Por
Sebastián García Díaz *
Con el último operativo realizado
en Achiras, en el que se secuestraron 120 kilos de cocaína, quedó demostrado
que nuestras denuncias sobre la envergadura del tráfico de drogas en
la región eran ciertas.
¿Y ahora? Los parámetros internacionales indican que las fuerzas de seguridad son capaces de interceptar no más del 10 por ciento de lo que se trafica. En el caso de Río Cuarto seguramente hablamos de un porcentaje menor, pues es la primera vez que la policía logra un hallazgo semejante. Pero si tomáramos ese parámetro tendríamos que en el mes de julio se esconden y se procesan en los alrededores de Río Cuarto aproximadamente unos 1.200 kilos de cocaína.
Si hacemos una hipótesis de mínima, como es que esta mercadería ilegal sólo se rota una vez al mes en la región, tenemos unos 14.400 kilos de cocaína al año que están siendo manipulados en la zona de influencia de la ciudad. Tengo la impresión de que la mayor parte de estos cargamentos son para abastecer a Río Cuarto hacia el sur y no para exportación.
Si ése es el volumen de comercialización sólo de cocaína (imaginemos si le sumamos otro tanto de marihuana y de pastillas) entonces comenzamos a visualizar la escala del problema que tenemos frente a nosotros y su poder de corrupción y de impacto social.
En lo criminal, debemos exigir que las investigaciones vayan a fondo. Porque si eso sucede podremos dar con los cabecillas que operan en la zona con segura complicidad de poderes políticos, policiales y garantías de impunidad que ofrecen sectores de poder. Si cayera un cabecilla, sería todo un mensaje de que la impunidad no es tal. Si nada sucede, habrá sido sólo una foto para las elecciones. En este sentido hay que apoyar la labor heroica que está llevando adelante un magistrado como el Dr. Ochoa.
En lo que respecta a políticas de control de la venta de drogas en la región, ha llegado la hora de poner sobre la mesa de debate público hasta qué punto el narcotráfico se ha insertado en la dinámica económica y social de la zona y cómo involucrar a la ciudadanía a través de canales que garanticen anonimato para que acerquen sus denuncias de puntos en los que se vende droga, avistaje de avionetas ilegales y movimientos irregulares en zonas determinadas, urbanas o rurales.
Se necesita intensificar la acción directa del Estado sobre barrios vulnerables para evitar cualquier incipiente proceso de “favelización” o de socialización de la venta de droga que se pueda estar produciendo por necesidad o por la sensación de impunidad que se ha instalado en la provincia y de la que Río Cuarto no es la excepción.
Sería una señal muy importante realizar operativos sorpresa en todas las rutas de la zona para controlar autos y camiones al azar en busca de sustancias ilegales. En esta acción se puede involucrar a la Policía Caminera o solicitar el apoyo de fuerzas especiales.
Programa integral
En la faceta preventiva, Río Cuarto debe asumir que es una plaza de alto consumo de estupefacientes y dejar los voluntarismos y las improvisaciones para encarar un programa integral de prevención con la escala y la profundidad adecuada, involucrando a las instituciones educativas, religiosas y comunitarias y acercando información y formación al seno familiar. Nunca está de más repetirlo: es una contradicción que hagamos de repente un despliegue inusitado sobre las drogas ilegales, pero dejemos rienda suelta para el consumo de la droga más peligrosa, que es de venta legal y es el alcohol.
En la faceta asistencial hay que ponerle plazo y asignarle recursos al desarrollo de una institución pública gratuita que albergue y recupere a adictos sin recursos de la zona sur de la provincia. La encomiable acción que lleva adelante Nazareth no es suficiente. El Estado provincial, como tampoco el municipal, puede desentenderse.
Todas estas consideraciones ¿deben potenciar nuestro temor y nuestro escepticismo? Todo lo contrario. Ciudades como Río Cuarto o Villa María, por su dimensión y su organización social, tienen todavía todas las oportunidades de revertir la tendencia, tanto en la oferta como en la demanda de sustancias tóxicas.
Pero hace falta una firme voluntad colectiva, que se explicite en forma sostenida y que presione al poder político para que se haga cargo del que se ha convertido en uno de los principales flagelos de la región.
Podemos permanecer indiferentes. Pero se trata de nuestros hijos.
* Ex secretario de Prevención y Lucha contra el Narcotráfico
de la provincia. Autor del libro “Favelización de Córdoba.
Droga, poder y burocracia”.
¿Y ahora? Los parámetros internacionales indican que las fuerzas de seguridad son capaces de interceptar no más del 10 por ciento de lo que se trafica. En el caso de Río Cuarto seguramente hablamos de un porcentaje menor, pues es la primera vez que la policía logra un hallazgo semejante. Pero si tomáramos ese parámetro tendríamos que en el mes de julio se esconden y se procesan en los alrededores de Río Cuarto aproximadamente unos 1.200 kilos de cocaína.
Si hacemos una hipótesis de mínima, como es que esta mercadería ilegal sólo se rota una vez al mes en la región, tenemos unos 14.400 kilos de cocaína al año que están siendo manipulados en la zona de influencia de la ciudad. Tengo la impresión de que la mayor parte de estos cargamentos son para abastecer a Río Cuarto hacia el sur y no para exportación.
