Cuando se cierra la jornada electoral, el cuarto oscuro se transforma: a veces puede parecer un campo de batalla. Hay negociaciones, discusiones acaloradas, aprietes y presiones de toda naturaleza. Y en ocasiones, los presidentes de mesa, inexpertos, son meros espectadores.
Cruces y polémicas se vivieron, por ejemplo, el último domingo en Tigre. Dos casos testigos fueron la escuela EP N°46, en el Pasaje San Pablo 2467, en El Talar, y la escuela EP N°21, en ruta provincial 27, en Benavidez.
En el primer colegio, algunos votantes llegaban a la urna con un papelito en la mano. Tenían el número de mesa, el número de orden y otra indicación que decía: "Lista FPV Scioli". Allí se armaron los primeros entredichos de la jornada, entre los fiscales macristas y massistas, contra los camporistas. Los primeros querían impugnar los votos; los segundos, convalidarlos.
El ánimo se puso peor cuando algunos votantes hacían la fila en la mesa con la boleta del Frente para la Victoria en la mano. Los de Pro, que habían duplicado la cantidad de fiscales para marcar territorio, intentaron impugnar los votos, mientras algunos punteros políticos generaban tumulto y desorden. Cada voto valía oro.
Lo curioso: un militante de un partido que no fue reconocido siguió de cerca a un puñado de votantes que habían llegado a votar en grupo. Les sacó fotos a cada uno cuando ingresaban el sobre en la urna y, luego, enviaba el mensaje por Whatsapp.
Otro control que estuvo muy marcado fue el conteo de votos. En la medida que se abrían los sobres, aparecían boletas cortadas, escritas, dobles y hasta falsificadas. Los fiscales rodeaban las mesas como periodistas en un lunch. Los macristas filmaban con sus celulares cualquier actitud sospechosa; los massistas también, y los camporitas miraban con sumo detalle. Iban y venían.
En la segunda escuela, los problemas fueron aumentando en la medida que avanzaba la elección. Allí votaban los extranjeros. Muchos llegaban en colectivos escolares naranjas. "No tenían la menor idea de lo que tenían que hacer, de hecho algunos salían a preguntar donde estaban las boletas para 'presidente', cosa que los extranjeros no votan", confió un presidente de mesa. Aquí apareció otra vez la lucha por la impugnación de votos, ya que muchas veces era "cantado". Fiscales, a veces a los gritos, trataban de imponer tal o cual medida disciplinaria. Discutían. Se enojaban. Hasta que la policía calmaba los ánimos. Una disputa cuerpo a cuerpo, voto a voto.
Fuente:LaNación
Primero, los votantes. Segundo, los fiscales de mesa. Así se configura, con rigurosa precisión, la lista de agradecimiento de los líderes políticos tras una contienda electoral. No es casual: el trabajo de los militantes partidarios para controlar los votos (se estima que hubo más de 2,5 millones en todo el país) resulta clave en distritos donde el fraude puede ganar por amplia ventaja. Y torcer una elección.
En las presidenciales del último domingo la "guerra" de los fiscales por defender el voto, por anular uno dudoso o por convalidar otro que no debía tener el visto bueno, se repitió en múltiples escenarios. Cuando se cierra la jornada electoral, el cuarto oscuro se transforma: a veces puede parecer un campo de batalla. Hay negociaciones, discusiones acaloradas, aprietes y presiones de toda naturaleza. Y en ocasiones, los presidentes de mesa, inexpertos, son meros espectadores.
Cruces y polémicas se vivieron, por ejemplo, el último domingo en Tigre. Dos casos testigos fueron la escuela EP N°46, en el Pasaje San Pablo 2467, en El Talar, y la escuela EP N°21, en ruta provincial 27, en Benavidez.
En el primer colegio, algunos votantes llegaban a la urna con un papelito en la mano. Tenían el número de mesa, el número de orden y otra indicación que decía: "Lista FPV Scioli". Allí se armaron los primeros entredichos de la jornada, entre los fiscales macristas y massistas, contra los camporistas. Los primeros querían impugnar los votos; los segundos, convalidarlos.
El ánimo se puso peor cuando algunos votantes hacían la fila en la mesa con la boleta del Frente para la Victoria en la mano. Los de Pro, que habían duplicado la cantidad de fiscales para marcar territorio, intentaron impugnar los votos, mientras algunos punteros políticos generaban tumulto y desorden. Cada voto valía oro.
Lo curioso: un militante de un partido que no fue reconocido siguió de cerca a un puñado de votantes que habían llegado a votar en grupo. Les sacó fotos a cada uno cuando ingresaban el sobre en la urna y, luego, enviaba el mensaje por Whatsapp.
Otro control que estuvo muy marcado fue el conteo de votos. En la medida que se abrían los sobres, aparecían boletas cortadas, escritas, dobles y hasta falsificadas. Los fiscales rodeaban las mesas como periodistas en un lunch. Los macristas filmaban con sus celulares cualquier actitud sospechosa; los massistas también, y los camporitas miraban con sumo detalle. Iban y venían.
En la segunda escuela, los problemas fueron aumentando en la medida que avanzaba la elección. Allí votaban los extranjeros. Muchos llegaban en colectivos escolares naranjas. "No tenían la menor idea de lo que tenían que hacer, de hecho algunos salían a preguntar donde estaban las boletas para 'presidente', cosa que los extranjeros no votan", confió un presidente de mesa. Aquí apareció otra vez la lucha por la impugnación de votos, ya que muchas veces era "cantado". Fiscales, a veces a los gritos, trataban de imponer tal o cual medida disciplinaria. Discutían. Se enojaban. Hasta que la policía calmaba los ánimos. Una disputa cuerpo a cuerpo, voto a voto.
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