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31 mar 2010

Cárcel inhumana


Desde que perdimos los derechos humanos cada vez que pusieron presa a la democracia, una vez que nos sentimos más cerca de practicarla, hay algún síntoma de que nuevos peligros nos acechan. Por eso muchos siguen sin perder el miedo, y el miedo se siembra para paralizar a los que tengan simpatía de libertades.
Mientras el día 24 de marzo salieron a la calle más de dos mil personas a practicar ejercicios de memoria, en la cárcel local eran otros los estribillos y otro era el cantar.
Alguien metido en ella me mandó un mensaje angustiado desde la cuadrada: ”Hace varios meses no tenemos médico y no han nombrado reemplazante. Al que está enfermo lo mandan al freezer”, y siguió la letanía de lo que le pasaba a nivel reclusos. La falta de medicamentos, la ausencia de sanitarios debido a la superpoblación, la falta de personal idóneo de enfermería, hacen sus necesidades en bolsas plásticas que luego arrojan a los pasillos y de allí, los llevan es estado de putrefacción. No hablemos de comida.
Cuando queremos una audiencia con el jefe, no hay la más mínima posibilidad, no es permeable a las entrevistas. Hace pocos días hubo una revuelta en dos pabellones con incendio de colchones, palizas, heridos y lo de siempre. Era por el reparto de drogas.
A todo esto, días anteriores salió en nuestro periódico una enternecedora nota con la iniciativa puesta en marcha de dotar a los presos del embrión de una granja con gallinas ponedoras, conejos sabrosos, verduras y hortalizas para dietas saludables. Todo un primor, pero de los quinientos reclusos eran unos pocos los que arribaban a esto tan cacareado de darle oportunidad para regenerarse y ocupar esa inmensa cantidad de tiempo perdido donde la droga entra con una facilidad pasmosa.
Los motivos del motín de días pasados que fueron muy bien silenciados, fueron precisamente la droga, y es vox pópuli que hasta el personal la reparte como el pan de cada día.
Nuestra sociedad, cada día más violenta, tiene en la cárcel su termómetro. Allí podremos darnos una idea del grado de decadencia a que se está llegando. Ya lo podemos comprobar con los que están excluidos y no se les da sin disimulo ni siquiera asistencia médica. Ni hablar de aplicar el articulado de nuestra Constitución.
La cárcel  no es segura, ni limpia, por empezar, ni hablemos de recuperar el recluso para ser útil a la sociedad.
Nuestra cárcel está superpoblada y ya han pasado años con este problema. ¿Cuántas veces nos llamaron a reunión para opinar cuándo se decía que ya estaba adjudicado el terreno  y en el edificio actual se instalaría un geriátrico modelo? Sí, hicieron revolotear muchas fantasías quienes nos convocaron con tan catastróficas iniciativas.
Es cuestión de hacer memoria. El 24 de marzo yo rememoré los planes fantásticos de nuestros nunca bien ponderados hombres públicos que con los tan zarandeados derechos humanos siguen haciendo muy bonitos discursos.
 Susana Dillon

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