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23 ago 2013

Datos comparativos entre Argentina, Canadá y Australia

En Canadá, la pobreza se redujo a la mitad, mejoró la distribución y la corrupción casi no existe

Por Luciana Vázquez 

El año pasado, Toronto ocupó el puesto quince en el ranking Mercer de Calidad de Vida, que incluye 221 ciudades de todo el mundo. Varias ciudades canadienses se destacan en el ranking. Buenos Aires, en cambio, se encuentra en el puesto 81. En diciembre de 2010, al regresar de Toronto después de vivir allí cuatro años, no estaba preparada para lo que me esperaba pocos días después: la batalla del Indoamericano. En Canadá eso no pasa.

El índice de pobreza de Canadá en 2012 fue de 8,8 por ciento, el más bajo desde 1965. La cantidad de canadienses que viven en la pobreza ha venido bajando desde 1996, cuando el índice superaba el 15 por ciento. La mitad de pobres en quince años.

Los datos son de Statistics Canada, el organismo similar al Indec, respetado por su rigor y su independencia de los vaivenes políticos.

La cuota de colegio privado no es problema. Apenas un 8 por ciento va a escuelas privadas. Para el resto, la educación es pública, gratuita y de alta calidad: Canadá ocupó el quinto puesto en el ranking de Pisa 2010.

Su sistema de salud también es gratuito y de calidad. La opinión pública defiende la salud pública y sólo concibe un sistema privado como complemento para solucionar tiempos de espera, por ejemplo. Así lo dice el reporte Canadian Perception of the Health Care System , de McGill University, en 2007.

Otros datos duros acentúan el contraste entre la vida que se desliza cual hojita canadiense al viento y la rutina argentina: una montaña rusa a punto de descarrilar en cualquier momento.

El índice Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso o el consumo entre países, ha variado poco desde 2000. Con el número cero como la igualdad perfecta y el uno como la mayor desigualdad, Canadá tenía en 2010 un Gini de 0,324. La Argentina tuvo un Gini de 0,364 en 2012.

El rol del Estado canadiense es clave para reducir la brecha entre ricos y pobres: cuando el índice Gini considera el sistema de impuestos y transferencias a favor de los sectores de menos ingresos, la desigualdad se reduce en un 27 por ciento.

La clase media se queja. La carga impositiva total promedio que pesa sobre el canadiense soltero es de 32 por ciento. Conviene casarse y tener dos hijos: en ese caso, el impuesto se reduce al 22 por ciento. El panorama empeora en Ontario, donde los impuestos representan el 47 por ciento de los ingresos, con un 13 por ciento de impuesto al consumo en algunos ítems.

El rigor impositivo permite, por ejemplo, que el sistema de vivienda subvencionada esté extendido y la villa miseria al estilo argentino sea impensable.

Mi hijo, a los 6 años, lo vivió de cerca. En la Navidad de 2008, se sumó a colaborar con el centro comunitario del barrio para distribuir cajas de alimentos entre las familias más necesitadas. Volvió sorprendido: "Mamá, acá los pobres tienen casa", me dijo.

La política nacional y la inflación no son un tema. El café negro tall de Starbucks sigue costando lo mismo que cuando dejé Toronto en 2010, más barato que en Buenos Aires. Hoy la inflación es del 1,5 por ciento.

En cuanto a política, la corrupción no marca el ritmo de la agenda. Y si sucede, tiene una escala irrisoria para nosotros.

En mayo pasado, el gobierno conservador de Stephen Harper vivió su "peor crisis" desde 2006, cuando asumió el poder. Fue cuando se supo que el senador Mike Duffy había recibido del jefe de Gabinete, Nigel Wright, dinero para cubrir los viáticos por los que era investigado. Wright no los sacó del erario sino de su bolsillo. Y la suma en cuestión eran? 90.000 dólares canadienses. Una corrupción de kilo y medio. Nada para nosotros. Todo para ellos: Wright y Duffy terminaron renunciando.

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