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15 sept 2010

Voto Electrónico






Por Martín Bonamico


La utilización del voto electrónico en las recientes elecciones de Marco Juárez, abrieron un interesante debate en la ciudad sobre el posible uso de esta herramienta, impulsado a su vez, por la concejala Viviana Yawny que presento un  proyecto para la implementación del mismo.

Como profesional de la informática me veo en la obligación de advertir que la informatización del sistema de votación plantea más dudas que respuestas.
En  general existe una concepción de que los sistemas informáticos son mágicos y que son tan avanzados que difícilmente fallen, esto rotundamente no es así. 
 No solo esto sino que tales desarrollos son implementados por empresas, las cuales obviamente están integrados por personas, por lo que se necesitaría de un sistema de control excesivamente preciso para que nadie pueda influir en el accionar de los profesionales que llevan a cabo la puesta a punto del sistema, como así también de los directivos de la misma, dado que quien sabe que objetivos políticos y/o económicos podrían perseguir.
Ustedes me dirán que lo mismo sucede en el sistema actual, pero créanme que es más fácil controlar cuantos votos hay en una caja que verificar  el correcto accionar de un sistema electrónico de esta magnitud. El nivel de seguimiento, evaluación y control a realizar es infinitamente más complejo que el desarrollado en el presenta esquema de votación.
A continuación  un excelente artículo explicativo sobre los problemas que presenta el sistema de voto electrónico. Por Beatriz Busaniche y Federico Heinz, dos expertos en el área. Además recomiendo la lectura del blog de Javier Smaldone, otra persona muy capacitada que en su blog, con minucioso  detalle nos explica sobre las implicancias del sistema.
Principales problemas detectados
Beatriz Busaniche y Federico Heinz
(Fundación Vía Libre)
Este artículo está incluido en el libro "Voto Electrónico: Los riesgos de una ilusión", que se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-Compartir Obras Derivadas Igual-2.5-Argentina.
Los sistemas de voto electrónico (en el sentido usado en este libro) suelen venir de la mano de contundentes afirmaciones acerca de sus virtudes, tales como una mayor transparencia del acto electoral, la eliminación del clientelismo político, la rapidez e infalibilidad del conteo, el menor costo de cada elección, y la mayor participación ciudadana.
Lamentablemente, estas afirmaciones categóricas no vienen acompañadas de datos sólidos que las sustenten, y algunas empresas proveedoras invierten un esfuerzo nada despreciable en evitar que sean verificadas por terceras partes independientes, como fue el caso de Sequoia Systems en 2008, que intentó impedir una auditoría independiente de seguridad encomendada por el estado de Nueva Jersey argumentando que llevarla a cabo violaría los términos de uso del software que controla las urnas [1].
De hecho, ninguna de esas afirmaciones soporta un análisis profundo y, si bien algunas de ellas pueden ser ciertas para algunos casos particulares, la experiencia internacional demuestra que en la realidad están muy lejos de reflejar el verdadero desempeño de las urnas electrónicas.

