Si usted presta un auto, puede pedir que se lo devuelvan. Pero el Congreso, que prestó sus atribuciones al Presidente, es decir, le delegó parte de su poder por tiempo determinado, no puede recuperarlo.
Esto es lo que se debatió en el Congreso: Diputados, la semana última, y el Senado, ayer, decidieron que la Presidente es la dueña temporal de un poder que no le corresponde. El oficialismo y sus aliados defendieron lo indefendible, como si no hubiesen extraído ninguna lección de las elecciones de junio último ni, más aún, como si jamás hubiesen leído la Constitución Nacional.
El Congreso, por pedido de los gobiernos de turno, fue cediendo cada vez más atribuciones: no sólo entregó las facultades del Código Aduanero, que incluye las de fijar retenciones, sino también cedió otras, como la fijación de alícuotas de impuestos, la posibilidad de constituir sociedades del Estado al margen de todo control y las facultades que da la nefasta ley de abastecimiento. Y, en realidad, ningún presidente, ni peronista ni radical, nunca aceptó que se le venciera el préstamo. No lo hizo Carlos Menem y, menos aún lo quiere hacer Cristina Kirchner.
En 1994, cuando se realizó la reforma constitucional, se reconoció expresamente esa práctica legal argentina en el texto de la Constitución y se dijo que la legislación delegada caducaría en agosto de 1999, es decir, cuando faltaban tres meses para el vencimiento del mandato de Menem (¡no sea cosa que el ex presidente viese menguado su poder!).
Pero, ese mes, con la ley 25.148, y luego, a través de otras muchas leyes, todas esas delegaciones fueron prorrogándose.
La Argentina es una democracia electoral, pero ya olvidó -esperemos que alguna vez lo recuerde- lo que significa ser una República, con división de poderes y respeto de las instituciones.
Adrián Ventura
Fuente: La Nación 21 de agosto 2009
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