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27 may 2012

Susana Dillón : "Cuando se vive una situación como ésta, te deshacés en vida"

Visita reciente de Susana Dillon a Río de los Sauces

Susana Dillon, madre de Rita Ales, que fue secuestrada y asesinada durante la dictadura militar, se refirió a cómo vivió aquellos años y sus esperanzas en vistas al procesamiento de los responsables del hecho, confirmado por la Justicia en estos días. No se olvide de estos nombres: Aldo Cecchi, Carlos Díaz, Enrique Villanueva, Italo Pasquini y José Tófalo

Que se avan­ce en es­tas cau­sas es co­mo vol­ver a po­ner las he­ri­das al ro­jo vi­vo. Lo que uno tie­ne to­dos los días en la men­te es­tá de un mo­do se­re­no, pe­ro se vuel­ve a re­cu­pe­rar esa vio­len­cia que tie­ne sen­tir­se que a uno le han arre­ba­ta­do  un hi­jo de es­ta for­ma tan te­rri­ble, re­fle­xio­nó Su­sa­na Di­llon, con re­la­ción a la con­fir­ma­ción de los acu­sa­dos por el ase­si­na­to de su hi­ja Ri­ta Ales y la or­den de dar­les pri­sión pre­ven­ti­va.

En diá­lo­go con PUN­TAL, la re­co­no­ci­da mi­li­tan­te por los de­re­chos hu­ma­nos re­cor­dó los he­chos ocu­rri­dos a fi­nes de 1976, que es­pe­ran ser juz­ga­dos en los tri­bu­na­les fe­de­ra­les. Tras to­das las de­cla­ra­cio­nes que hi­zo quien la lle­vó a La Per­la des­pués de que dio a luz en el Hos­pi­tal Mi­li­tar (Ri­ta es­ta­ba de 6 me­ses al ser se­cues­tra­da), fue to­do un trá­mi­te tan ho­rro­ro­so y es do­lo­ro­so vol­ver a abrir esa ci­ca­triz, di­jo.

Es­ta se­ma­na, la Jus­ti­cia con­fir­mó el pro­ce­sa­mien­to de Al­do Chec­chi, Car­los Díaz, En­ri­que Vi­lla­nue­va, Ita­lo Pas­qui­ni y Jo­sé Tó­fa­lo, por el se­cues­tro, tor­tu­ra y ho­mi­ci­dio de Ri­ta y otras tres per­so­nas.

- ¿Có­mo fue el se­cues­tro de Ri­ta y su es­po­so Ge­rar­do Es­pín­do­la?
- A ellos los lle­van de Río de los Sau­ces el 9 de di­ciem­bre. Fue un gru­po de per­so­nas dis­fra­za­dos, hom­bres de mu­jer, en cua­tro au­tos. Que­rían cam­biar­le a la gen­te lo que veían. Ha­bía gen­te va­ca­cio­nan­do y mu­chos es­ta­ban yen­do al bal­nea­rio, y cer­ca de las 17 se los lle­va­ron.

Di­llon ex­pli­ca que los ve­ci­nos de Ri­ta y Ge­rar­do (am­bos por en­ton­ces te­nían 33 años) vie­ron có­mo se los lle­va­ron den­tro de los au­tos y des­pués le con­ta­ron a ella. Se los lle­va­ron co­mo abra­za­dos den­tro de los Ford Fal­con, des­pués los vie­ron por el ca­mi­no có­mo se los lle­va­ban, por eso al día si­guien­te me en­te­ré que los ha­bían se­cues­tra­do, in­di­có.

Agre­gó la Ma­dre de Pla­za de Ma­yo:? Ca­sual­men­te, ese día yo ten­dría que ha­ber via­ja­do con los chi­cos, pe­ro no fui por­que se ju­bi­la­ba una com­pa­ñe­ra de la es­cue­la y me que­dé, si­no me hu­bie­ran lle­va­do a mí tam­bién.

Tras ha­cer­los dor­mir una no­che en un des­cam­pa­do, a la pa­re­ja la tras­la­da­ron al cen­tro clan­des­ti­no de de­ten­ción La Per­la.