Transparencia
La afirmación de que las urnas electrónicas aportan a la transparencia del comicio es, probablemente, la más aventurada. Es difícil comprender cómo un proceso opaco se haría más transparente mediante el recurso de agregarle una “caja negra”. Lejos de aportar a la transparencia, la urna electrónica obstaculiza la capacidad de la mayoría de los ciudadanos de fiscalizar la elección.
Cualquier persona sabe cómo verificar, con sólo mirarla, que una urna está vacía o que un precinto de seguridad está intacto, y el sistema educativo apunta a garantizar que todas las personas sepan leer, escribir y contar. Pero estas habilidades son inútiles a la hora de ver qué pasa "dentro" de una urna electrónica: la inspección ocular no sirve para ver si está vacía sino que es necesario usar un programa diseñado a tal fin, que imprima un ticket que diga "sí, estoy vacía". ¿Podemos creerle?
Cuando la urna imprime los resultados, los obtiene de operar sobre sus registros internos, almacenados en medios magnéticos que los fiscales no pueden leer por sus propios medios. La única "comprobación" posible de que la urna está efectivamente vacía, o de que los totales son correctos, es repetir la operación, la que previsiblemente dará siempre el mismo resultado. Aún si confiáramos en que el programa de la urna es correcto, el fiscal promedio carece de los conocimientos y las herramientas necesarios como para comprobar si el programa que está instalado en la urna ha sido adulterado o no.
Incluso un fiscal con grandes conocimientos de programación y electrónica digital, provisto de herramientas especializadas, probablemente demoraría días en verificar con algún grado de confianza que la urna está efectivamente "en cero", mientras que hacerlo con el mismo grado de confianza con el que puede hacerse inspeccionando el interior de una urna de cartón es efectivamente impracticable: se trata de un problema de la misma complejidad que la construcción de programas de computadora libres de errores, algo que el estado del arte aún no nos permite. Para peor, las acciones que debería realizar este hipotético auditor especializado son mucho más invasivas que las necesarias para adulterar el funcionamiento de la urna, de modo que, suponiendo que nos diga que la urna está "limpia", no sólo no va a poder demostrárselo a alguien que no esté similarmente especializado, sino que no tenemos manera de saber si lo que hizo, en realidad, fue verificarla o subvertirla.
Este es un problema fundamental de las urnas electrónicas: mientras la verificación de su confiabilidad dependa exclusivamente de comprobar que "funciona bien", la tarea de su fiscalización queda necesariamente en manos de una élite tecnológica, a la que el resto de la población no tiene más remedio que creerle. Para corromper la fiscalización de una elección basada en papel, es necesario contar con fiscales corruptos en un número importante de mesas, pero en el caso de las urnas electrónicas basta con sobornar o extorsionar a un grupo pequeño de personas fácilmente identificables.
Estas dificultades a menudo son desestimadas, argumentando que se pueden realizar elecciones de prueba controladas para ver cómo se comporta la urna, y señalando que estas urnas se han usado en muchos lugares sin problemas. Lamentablemente, este argumento ignora el hecho de que es muy sencillo programar la máquina de modo que no se comporte de la misma manera durante las pruebas que durante la elección, y que la experiencia demuestra que en la mayoría de las elecciones, la necesidad de actualizar el software (ya sea el mismo software de la urna o su sistema operativo) lleva a que el programa que corre durante la elección puede no ser el mismo que se usó durante las pruebas.
Por lo demás, la afirmación de que estas urnas han sido usadas sin problemas es harto aventurada: no sabemos si hubo problemas o no, precisamente porque la opacidad del mecanismo no nos permite comprobarlo adecuadamente. Es perfectamente posible que en esas elecciones haya habido problemas masivos, sin que nadie haya podido probarlo y ese es precisamente el escenario que las urnas electrónicas facilitan. De hecho, hay elecciones como las de EEUU en 2004, en las que las diferencias entre las encuestas en boca de urna y los resultados finales sugieren fuertemente que las urnas dieron resultados incorrectos.

