Hoy, Juan Politano cumpliría 28 años. Su hermano cumplió esta carta, a cinco años de las trágicas explosiones en la UNRC.
A la comunidad universitaria:
Han pasado más de 5 años de ocurrido el accidente en la planta piloto. Durante todo este tiempo he tenido la necesidad natural de saber qué había ocurrido, lo que me ha llevado a interiorizarme en los pormenores del accidente, y el transcurrir de mi vida estudiantil me dio la posibilidad de conocer algunos entretelones relacionados al funcionamiento institucional de la UNRC. Dadas las circunstancias y en vísperas de la sexta vez que no podré decirle feliz cumpleaños a mi hermano de manera física, me siento en la necesidad de expresar algunos comentarios, sentimientos y reflexiones.
Cuando ocurre el accidente, allá por el 2007, me encontraba terminando el segundo año de licenciatura en química. Quiero hacer mención a una cuestión muy simple, pero no por ello sin importancia. Era por aquel entonces nada más que un simple estudiante perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas, Físico – Químicas y Naturales, NO pertenecía a la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, conocía que era la planta piloto, sabía de la presencia de novedosos tambores de hexano, sabía lo que se estaba realizando en ese momento en la instalación. Vuelvo a remarcarlo, todo esto sin siquiera ser estudiante de la Facultad de Ingeniería.
Una vez que ocurrió la tragedia, en la cual dejó la vida mi hermano, el estudiante Juan Andrés Politano, fue vergonzoso el apoyo institucional que recibió mi familia de parte de la Universidad. Creo que hasta el día de hoy mis viejos están esperando que algún tipo de autoridad de por aquel entonces les cuente qué fue lo que ocurrió, por qué la universidad les había quitado la vida de su hijo. El calor humano que hemos recibido, fue el proveniente exclusivamente de grandes personas que sí trabajan en la Universidad, pero movidos únicamente por sus convicciones particulares. Todavía hoy transitan por los pasillos de la UNRC, y menos mal que estas personas existen, porque son las que le dan el verdadero sentido humano a la institución. Son estas mismas personas las que han luchado desde el anonimato desde el día siguiente al accidente, para mantener en pie a una institución que se caía a pedazos, sumergida en una crisis psicológica sin precedente. ¿O acaso no tienen memoria? ¿Piensan que por arte de magia los estudiantes pudimos volver a las aulas y laboratorios? Obviamente que no. Se debió a este puñado de personas, que han sabido sobreponerse a todo un aparato institucional armado, primando las cuestiones humanitarias. Y vuelvo a remarcarlo, estas personas de las que hablo NO son las autoridades de aquellos tiempos.
En la actualidad me encuentro residiendo en la Ciudad de Córdoba, realizando estudios de posgrado en la UNC. El vínculo “estatutario” que me une a la UNRC es el de Graduado. Por eso me veo en la necesidad de opinar como tal, al entender que el Graduado debe ser aquella persona que luego de haber pasado por la Universidad, logre llevarle la mirada y la opinión de la sociedad en la cual vive. Por si no se han dado cuenta, no son sólo ustedes quienes están interesados en saber que ocurrió. Hay toda una sociedad esperando las respuestas a todos los interrogantes que existen. Me siento verdaderamente triste en relación a que la única discusión que se esté dando acerca del accidente de la planta piloto y todo lo relacionado al juicio que éste conlleva este limitado a cuestiones tan superficiales tales como si querella si, o querella no, gremio docente si, gremio docente no. Hay muchísimas personas que tenemos la necesidad de saber la VERDAD. Y en esta búsqueda de la verdad no hay sentimientos de odio o vengativos. Quizás en lo personal, lo natural sería sentirlo, de hecho perdí a mi hermano mayor. Pero no, no tengo esos sentimientos. No soy iluso, que haya o no responsables (y remarco esto, no considero que haya culpables, pero sí responsables) no me va a devolver a mi hermano; pero es imperiosa la necesidad de que se sepa la verdad. Como sociedad nos merecemos saber la verdad. Es exactamente lo mismo que se siente ante otros juicios, más o menos importantes que éste, en el cual saber que se debía hacer y no se hizo, o que se hizo mal, es superador. Saber la verdad, aunque quizás en una primera impresión sea doloroso, es superador. Ayuda a sanar las heridas que todavía se mantienen abiertas. Trae paz. No se debe entorpecer esta búsqueda.
