En la madrugada del 6 de setiembre de
1991 asesinaron abalazos en la espalda a
Regino Maders cuando llegaba a su casa del barrio residencial Vélez Sarsfield,
en la ciudad de Córdoba, luego de un acto partidario y en proximidades electorales
en la provincia gobernada por Eduardo
César Angeloz. Maders, ingeniero
electrónico por ese entonces de 45 años ex decano de la Universidad Tecnológica Nacional hasta 1989
y ex senador provincial por el radicalismo durante el primer período de
gobierno de Angeloz, cumplía funciones
como subdirector en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba.
El episodio fue un cimbronazo para el
gobierno de Angeloz, y su secuencia investigadora con las idas y vueltas de los
casos graves más aún cuando se refieren
a personalidades vinculadas al poder político de turno, recién dieron
respuestas a medias luego de14 años del desgraciado suceso. Así entonces en el año
2005, la Cámara 1ª del Crimen,
condenó al ex policía Oscar Hugo Síntora
a la pena de reclusión perpetua por
el crimen del senador radical Regino Maders. La Justicia de Córdoba lo encontró culpable del delito de homicidio
doblemente agravado por alevosía y por recibir dinero, ya que se sospecha que
el crimen fue cometido por encargo. Un crimen por encargo… ¿Quién fue el autor
intelectual del homicidio?
La
segunda etapa judicial encontró a Luis
Medina Allende, ex operador político
en la Legislatura durante las tres gestiones del gobernador radical Eduardo
César Angeloz y un político vernáculo con un especial curriculum ya que pasó
ocho años de su vida en la cárcel por una condena por una maniobra fraudulenta realmente asombrosa que nos dejó
boquiabiertos a los cordobeses y a los argentinos todos. Fue Medina Allende el que intentó vender el
predio de la ex cárcel de mujeres del Buen Pastor, el que estaba ahora cómo
único acusado de “homicidio calificado
por precio o promesa remuneratoria en
calidad de instigador”. Desde la nota publicada por Carlos Paillet en
La Voz del Interior del día 3 de setiembre de 2011 leemos: “Encumbradas figuras de la UCR engordaban otra vez la acusación del
fiscal Villalba, quien adhería a la hipótesis de que a Maders lo mataron por
las averiguaciones que fogoneaba sobre la explotación clandestina de los juegos
de azar en la provincia. Y apuntaba: “Son conocidas las amenazas que Medina
Allende hacía a la víctima”.
Bingo: el 6 de febrero de 2008, el fiscal de Cámara Carlos Ferrer pidió la absolución de Medina Allende por el “beneficio de la duda”. Sorpresa en la
ronda de alegatos. Un día después, el tribunal, por mayoría (con el voto de
cuatro jurados populares y dos técnicos), le puso el moño al pedido de Ferrer: Medina Allende absuelto. “Las pruebas
reunidas contra el imputado no alcanzaban a generar la certeza requerida para
el dictado de un fallo condenatorio”.
En
la larga seguidilla de asesinatos irresueltos y de decisiones que colocan en el centro
de la mira el funcionamiento de los poderes en la democracia así cómo el actuar
de la justicia en general y de la cordobesa en particular, lo sucedido a este
funcionario merece de la ciudadanía una especial atención porque hay demasiadas preguntas sin respuestas
en el caso Maders.
Si
Ud. Quiere reflexionar sobre el tema le acercamos una nota que le aportará
datos:
La larga noche de Maders
Veinte años después, qué hacen los principales
protagonistas de un caso que conmocionó a la provincia. Sergio Carreras. La Voz
4 de setiembre de 2011
Es una de las noches más largas que cubren la
provincia de Córdoba. Se trata de una oscuridad que comenzó a extenderse en una
inaccesible medianoche de hace 20 años.
Eran los primeros minutos del viernes 6 de
septiembre de 1991. Faltaban sólo 32 horas para que los cordobeses fueran a las
urnas para elegir gobernador por tercera vez consecutiva a Eduardo Angeloz.
En esos momentos, el ingeniero y político radical
Regino Maders llegaba a su casa, al 3695 de calle Larrauri, en barrio
Residencial Vélez Sársfield de la capital provincial.