El fin del clientelismo
El clientelismo político es un problema social, económico y educativo que no se soluciona con tecnología.
Para que la "compra de votos" funcione, es necesario contar con un mecanismo que permita al comprador un grado importante de confianza en que el votante efectivamente votará por el candidato al que prometió votar. En las elecciones en papel, esto puede hacerse a través del denominado "voto en cadena", mecanismo que algunos sistemas de voto electrónico hacen efectivamente imposible.
Pero pensar que el voto en cadena y el clientelismo son lo mismo es un error: el voto en cadena es sólo un mecanismo de romper el secreto del voto. No es el único, y las urnas electrónicas ofrecen mecanismos alternativos potencialmente mucho más eficaces. Esto se debe a la naturaleza fundamentalmente distinta de las urnas electrónicas. Por ejemplo, mientras que las urnas normales son contenedores pasivos, de información, los circuitos de la urna electrónica emiten radiación electromagnética.
Experimentos realizados en Holanda demostraron que estas emisiones hacían posible detectar por quién votaba una persona desde una distancia de 25 metros, usando sólo dispositivos disponibles comercialmente.
En el estado de Ohio se descubrió, dos años después de usarlas, una grave falencia en las urnas electrónicas que permite violar el secreto del voto luego de los comicios: los reportes emitidos por la urna al final del recuento permiten reconstruir el vínculo entre voto y votante. Este caso es particularmente grave, porque ilustra un aspecto a menudo ignorado del cálculo de riesgo a la hora de usar una urna electrónica: el hecho de que no conozcamos vulnerabilidades en la urna no quiere decir que no existan, ni que nadie las conozca. Alguien que estuviera en conocimiento de esta vulnerabilidad hubiera podido organizar una compra o extorsión masiva de votos que hubiera sido indetectable y requerido un esfuerzo logístico mucho menor que el voto en cadena.

La rapidez del conteo
Una de las escasas ventajas promocionadas que podría ser verificable es la rapidez en el conteo. De hecho, cuando todo sale bien, los resultados pueden ser inmediatos. El problema surge cuando evaluamos el impacto potencial de las distintas cosas que pueden salir mal. Mientras que en la urna de papel, la influencia de un inconveniente es por lo general proporcional a la magnitud de éste, en las urnas electrónicas un problema muy pequeño puede tener consecuencias muy graves. Esto lleva a que si los resultados de la urna electrónica no son inmediatos, por lo general no se los puede obtener nunca. Por lo general, no hay nada al medio.
El 16 de diciembre de 2007, por ejemplo, se utilizaron cuatro urnas electrónicas de la firma Altec Sociedad del Estado (Río Negro) en la localidad de Las Grutas, en Argentina. Transcurrida la jornada electoral, una de esas urnas arrojó un resultado sorprendente: 0 votos. Fue afortunado que en este caso las urnas hayan llevado registro en papel, porque el registro digital se había perdido completamente, pero aún así el escrutinio demoró horas, porque los votos impresos sobre una tira de papel eran mucho más difíciles de identificar que las boletas originales. La única explicación de la empresa proveedora de la urna fue que "alguien debe haber sacudido la urna".
De la misma manera, existen casos en los que una falla técnica en una urna electrónica produjo que la urna contara miles de votos en mesas en las que votaban sólo cientos de personas, o el reciente caso de Nueva Jersey, en el que los resultados fueron inmediatos, pero el total de votos emitidos no coincidía con la suma de los votos emitidos por partido. ¿Puede decirse que ese resultado es inmediato, cuando en realidad es evidentemente incorrecto? [2]
La rapidez, sin confianza ni seguridad, no sirve para mucho en un proceso electoral. Esta es un área en la que la eficacia (hacerlo bien) debe primar por sobre la eficiencia (hacerlo rápido).

La economía
La idea de que usar urnas electrónicas permite economizar dinero en los comicios ha sido refutada por auditores independientes que la pusieron a prueba. En el Estado de Maryland, por ejemplo entre 2002 y 2003 se compraron 19 mil máquinas de pantalla táctil a la firma Diebold. Para poder concretar la compra, el Estado tomó un crédito de 67 millones de dólares, 44 de los cuales fueron a las arcas de la empresa en concepto de compra y mantenimiento de las urnas. Antes de incorporar estos dispositivos, Maryland usaba un sistema de escaneo óptico.
Según el informe de la organización Save Our Votes, publicado en febrero de 2008 [3], el cambio de tecnologías implicó un aumento promedio de 179% en el costo total por votante. En uno de los condados, el aumento fue de 866%.
Por cierto, las máquinas de Diebold aún no se terminaron de pagar y ya deben ser renovadas. El Estado de Maryland está considerando volver al sistema de escaneo óptico.

