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16 sept 2012

Testimonios sobre el accionar del represor riocuartense condenado a perpetua


En la semana que pasó se conoció el fallo del Tribunal Oral Federal subrogante de Bahía Blanca  que condenó a cadena perpetua a 14 de los 17 imputados por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el V Cuerpo de Ejército. Hicimos mención ya, se encuentra entre los condenados Mario Carlos Méndez, nativo de esta ciudad de Río Cuarto, de 58 años, coronel retirado, a quien lo  sentenciaron por  los de­li­tos de se­cues­tros, tor­tu­ras y el ho­mi­ci­dio de tres per­so­nas en dos ope­ra­ti­vos que tu­vie­ron co­mo víc­ti­mas a Da­niel Hi­dal­go, Ol­ga Sil­va Sou­to Cas­ti­llo y a Pa­tri­cia Ace­ve­do.
La información que recaba  testimonios vertidos durante el proceso que comprometieron a Méndez, es durísima, pero si quiere saber que  se declaró acerca de este militar y su accionar sobre los grupos de tareas, léala. Importa por varias razones, entre otras porque es bueno mantener viva la memoria,  así como es necesario transmitir a las nuevas generaciones que no vivieron los años de plomo la brutalidad con que se ejerció el terrorismo de estado a partir del golpe del 76.

“Méndez la mató”
Publicado el 16/11/2011 por efemedelacalle

 
Ayer por la tarde continuaron recibiéndose testimonios sobre el operativo realizado por el grupo de tareas del V Cuerpo de Ejército en Fitz Roy 137 el 14 de noviembre de 1976 donde fueron asesinados Olga Souto Castillo -embarazada de cuatro meses- y su compañero Daniel Hidalgo, ambos militantes peronistas.
El ex colimba Félix Julián relató que el subteniente Mario Carlos Méndez le comentó que había asesinado a la mujer embarazada: “Yo me enteré después por comentarios de Méndez (…) Sé que mataron a dos personas ahí adentro, que él había matado a la chica que estaba embarazada y el otro al muchacho en el baño. Creo recordar que con una ametralladora”.
La función del militar riocuartense en Bahía Blanca incluía tareas de custodia del personal superior del V Cuerpo pero no perdía oportunidad de participar en los operativos de secuestro de personas sumándose de hecho a las filas de la Agrupación Tropa, comandada por el mayor Ibarra.
La escribana Edith Carmen Delgado, recordó que vivía allí con su hijo y que ese día percibieron movimiento en los pasillos, gente que corría, “tiros y demás yerbas”. No pudo precisar la hora de inicio del ataque pero “sí el programa que estaba viendo mi hijo que era el Mundo de los Simios”.
“Soy bastante miedosa, los gritos eran muy feos. En ese momento se corría el rumor que había problemas serios en distintos lugares. Tiros y demás se escucharon desde la planta baja. El edificio todavía conserva las huellas de esos tiros. Evidentemente estaban tratando de detener a alguien. Mi departamento era el 2, contrafrente”, aseguró.
Relató que la orden era no salir de su vivienda pero alrededor de las tres de la mañana “se empezó a incendiar el departamento donde habían ocurrido estos hechos y tuvimos que evacuar”.

“No entra en mi mente lo que hicieron”

Desde Mar del Plata vino Isabel Cristina Souto, hermana de Olga que había cumplido 20 años el 15 de octubre del 76 y era un año y tres meses menor que ella.
“En realidad yo me entero donde la matan doce años después que ocurrió el hecho. Hasta ese momento no sabíamos qué había pasado. Me entero por la declaración de un tal Vilas que dice que en Bahía Blanca habían matado a una mujer con otro nombre (Delia García)”, dijo a los jueces.
La familia Souto vivía en Capital Federal y cuando Silvia y Olga cumplieron 12 o 13 años se trasladaron a Mar del Plata. “Antes del Proceso nosotras militábamos en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), a mi hermana la buscaban, así que dejó de vivir en casa cuando tenía 17 años y a partir de ese momento una vez por semana o cada diez días venía el Ejército a preguntar por ella. Nos separaban en las habitaciones para ver que sabíamos”.
Las visitas se reiteraron por más de dos años y se cortaron en noviembre del 76 por lo que la familia concluyó que Olga había sido asesinada o capturada por las fuerzas armadas. Desde entonces, la buscaron junto al bebé que llevaba en su vientre.
Doce años después se enteraron de lo sucedido: “Cuando supimos que había muerto, que no había que buscar un bebé, fue también el hecho que (mis padres) no pudieron velarla, enterrarla y ellos (los militares) siempre supieron y nunca nos lo dijeron. Ni siquiera podíamos decirle a los demás por eso del algo habrá hecho. Fue tan arbitrario, tenían la ley detrás de ellos para juzgarla si había hecho algo y no lo hicieron. No puedo entender lo que hicieron porque en mi mente no entra”.