Adentro ya dormían sus dos hijos, Javier (14) y
César (11), mientras que su mujer, Susana Cáceres (39), miraba Canal 10.
Guardó su Renault 4 patente T015589 y cerró las
puertas de reja de la cochera.
Con un maletín y un sobretodo en mano, se dirigió
hacia la entrada principal de la casa. Sacó la llave para introducirla en la
cerradura y, antes de girar el picaporte, lo mataron de dos disparos por la
espalda. Los plomos lo atravesaron y quedaron incrustados en la puerta.
Maders había estado en el acto de cierre de
campaña radical, en la ex Plaza Vélez Sársfield, el jueves a la noche.
Luego pasó por la Universidad Tecnológica, de la
que había sido decano y era profesor, para conocer los resultados de las
elecciones estudiantiles.
Esos y los que dio hacia la puerta de su casa
fueron los últimos pasos de una vida que tuvo su momento de mayor exposición
pública cuando fue senador provincial, entre 1985 y 1989.
Un veneno público. Así comenzó la larga
noche de Regino Maders. Una noche que se despliega hasta hoy sobre el poder
político, sobre las empresas del Estado, sobre los Tribunales, sobre los
organismos de seguridad de toda la provincia de Córdoba.
Los enigmas, esos caramelos deliciosos para las
series policiales y la literatura, son heridas lacerantes cuando se trasladan a
seres de carne y hueso. Y se tornan en venenos cuando involucran a personajes
que repercuten sobre la vida pública.
¿Qué se puede decir con seguridad sobre el caso,
20 años después, además de que Maders está muerto? Primero, que sólo una
persona fue presa por el crimen. Se llama Hugo Síntora, un ex policía condenado
a reclusión perpetua en un juicio realizado ¡14 años después del crimen!
Segundo, que el Poder Judicial cordobés concluyó
en que el asesinato fue por encargo, lo que significaría que las personas que
ordenaron matar al ex senador todavía permanecen impunes; quizá leyendo este
diario igual que usted, en la tranquilidad de sus casas.
El segundo juicio que se efectuó contra el ex
diputado provincial radical Luis Medina Allende, acusado de ser el autor
intelectual, concluyó en 2008– ¡17 años después!– con el pedido del fiscal de
que lo absolvieran, ante la falta de alguna prueba concluyente.
Una tercera certeza es que aquellos dos disparos
no sólo acabaron con la vida de un político sino que también asesinaron la
confianza en un Poder Judicial maniatado por una clase política corrupta. Pocos
años después, cuando la provincia se hundía económicamente, esa dirigencia
nunca terminaría de rendir cuentas por sus estafas, falsificaciones,
defraudaciones bancarias y peculados.
El nuevo gobernador, Ramón Mestre, quien en 1995
le ganó las elecciones a Guillermo Johnson, quien forjó su carrera política
siendo nada menos que el juez que investigó el crimen de Maders, decidió que no
se pondría a revisar las cuentas del pasado.
El condenado, el acusado. La noche del
caso Maders no ha terminado, sigue tan viva como aquel 6 de septiembre para sus
protagonistas. Son vidas que quedaron marcadas por el asesinato.
El ex juez Johnson no sólo dejó los juzgados,
sino también la abogacía y su carrera política. Relata que, a los 62 años y
luego de tanto estrés, trata de recuperar su vida, vivir un poco más para él y
no tanto para los demás. “Quiero tener más oxígeno, hago tareas alejadas de
todo lo que hice hasta ahora”.
Cuenta que está refaccionando una casa. Vive en
un barrio del noroeste de la Capital y formó una nueva pareja luego de
divorciarse hace 11 años.
Dos décadas después, reafirma que su trabajo como
juez del caso fue “obstaculizado por un gobierno que se empecinó en que jamás
llegara a la verdad, por los políticos y la cúpula más alta de la Policía, que
me inventó testimonios y pruebas para tenerme un año trabajando sobre hipótesis
falsas”. Johnson dice que tiene “la satisfacción del deber cumplido”, ya que
pudo encaminar la investigación de la autoría material hacia Síntora. “Pero
cargo la frustración de no haber llegado a los autores intelectuales, lo que
fue una falla del Poder Judicial en su conjunto, que sigue teniendo esta deuda
con la sociedad de Córdoba”.