La participación ciudadana
Un tema crítico a la hora de evaluar la implementación de voto electrónico es la participación ciudadana. Nuestras democracias modernas están golpeadas por el descrédito de las clases dirigentes y la falta de confianza en los sistemas políticos. El halo de modernidad que otorga el voto electrónico parece ser la panacea para entusiasmar a los votantes para participar en los comicios.
Sin embargo, es importante destacar que la incorporación de urnas electrónicas tiene efectos claramente contrarios al objetivo de mejorar la participación ciudadana. Sin ir más lejos, las personas poco afines con los sistemas computacionales serán los primeros excluidos: adultos mayores o personas de escasos recursos, personas con dificultades visuales o con bajísimo nivel educativo que hoy día no requieren mayor preparación para elegir una boleta, ponerla en una urna y emitir su voluntad política, se verán enfrentados a un sistema mucho más complejo para votar.
Pero este no es el único inconveniente. Quizás el mayor de los problemas es que aquellos que hoy auditan las elecciones en nuestro nombre (maestras de escuela, empleados públicos, fiscales de partidos políticos) se verán incapaces de auditar eficazmente un sistema de esta naturaleza. Sólo personas altamente calificadas en ingeniería de software, electrónica y hardware podrán comprender el funcionamiento de estos sistemas. Aún personal calificado en seguridad de sistemas de información se manifiesta incapaz de evaluar, validar y corroborar el funcionamiento correcto de urnas electrónicas. Estos mismos expertos difícilmente se atrevan a firmar a conciencia una certificación de seguridad de las urnas pues no existe método formal de validación que los avale.
Así, la participación real y tangible de la ciudadanía se verá reducida a la confianza ciega en un pequeño número de fiscales informáticos que, aún teniendo amplios conocimientos de la materia, no podrán certificar la validez de un resultado en el que todos los demás tendremos que confiar. Aquellos que tenemos la voluntad política de ejercer nuestro derecho a auditar nos veremos limitados por carecer de conocimientos técnicos, y tendremos que dejar la participación real a una pequeña elite de técnicos autorizados.
Si bien no existen sistemas perfectos, la diferencia de impacto es sustancial. Una mesa de votación tradicional puede registrar inconvenientes y ser anulada. El impacto sobre los resultados globales será mínimo. Sin embargo, un error mínimo en un sistema de votación electrónica puede alterar el resultado de una elección simultáneamente en un gran número de mesas.

Problemas generales
A todo esto vale agregar que, en la gran mayoría de los casos, los proveedores de urnas electrónicas son empresas privadas cuya composición accionaria deberíamos conocer en detalle antes de confiarles un proceso público y ciudadano como es la emisión del voto. ¿Cuáles serán los mecanismos para auditar a las empresas proveedoras?
¿Cómo sabremos cuáles son sus vinculaciones políticas y sus intereses en cada elección? ¿Estamos dispuestos a privatizar un proceso ciudadano como el acto de votar?

Estas preguntas surgen a la luz de escándalos ocurridos en los EEUU donde, por ejemplo, uno de los principales accionistas de una de las empresas proveedoras de urnas (ES&S) resultó ser un senador republicano con obvios y marcados intereses en el resultado electoral. [4]

No son pocos los inconvenientes que aparecen a la hora de evaluar la automatización de la emisión del voto. Sin embargo, es muy poco lo que se discute y ciertamente escaso el conocimiento sobre los mismos. El acto de votar es lo suficientemente importante como para que nos ocupemos de este tema, y nos preocupemos frente a incorporaciones acríticas de tecnología que, lejos de mejorar nuestras democracias, son amenazas al derecho esencial de la ciudadanía a votar en condiciones de secreto, transparencia y seguridad.

Nota: Le agradecemos a Martín, licenciado en Informática, la oportunidad que nos brinda con esta nota de analizar las ventajas y desventajas del sistema de voto electrónico.

CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO

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