Si ése es el volumen de comercialización sólo de cocaína (imaginemos si le sumamos otro tanto de marihuana y de pastillas) entonces comenzamos a visualizar la escala del problema que tenemos frente a nosotros y su poder de corrupción y de impacto social.
En lo criminal, debemos exigir que las investigaciones vayan a fondo. Porque si eso sucede podremos dar con los cabecillas que operan en la zona con segura complicidad de poderes políticos, policiales y garantías de impunidad que ofrecen sectores de poder. Si cayera un cabecilla, sería todo un mensaje de que la impunidad no es tal. Si nada sucede, habrá sido sólo una foto para las elecciones. En este sentido hay que apoyar la labor heroica que está llevando adelante un magistrado como el Dr. Ochoa.
En lo que respecta a políticas de control de la venta de drogas en la región, ha llegado la hora de poner sobre la mesa de debate público hasta qué punto el narcotráfico se ha insertado en la dinámica económica y social de la zona y cómo involucrar a la ciudadanía a través de canales que garanticen anonimato para que acerquen sus denuncias de puntos en los que se vende droga, avistaje de avionetas ilegales y movimientos irregulares en zonas determinadas, urbanas o rurales.
Se necesita intensificar la acción directa del Estado sobre barrios vulnerables para evitar cualquier incipiente proceso de “favelización” o de socialización de la venta de droga que se pueda estar produciendo por necesidad o por la sensación de impunidad que se ha instalado en la provincia y de la que Río Cuarto no es la excepción.
Sería una señal muy importante realizar operativos sorpresa en todas las rutas de la zona para controlar autos y camiones al azar en busca de sustancias ilegales. En esta acción se puede involucrar a la Policía Caminera o solicitar el apoyo de fuerzas especiales.
Programa integral
En la faceta preventiva, Río Cuarto debe asumir que es una plaza de alto consumo de estupefacientes y dejar los voluntarismos y las improvisaciones para encarar un programa integral de prevención con la escala y la profundidad adecuada, involucrando a las instituciones educativas, religiosas y comunitarias y acercando información y formación al seno familiar. Nunca está de más repetirlo: es una contradicción que hagamos de repente un despliegue inusitado sobre las drogas ilegales, pero dejemos rienda suelta para el consumo de la droga más peligrosa, que es de venta legal y es el alcohol.
En la faceta asistencial hay que ponerle plazo y asignarle recursos al desarrollo de una institución pública gratuita que albergue y recupere a adictos sin recursos de la zona sur de la provincia. La encomiable acción que lleva adelante Nazareth no es suficiente. El Estado provincial, como tampoco el municipal, puede desentenderse.
Todas estas consideraciones ¿deben potenciar nuestro temor y nuestro escepticismo? Todo lo contrario. Ciudades como Río Cuarto o Villa María, por su dimensión y su organización social, tienen todavía todas las oportunidades de revertir la tendencia, tanto en la oferta como en la demanda de sustancias tóxicas.
Pero hace falta una firme voluntad colectiva, que se explicite en forma sostenida y que presione al poder político para que se haga cargo del que se ha convertido en uno de los principales flagelos de la región.
Podemos permanecer indiferentes. Pero se trata de nuestros hijos.
* Ex secretario de Prevención y Lucha contra el Narcotráfico
de la provincia. Autor del libro “Favelización de Córdoba.
Droga, poder y burocracia”.
Fuente : Puntal 11.08.11
SOY UNA PERSONA MAYOR,HACE 50 AÑOS ,UN PROFESOR DEL COMERCIAL,VIVIO UNA SITUACION MUY PARTICULAR CON UN TRAFICANTE DE DROGAS EN NUESTRA CIUDAD,Y DESPUES DE AMENAZARLO QUE SI HABLABA ERA BOLETA ,LE CONTO QUE RIO CUARTO ERA EL CENTRO DE DISTRIBUCION MAS GRANDE DEL PAIS,POR ESTAR CERCA DEL PACIFICO ,NO TAN LEJOS DEL ATLANTICO Y DEL PARANA Y EL SISTEMA DE RUTAS VIALES Y FERREAS QUE SE COMUNICABAN CON TODO EL PAIS... LUEGO TODO ESTO LO CONTO A SUS ALUMNOS, EXPLICANDO EL PELIGRO DE LAS DROGAS....
ResponderEliminarHOY COMO ESTAMOS?? Y SI TIEMPO DE ELECCIONES , PERO LOS PECES GORDO NO APARECEN,PURA BULLA.....
No solamente el problema de la droga afecta a los barrios marginales, también afecta a los barrios del centro y countries. Lo niños bien también se drogan y como!!!! Y estos "niños" están bien protegidos por los popes del poder. Si uno se pone a hurgar un poquito van a ver como saltan nombres conocidos de la ciudad mezclados con el Trafico de drogas.
ResponderEliminarAsí como los pobres con el paco, los ricos con anfetaminas, cocaina en su maxima pureza, tambien hay funcionarios que se pegan su nariguetazo para soliviar el exeso de trabajo en sus funciones como ÑIOQUIS. Habria que someterlos a todos en un pscicofisico incluido una rinoscopia y anascopia para detectar quienes son son los faloperos del gobierno y tratarlos en algún centro de reabilitación.-
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