Daniel Alberto Alguacil, en 1976 vivía en Fitz Roy 137 con su bebé y su esposa que gestaba su segundo hijo. Declaró que “aproximadamente a las nueve de la noche escuchamos dos explosiones. Nos asustamos porque el departamento era un funcional, chico, estaba en el tercer piso 5, contrafrente, cerca de la escalera. Abrí la puerta y vi un militar que circulaba por la escalera. Me indicó que ingresara, que cierre la puerta, que no hable a nadie y que iban a avisar cuando se pueda salir”.
Se refugió con su familia en una habitación que daba a un patio de luz “con mucho susto y nerviosismo porque se seguían escuchando detonaciones y explosiones”. Después decidieron encerrarse en el baño que era más seguro. Estuvieron tres o cuatro horas y pudieron comunicarse con un vecino por la ventilación.
“Cuando fueron cesando los disparos y las detonaciones, pudimos evacuar el departamento. Ahí fue donde descendimos por la escalera y nos dijeron que todo el edificio iba a ser desalojado. Optamos por ir a lo de mis padres y volví la mañana siguiente”, comentó el testigo.

Colimbas en el Comando

Luego se presentó Félix Eduardo Julián quien comenzó su servicio militar el 15 de marzo de 1976 en el Comando V Cuerpo de Ejército.
Luego de la instrucción militar fue designado chofer del comandante Azpitarte con la orden de “no detenerse en semáforos, tratar de esquivar acumulaciones de autos teniendo en cuenta que podía ser parado en cualquier momento y había que evitarlo. Podían ser grupos terroristas, montoneros y todo ese tipo que eran los que más teníamos”.

Su jefe directo era el represor Mario Carlos Méndez, alias Tucho o El Loco de la Guerra, que no dudaba en jactarse de los operativos en que participaba durante las noches.
“Lo que más recuerdo es un procedimiento que se hizo en calle Fitz Roy. Después tuve que llevar al comandante para que vea como había quedado el departamento y por boca de Méndez me relató que había participado. Comentó que lo habían herido en la mano izquierda en ese procedimiento. Había recibido órdenes que había gente subversiva o posible documentación y que al ir se originó un tiroteo”, manifestó Julián.
Méndez le relató que “con otro oficial reciben al ingresar disparos de adentro y ellos contestan y se origina un acontecimiento terrible, sé que habían matado a dos personas ahí adentro. Con los años sé que fue el joven Hidalgo y la señora. Méndez me comenta que era un matrimonio y que la mujer estaba embarazada”.

Al edificio de Fitz Roy, el general Azpitarte llegó con custodia de un suboficial. Al salir, subió al auto y no hizo ningún comentario. “Yo me enteré después por comentarios de Méndez (…) Sé que mataron a dos personas ahí adentro, que él había matado a la chica que estaba embarazada y el otro al muchacho en el baño. Creo recordar que con una ametralladora”.
“Cuando casi no reciben fuego de adentro, él entra corriendo al departamento, se tira encima de una cama y la mujer estaba sobre el piso bastante malherida pero le alcanza a disparar –es herido en la mano- y en la cama la termina de matar”, insistió.

Néstor Omar Bonifaci también comenzó su servicio militar el 15 de marzo del 76 en el Comando V Cuerpo y luego en el Hospital Militar. En su etapa de instrucción participó en una o dos sesiones de tiro en el Balneario Maldonado y en simulacros de combate urbano en el sector de caballeriza. Su jefe directo era el capitán Adalberti.
El juez José Mario Triputti le marcó la contradicción entre su primera declaración ante el fiscal Hugo Cañón en 2007 y la de ayer respecto a su conocimiento sobre la existencia de un centro de detención y camionetas que llevaban gente hacía allí.
“Uno atando cabos a medida que pasa el tiempo relaciona lo que por allá haya visto. Puede ser que hayan pasado camionetas pero no que haya habido un centro clandestino”, explicó. Conclusión: “Hoy si me pregunta si había un centro, evidentemente lo había. Pero si usted me pregunta si en ese momento conocía la existencia del centro, no lo conocía”.
Una situación similar se dio cuando el juez Jorge Ferro le marcó que en 2007 el testigo dijo que el día del operativo en Fitz Roy estaba en la guardia del hospital y recibió un llamado pidiendo una ambulancia y le preguntó si sabía que un subteniente había sido herido.
Bonifaci dijo que no y Ferro le advirtió que “vuelve a incurrir en el mismo error porque en la declaración anterior dice que sí y que podría ser el subteniente Méndez aunque duda si no fue uno de apellido Corres. Usted es muy preciso con los nombres… no tira cualquier apellido”.
“Ehhh… está bien. Sí… ehhh por comentarios tuvieron participación pero no lo vi”, respondió.
Al final de la tarde declaró el ex colimba Juan José Isachi cuyo destino fue el Hospital Militar pero fue pasado “en comisión al Comando porque el teniente De la Serna era amigo de un vecino mío y necesitaba alguien de confianza”.
Aseguró que Méndez “era un subteniente muy enérgico del Ejército, le decían el Loco de la Guerra, no era muy querido por los soldados. Hacía chistes con armas”. Identificó a Chisu, alias Ginebra, como uno de los custodios del general Vilas. Al ser consultado por el fiscal Córdoba respondió: “No tengo idea si estaba vinculado a algún sector sindical”.

En cuanto a De la Serna, el testigo afirmó que “manejaba la parte de prensa. La tarea era de ayudante del general y se encargaba de la prensa. Manejarse con algún periodista y cosas así. Tendrían que venir los periodistas… pero no eran muchas las actividades que desarrollaban. Sé que era encargado de prensa por el título que tenía. Se reunía con el general, tomaba mate en la oficina”.

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