Publicado por El Independiente - La Rioja - (30.07.13)
El ignoto subteniente César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, integró el grupo del Ejército encargado de detener al gobernador Carlos Menem en la noche del 24 de marzo de 1976. Iban preparados y dispuestos a todo, ante una probable resistencia por parte del gobernador… Pero no ocurrió nada de eso. Menem los esperaba de manera pacífica y hasta resignada.
Lo trasladaron hasta el aeropuerto Almandos Almonacid, donde estaba el avión que lo trasladaría a su prisión en Buenos Aires. Antes de despedirse, Menem saludó a los militares, uno por uno, les dio la mano y les dijo: “Nos volveremos a ver cuándo yo sea presidente de la nación”. Años después, Milani había ascendido y estaba en la IV Brigada Aerotransportada de Córdoba y Menem era presidente y estaba de visita. Saludó a los militares uno por uno, y cuando le tocó el turno a Milani, Menem le recordó: “¿Vió que iba a ser presidente de la nación?”.
Este es un episodio que se cuentan por cientos respecto a Menem y su memoria prodigiosa. La obvia particularidad es que fue protagonizado por el actual y cuestionado Jefe del Ejército, que contó esta anécdota varias veces. Milani, dicen, es un buen conversador, nada autoritario, un tipo razonable, simpático, inteligente y que sabe inspirar confianza. Es alto y bien plantado, y un “tropero” en el mejor sentido de la palabra, es decir alguien que comparte bastante con sus subordinados, desde trabajos hasta los almuerzos o cenas.
Perón contaba que, siendo capitán, había un coronel que le aconsejaba que no se mezclara con la tropa para que no le perdieran el respeto… Y reflexionaba, que el respeto no se ganaba con la distancia y el hermetismo, sino con relacionarse in situ, demostrando buen criterio y capacidad. Si sos un imbécil, –planteaba Perón–, no te van a respetar de ninguna manera, ni de cerca, ni de lejos.
Algunos de quienes fueron sus interlocutores, aseguran que Milani no conoce el arte de hablar sin decir nada; habla y siempre dice algo. Pero es cierto su mutismo respecto al Proceso Militar de Reorganización Nacional, al que no condena, ni elogia, por supuesto. A lo sumo, lamenta lo sucedido, una página triste de la historia. Ocurre, dicen los especialistas, que el Ejército y las Fuerzas Armadas en general, han cambiado mucho.
Los generales de hoy eran subtenientes o tenientes, es decir poco más que veinteañeros, allá por los fatídicos años del tremebundo Proceso Militar de Reorganización Nacional que irrumpió en la historia argentina el 24 de marzo de 1976. Aquellos generales o mandamases del Proceso eran “déspotas” según la calificación que hace el propio Milani del general Antonio Bussi. Lo dijo por la prensa hace pocos días para defenderse del abrazo de oso que le dio Ricardo, el hijo de Bussi, cuando afirmó que Milani era muy valorado por su padre.
“Lo de Ricardo Bussi ya no tiene nombre. A su padre no lo conocí, nunca estuve bajo su mando directo, lo vi de lejos, dos veces en mi vida, cuando estuvo en Córdoba. Era un déspota que maltrataba a los coroneles, imagínese que menos iba a tener relación con un subteniente de primer año. Basta ver mi legajo para que quede claro que no tuve nada que ver con él”.
Me consta que había mucha distancia entre algunos jóvenes oficiales y los generales peso pesado. A tal punto que muchos buscaban una distancia física, escondiéndose por los callejones del Batallón de Ingenieros 141 para no toparse, por ejemplo, con el general Luciano Benjamín Menéndez, que los aterrorizaba. Menéndez era un déspota, como dice Milani, que también maltrataba coroneles y no coroneles.
En cierta oportunidad, había reunión de mandos en el III Cuerpo del Ejército, en Córdoba. Ya era jefe del Batallón de Ingenieros, el coronel Malagamba, que por razones ajenas a su voluntad, llegó tarde y recibió las consiguientes y ampulosas recriminaciones de Menéndez. Al cabo de muchas horas, terminada la reunión, cada jefe buscaba su chofer y salían raudos a sus respectivos destinos. Cuando se vio que Menéndez, otra vez, recriminaba a los gritos al coronel Malagamba y le señalaba una dependencia del cuartel. Hacia allí partió Malagamba, preguntó quién era el oficial de guardia y le ordenó que abriera una celda y ahí se introdujo, para cumplir las dos horas de arresto con que lo había castigado el inefable general “Cachorro” Menéndez…
Para algunos operadores políticos del gobierno, César Milani es “el hermano de un compañero”. Su hermano es peronista y su padre también lo fue, con Unidad Básica y todo en el Cosquín natal. Quizás de esa matriz ideológica, le viene su vocación por el trabajo comunitario del Ejército, que realizó en sus diversos destinos. Lo dijo sin rodeos al diario oficialista Página 12: “Sí, digo que hay una campaña en mi contra, porque acá los sectores conservadores creen que las Fuerzas Armadas son sus aliadas.
Y aparezco yo, diciendo que queremos ser parte de un proyecto nacional y popular. Se lo ratifico. ¡Queremos ser parte de un proyecto nacional y popular! Estuvo el otro día la Presidenta dos horas en la cena de camaradería, y allí anunció que vamos a volver a construir, a hacer obras de infraestructura, a ayudar a poner en marcha el Belgrano Cargas. Para mí, eso es un orgullo”.
Los de Inteligencia, dicen los expertos, son los “que leen los diarios”. Es decir que están conectados con la realidad, tienen una visión, más allá de los cuarteles y tuvieron una importancia en los acontecimientos de nuestra historia que no resulta visible a primera vista. Diseñaron gran parte de la guerra contra la subversión, entre otras cosas.
De cualquier modo, la gestión del general Milani al frente del Ejército, ya es muy incierta. Le han hecho mucho daño las denuncias de los militantes y ex presos políticos riojanos Alvaro Illánes y Ramón Olivera, las denuncias por enriquecimiento ilícito en el programa de Lanata y hasta parece abandonado por puntales del Gobierno Nacional como Horacio Verbitsky, que le aconseja ser fusible, que haga un paso al costado, que beneficie a la Presidenta y no que la use como paraguas para seguir en el cargo.
Desde luego que Milani también quedó atrapado en el propio “relato” kirchnerista de los derechos humanos y sólo cito los ejemplos más socorridos: Ernestina de Noble, la dueña de Clarín, fue acosada, acusada y sentenciada socialmente, por haberse apropiado de dos chicos en la dictadura. Y todo resultó falso. El jesuita Jorge Bergoglio, fue citado a declarar por el secuestro de dos sacerdotes jesuitas. Y no tenía absolutamente nada que ver. ¿Y con Milani, qué hacemos? Incluso salvando el honor, lo cual le resultaría relativamente fácil, dice Verbitsky, su gestión ya está comprometida…
En lo que están todos de acuerdo es que nunca se había hablado tanto de un militar en este periodo democrático. El general de Cristina. O el futuro político del Frente para la Victoria, como parte de un proyecto nacional y popular.
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