Las diferentes condiciones de vida para los habitantes de la ciudad y región reflejan el desequilibrio de nuestra sociedad. Y esto se paga con salud, no lo dude. Entonces enterarnos que se detectaron casos de Chagas en el barrio Los Hornos no es de extrañar. Lo presentan familias con niños de la comunidad boliviana que deambulan por el país como trabajadores golondrinas en las tareas estacionales, y que se establecieran en la ciudad en los hornos de ladrillos.
Pero las condiciones de vida son de extrema precariedad, y en este medio las declaraciones del titular
de Bromatología y Ambiente, Oscar Artero, confirmando la existencia de
vinchucas parasitadas en el lugar luego de que una muestra analizada en la
Universidad de Río Cuarto constatara la infección en los insectos, son para
reflexionar.
Hace 101 años que Carlos Chagas en Brasil descubrió el parásito
que causa la enfermedad que hoy lleva su nombre y más de 80 que en nuestro
medio Salvador Mazza luchó a brazo partido para llevar adelante sus tareas de
investigación, denunciando desde Jujuy las miserables condiciones de vida que
generaban en los precarios ranchos de adobe el hábitat ideal de las temidas
vinchucas.
La vinchuca transmite
el parásito que genera la enfermedad y así ésta silenciosa y solapada se extendió en el
país, ampliando sus fronteras constituyendo una muestra evidente de las enfermedades
de la pobreza, como otras que poseemos de arrastre.
No sólo están en riesgo los pobladores de los pobres
ranchos, la enfermedad se disemina en las áreas rurales y urbanas más aún
cuando las condiciones económicas actúan como regulador de las migraciones. En
nuestro medio el bienestar que generó el boom de la construcción determinado
por el agro, hizo que una tarea rentable fuera la producción de ladrillos y se
llegaron a contar 50 hornos en su mejor momento, siendo ahora el número de 14.
Claro que las condiciones de vida de los trabajadores nos retrotraen a la época
de mayor desprotección social, increíblemente que se den en pleno siglo XXI.
Dada la voz de alerta desde Epidemiología de la Provincia se
visitó la zona para hacer las extracciones y detectar nuevos casos, pero lo que
no pueden negar es la presencia de la enfermedad en la ciudad, adonde otro
reservorio también son los fieles amigos
del hombre: los perros, tema ya corroborado desde trabajos efectuados en la Universidad local.
Las enfermedades de la pobreza conviven en este medio, se
diseminan entre nosotros y las condiciones laborales que generamos y permitimos
privilegiando el lucro por sobre la
dignidad y la vida de los seres humanos nos muestran esta bochornosa realidad.
Mucho denunció Salvador Mazza en esta sociedad impiadosa que
desatiende las más elementales necesidades de la gente, él y sus seguidores más
dilectos también fueron víctimas del flagelo. Pasaron muchos años y los
progresos científicos han logrado revertir el curso fatal de tantas
enfermedades mejorando las expectativas de vida de los pueblos. Pero lo que no se puede conseguir es el equilibrio social que le permita a cada habitante contar
con condiciones de vida digna, y esta sí
que es una utopía, que se juega con la baraja marcada de los políticos de turno.
Y si no, miremos a los más desposeídos del sistema por ejemplo los que han tomado los terrenos del barrio Alberdi
habitantes de míseras casillas de chapa y nylon, o de pocas piezas para mucha
gente que no tienen cómo llegar con sus reclamos a los que mandan en la ciudad,
y que al pretender un espacio para una vivienda algo mejor y por ende más
saludable se convierten en los ilegales de un sistema que los condena a la
pobreza y sus consecuencias, entre otras de salud.
CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO
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