Di­llon cuen­ta que su hi­ja es­ta­ba en Río de los Sau­ces por una cues­tión de sa­lud y lle­va­ban una vi­da tran­qui­la. Ellos es­ta­ban tra­ba­jan­do en una far­ma­cia. Ri­ta ha­bía que­da­do em­ba­ra­za­da por un tra­ta­mien­to y por eso ne­ce­si­ta­ba es­tar tran­qui­la, di­jo y agre­gó:? Yo los sa­qué de Cór­do­ba, co­mo te­nía una pro­pie­dad en Río de los Sau­ces apro­ve­cha­mos pa­ra que los chi­cos tu­vie­ran una ac­ti­vi­dad y se man­tu­vie­ran. Les ha­bía ido bien, por­que en esa zo­na no ha­bía na­da del ru­bro, y es­ta­ban con esa vi­da tran­qui­la.

- ¿Ri­ta y Ge­rar­do par­ti­ci­pa­ban de las ac­ti­vi­da­des de al­gu­na agru­pa­ción?
- Ella no par­ti­ci­pa­ba en or­ga­ni­za­cio­nes. Te­nía reu­nio­nes con otros chi­cos, pe­ro en las que leían, nun­ca los vi en una reu­nión po­lí­ti­ca. En Cór­do­ba par­ti­ci­pa­ron de al­gu­na ma­ni­fes­ta­ción, in­clu­so yo los he acom­pa­ña­do, era lo que se ha­bla­ba en esos mo­men­tos, pe­ro na­da de lo que era or­ga­ni­za­do de gue­rri­lla o al­go por el es­ti­lo, pa­ra na­da.

- ¿Qué ocurrió cuan­do se en­te­ró de lo su­ce­di­do con ellos?
- Me en­tró una gran de­ses­pe­ra­ción, y sa­lí a bus­car­los, adon­de fue­ra. Así em­pe­zó la te­rri­ble bús­que­da sin sa­tis­fac­cio­nes. Fui a to­dos los lu­ga­res don­de es­ta­ba la Po­li­cía o los mi­li­ta­res, cár­ce­les, bus­can­do in­for­ma­ción de al­gún ti­po. En to­dos la­dos me de­cían que de­bían es­tar pa­sán­do­la muy bien en el Ca­ri­be, era la bur­la que les hi­cie­ron a to­das las ma­dres. Em­pe­zó una vi­da muy agi­ta­da, jun­to a otras ma­dres de Río Cuar­to que es­ta­ban pa­san­do por la mis­ma si­tua­ción.

El en­cuen­tro con Vic­to­ria

A Ri­ta se la lle­va­ron cuan­do te­nía 6 me­ses, cuan­do pa­sa­ron los 3 me­ses y yo cal­cu­lé que te­nía que dar a luz, me de­ses­pe­ré. Sa­bía que pa­ra fe­bre­ro te­nía que te­ner al­gu­na no­ve­dad, sos­tu­vo Di­llon, que ase­gu­ró:? El día 5 de mar­zo, a me­dia­no­che, me to­ca­ron el tim­bre y es­cu­ché llo­rar a un be­bé. Yo no me ima­gi­né qué po­día ser, cuan­do sa­lí a ver qué pa­sa­ba me la en­con­tré a mi nie­ta, Vic­to­ria.

- ¿Qué sin­tió en ese mo­men­to?
- Fue una emo­ción muy gran­de la de en­con­trar­me con al­go de ellos, y re­na­ció la ilu­sión de vol­ver a ver­los. Ja­más pen­sé en que po­dían to­mar se­me­jan­te me­di­da de ase­si­nar­los co­mo lo hi­cie­ron. Con el te­rror que sem­bra­ron y la fal­ta de hu­ma­ni­dad, el pla­cer de ma­tar y ha­cer su­frir.

La mi­li­tan­te por los de­re­chos hu­ma­nos con­si­de­ró que los mi­li­ta­res nun­ca tu­vie­ron una re­cu­pe­ra­ción de lo que han he­cho, y eso es una de las co­sas que aún fal­ta con­cre­tar. Sos­tu­vo que los ejér­ci­tos no de­be­rían com­ba­tir a sus pro­pios her­ma­nos de es­ta ma­ne­ra tan atroz, y con­clu­yó:? En nin­gu­na gue­rra se ha vis­to eso.

