La violencia está
presente en todos los ámbitos de la vida
del país, empezando por el ámbito doméstico. Los estadios deportivos no pueden
ser la excepción y de hecho desde hace demasiado tiempo vienen sucediéndose en
las tribunas y fuera de ellas hechos de una gravedad mayúscula con un saldo
importante de víctimas fatales. Las barras bravas han generado un espacio donde
poder y fuente de ingresos van aunados con el cuestionado accionar de las
fuerzas de seguridad. Las innovaciones en los sistemas de control demuestran
que son permeables y lo sucedido anoche durante el transcurso del encuentro que
en Avellaneda disputaban Independiente y Belgrano, evidencian que enfrentados
las barras con los directivos que pretenden sanear la situación, los muchachos de
la tribuna no escatiman esfuerzos, artimañas ni recursos para lograr objetivos
que en definitiva significan pérdida de réditos anclados en negocios varios.
Las bombas de estruendo arrojadas hacia el
campo de juego, demuestran que no hay códigos de respeto hacia los deportistas
y que a la hora de hacer el “trabajo sucio”, tampoco nada se respeta como lo
demuestra que se hayan valido de los pibes adolescentes que ya
estamos acostumbrados a ver en toda la escenografía delictiva del país.
Detrás del mundo
futbolístico está otro negocio, el que con el patrocinio de los recursos del
Estado destina dinero público en sumas
millonarias para solventar esta verdadera pasión popular, y así los espacios televisivos que se
multiplican en campeonatos y copas se
constituyen en una vidriera superlativa de la propaganda oficial.
El lado oscuro del funcionamiento
y vinculaciones de las barras es seguido por un especialista, que es el
periodista Gustavo Grabia. Sepa que aporta a lo sucedido anoche en Avellaneda.
Soldados de la isla del terror
Gustavo Grabia - ggrabia@ole.com.ar
La barra
armó todo y usó a pibes de la Isla Maciel aportados por Richard, capo de la
barra de San Telmo.
La falta de fondos para el periplo Chile-San Juan
les hizo crear el macabro plan. Sin espacio, la barra decidió perjudicar a su
propio equipo, creyendo que bajo esa presión la CD se sentará a negociar. Así,
el jueves pasado se reunieron con Richard, jefe de la barra de San Telmo, para
que les aportara soldados de la Isla Maciel. Telmo tuvo años clausurado su
estadio por arrojar bombas molotov. “Una barra te puede arruinar, puede
suspender un partido. Eso te da poder”, decía Richard dos meses atrás en un
documental de la TV española... Y a ellos se sumó un grupo de Lomas del
Mirador, de la tercera línea de la barra Roja. Con contactos con la Policía,
metieron la pirotecnia antes y cuando vino la orden desde afuera, ejecutaron el
plan. Ningún pope quedó pegado porque con derecho de admisión, ni se acercaron.
Pero el Aprevide ya pidió el cruce de teléfonos de Pachi y el Chaqueño, los
capos, para ver con quién modulaban el handy. Y creen que con eso, podrán
cantar bingo.
Fuente: Olé 15.11.12
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