El ex juez responde que sí, que tiene una
convicción íntima sobre quiénes son los autores intelectuales del asesinato,
pero que no pudo probarlo y que hoy es una tarea que corresponde a otras
personas.
En la cárcel de Bouwer, Síntora vivió dos etapas.
Antes del juicio, era el “pluma”, el líder de su pabellón de alta seguridad, el
MX2. “Parecía que manejaba la cárcel”, cuenta un compañero de encierro. “No
hablaba del caso porque esperaba el juicio. Recibía siempre las visitas de una
hermana, que decía que tenía muchos contactos y que iba a conseguir que lo
liberaran”. Luego que lo condenaron, las cosas no siguieron igual. “Se cayó
anímicamente, se enfermó. Luego de que le ratificaron la condena, empezó a
hablar del caso. Nos dijo que él no lo mató, que el arma con la que asesinaron
a Maders fue destruida y que la que apareció después, con la cual lo
condenaron, fue armada para ponerle un final falso a la investigación”.
Su familia de Cruz del Eje dijo que espera que lo
trasladen a la cárcel de aquella ciudad.
El otro gran acusado, pero que salió libre, Luis
Medina Allende, sigue viviendo en Tanti. Participa de algunas internas
radicales locales, pero los correligionarios no quieren reunirse en público con
él y dicen que hace muchos años que no tienen su teléfono.
Es un hombre difícil de ubicar. Después de haber
jugado al titiritero para ayudar a su jefe, Angeloz, en 1995 no pudo esquivar
la condena a ocho años de cárcel por un hecho que figurará en toda enciclopedia
de la estafa que se precie: le vendió una cárcel de mujeres a un alemán, a
quien dijo que sus contactos políticos ayudarían a convertirla en un casino. Si
hubiera sido cierto, hoy las tragamonedas esquilmarían a miles frente a la
Iglesia de los Capuchinos.
Lo que queda. Eduardo Angeloz sigue siendo
una voz escuchada en el radicalismo cordobés, aunque hace mucho que evita la
exposición pública. No fue posible ubicarlo para que diera su punto de vista en
esta nota. Las denuncias alrededor del crimen de Maders ayudaron a herir de
muerte su tercer gobierno.
Su ministro de Gobierno de aquellos días, Octavio
Cortés Olmedo, recuerda que “había una especie de parálisis política en la
administración debido a ese asunto. La conmoción por las denuncias del caso
Maders era tan grande que era muy difícil enfrentar el convencimiento que ya
tenía la sociedad sobre en quién recaía la culpa. En mi caso, declaré siete
horas ante los jueces cuando me llamaron y conté que todo lo que hice fue
ordenar que lo referido al caso fuera llevado al juez Johnson. No interferí en
absoluto”.
Javier Llorens, un investigador que en aquellos
momentos aportó datos para fortalecer la hipótesis que más creyó la familia
Maders, los negociados alrededor de Epec, dice que las otras explicaciones que
se dieron a la sociedad sobre el caso “lindan con el ridículo. El móvil fue
Epec, donde Maders, por su posición como asistente técnico de la Gerencia de
Producción, investigaba concesiones de usinas y problemas en la central Bazán.
Maders era un palo en la rueda para el grupo que necesitaba obtener una
concesión en Epec para lograr un plan de salvataje del Banco Córdoba. Creo que
Maders no calibró bien la magnitud del huracán en el que estaba metido”.
Regino Maders es hoy una escuela técnica, una
escuela primaria, una calle de barrio Cofico, un pasaje de Alta Gracia, un
salón de la Legislatura, un aviso necrológico que su familia publica cada 6 de
mes en La Voz del Interior y un premio que se entrega a personalidades
destacadas... en Rosario.
Regino Maders es el nombre de una larguísima
noche austral que vive la provincia de Córdoba. Una noche que no sospecha
todavía el amanecer. Que extiende su misterio en las cuerdas del tiempo. Una
noche que comenzó cuando un ingeniero se dirigía a girar un simple picaporte y
acabó dando vuelta una provincia.
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