- ¿Pu­do re­cons­truir lo que vi­vió su hi­ja en sus úl­ti­mos días ha­blan­do con per­so­nas que la vie­ron en La Per­la?
- Con el co­rrer de los años me jun­té con mu­chas per­so­nas que los vie­ron. Ellos ha­cían sa­lir a al­gu­nos de vez en cuan­do, pa­ra que de­ja­ran la se­mi­lla de lo te­rri­ble que ha­bían pa­sa­do. No so­la­men­te se apun­ta­ba a quie­nes es­ta­ban se­ña­la­dos co­mo ene­mi­gos, si­no tam­bién a los pa­dres y la fa­mi­lia. Cuan­do se vi­ve una si­tua­ción co­mo és­ta, te des­ha­cés en vi­da.

- Más que re­co­no­ci­ble, en­ton­ces, el tra­ba­jo de Ma­dres y Abue­las de Pla­za de Ma­yo.
- Sí, por­que hay que lu­char con­tra la per­ver­si­dad de lo que nos ha­cían.
Su­sa­na ex­pli­có que tres jó­ve­nes que es­tu­vie­ron de­te­ni­das en La Per­la, y que cuan­do fue­ron sol­ta­das se exi­lia­ron en Gi­ne­bra (Sui­za), re­cor­da­ron a su hi­ja. Ellas fue­ron las que hi­cie­ron la pri­me­ra de­nun­cia, don­de men­cio­na­ron a Ri­ta, sos­tu­vo. Re­fle­xio­nó:? Así nos da­mos cuen­ta de la mag­ni­tud del de­sas­tre que sig­ni­fi­có pa­ra el país, la can­ti­dad de jó­ve­nes que fue­ron eje­cu­ta­dos. Es­ta­ban in­de­fen­sos, no tu­vie­ron jui­cio, fue to­do pa­ra cum­pli­men­tar las ór­de­nes que ba­ja­ban des­de Es­ta­dos Uni­dos.

Se­ña­ló que des­pués de que su hi­ja die­ra a luz le en­tre­ga­ron el be­bé ca­si por mi­la­gro. En el Hos­pi­tal ha­bía un mo­vi­mien­to de mé­di­cos y en­fer­me­ros que no que­rían re­ci­bir más gen­te pa­ra que tu­vie­ran el par­to y des­pués ma­tar­los. Creo que fue por eso que yo re­ci­bí a la ne­na, fue muy ra­ro que me la en­tre­ga­ran, por­que no pa­só así con to­dos los otros be­bés. En ese mo­men­to me con­si­de­ré una pri­vi­le­gia­da, por­que ha­bía lo­gra­do te­ner su hi­jo.

- ¿Qué es­pe­ra de la po­si­bi­li­dad del jui­cio por el cri­men?
- Yo quie­ro que es­ta gen­te sea con­de­na­da con to­do el ri­gor de lo que de­be ser la ley. La­men­ta­ble­men­te, ya se sa­be que el prin­ci­pal eje­cu­tor, Lu­cia­no Ben­ja­mín Me­nén­dez, es­tá tran­qui­lo en su ca­sa, na­die lo mo­les­ta. Por eso, des­pués de 35 años, no só­lo hay que ha­blar de Jus­ti­cia, no me se­du­ce que se pon­ga una es­ce­na tea­tral, no me va a pro­du­cir nin­gún ti­po de agra­de­ci­mien­to. He te­ni­do que pur­gar una cul­pa que no ten­go, en­ton­ces hay que pen­sar en cuán­tas víc­ti­mas más va a ha­ber.

Dillon concluyó reflexionando lo que sucedió después de la muerte de su hija y su yerno:? A Ge­rar­do lo ma­ta­ron en la tor­tu­ra y a Ri­ta des­pués de que tu­vo la be­bé, lo que me que­da pa­ra pen­sar fue res­ca­tar a mi nie­ta, que es el cal­co de mi hi­ja. Es muy so­li­da­ria, tie­ne to­do lo de su ma­dre, por lo que me que­da ese gran con­sue­lo. Si no la tu­vie­ra con­mi­go, creo que me in­ci­ne­ra­ría, hu­bie­ra gri­ta­do has­ta que me ma­ta­ran a mí tam­bién.
Fuente: Puntal

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