Como trabajador de una Universidad Nacional, además, el desenlace del juicio me mantiene muy alerta. Esto lo digo porque hasta el hartazgo escuché en las distintas audiencias, e inclusive en charlas con amigos y colegas de la UNC, frases tales como “… antes de lo de la planta piloto…” “…después del accidente…” “… luego que ocurrieron las explosiones de Río Cuarto…”, lo que deja en claro que esta tragedia marcó un antes y un después. Este quiebre no solo ocurrió en diferentes aspectos en la UNRC, sino que en cuestiones de higiene y seguridad fue un baldazo de agua fría para todas las UUNN. Mi preocupación reside en que todo quede en la nada. En general, todas las acciones realizadas “luego del accidente” han sido para cambiar cosas que evidentemente funcionaban mal, si no, no se hubiesen cambiado. Supongamos que hipotéticamente, (aunque a mi entender están claras las responsabilidades), no hay responsables. ¿Qué pasa con todo lo realizado en estos 5 años en materia de seguridad? ¿Quiénes deberían cuidar entonces a los estudiantes si no son las autoridades? ¿Quiénes deben garantizarles condiciones laborales seguras a los trabajadores de las universidades? Todo quedaría en nada y en nadie, lo que me resulta inconcebible. Y estaríamos lejos de un verdadero NUNCA MÁS.
Creo que como institución la Universidad Nacional de Río Cuarto y la Facultad de Ingeniería deberían hacerse cargo y asumir las responsabilidades. Debemos ponernos de acuerdo en que instituciones queremos y dejar de lado los dobles discursos. Cuando la sociedad nos necesita, cuando pone la lupa sobre la UNRC, somos la loable “casa de altos estudios”. Se está muy cómodo allí alejado de la ciudad, encerrado detrás de ese alambrado (que no es más que una separación simbólica de la sociedad, ya que tranquilamente pudieron entrar unos cuantos barriles de hexano y toda una estructura para que la planta piloto explote). Sin embargo, lo que ocurre puertas adentro, dista mucho de esto, al manejarse todo de una manera “pseudo-burocrática”, cargada de amiguismos y decisiones tomadas en los pasillos. Todo esto que digo está puesto en evidencia en los testimonios de la causa. Ahora bien, cuando lo que ocurre puertas adentro trasciende a la sociedad (llamémosle la MUERTE de 5 profes y 1 estudiante), preferimos ser esta institución pequeña, total somos todos amigos, total aquí no ha pasado nada. Si a la sociedad le “vendemos” la imagen de una sublime Universidad Nacional, lo correcto es que la sociedad nos juzgue como tal. Esto se llama hacerse cargo.
Otra cosa que me resulto preocupante durante las audiencias es el uso natural de la palabra extensión universitaria, en relación a las tareas que terminaron provocando el accidente. ¿es extensión universitaria trabajar para una empresa multinacional de capitales belgas, con sede en Buenos Aires? ¿Cuál es el beneficio que recibe la sociedad en este tipo de tareas? ¿Y la Universidad? ¿No serán acaso tareas para llenar los bolsillos de algunos pocos? Llamémosle a lo sumo servicios a terceros, pero no articulación, y mucho menos extensión. Ruego que estos conceptos erróneos estén presentes solo en unos pocos docentes.
Aprovecho en estas líneas para agradecer a los docentes de mi Facultad, quienes consciente o inconscientemente han sabido tratarme a mí como un estudiante más, sin ser “el hermano de…”, trato que no era ni más ni menos que lo que necesitaba para ser lo que hoy soy profesionalmente hablando.
Para cerrar, deseo simplemente que la actitud que ha tenido mi hermano se contagie y se imite. No hablo de algo tan profundo como dar la vida por el prójimo. Su acto habla de lo que él hacía cada día de su vida, unir lo que uno quiere y siente (convicción), con lo que es mejor para el bien común (humildad). Eso se llama tener COHERENCIA. El Juani tenía apenas 22 cuando puso esto en evidencia. Ojalá me contagie a mí y a muchos de los que están leyendo estas líneas.
Los abrazo fuertemente.
Fabrizio Politano
DNI N° 32.477.191
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