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7 dic 2009

El suicidio del testigo Jesús Enrique González...




Esta semana, en paralelo al inicio de la ronda de alegatos, se conocieron los motivos del suicidio de Jesús Enrique González, el testigo que se quitó la vida cinco días antes que comenzara el juicio. La investigación corrió por cuenta de la fiscalía federal Nº 2 y su conclusión confirió claridad al proceso. Sucede que González era un policía del D2 y estuvo presente en la escena del crimen de Ricardo Fermín Albareda. Por poco, no integró el banquillo de acusados, pero no logró escapar a su obligación cívica y fue ofrecido como uno de los casi treinta testigos en el juicio Menéndez II. Sin embargo, se diferenció del resto al ser el único en rechazar la cobertura de la unidad especial de protección de testigos, dispuesta para estos procesos.

González era amigo de Britos y estaba decidido a no “traicionarlo”. Iba a mentir, como lo venía haciendo durante la  instrucción de la causa, a los integrantes de su círculo íntimo les confió que no creyeran en todas las cosas que se iban a decir sobre él, pero que prepararan el bolso porque lo tendrían que ir a visitar a “la granja”, en alusión a la cárcel de Bower. 

Sin embargo algo sucedió en el medio, y González cambió mentira por muerte: antes de suicidarse recibió dos “sugestivas” llamadas desde un celular a nombre de Mirta Graciela “Cuca” Antón, una de las pocas mujeres que –con sólo 23 años– se destacaba como torturadora del D2. 

También se confirmó que en los días previos el “Flaco” llamó cuatro veces a la casa de Britos. Replicando el ritual mafioso, optó por la “lealtad” antes que por aportar a la verdad. Sabía que recordando lo sucedido condenaba a sus ex compañeros y que si mentía iba preso por falso testimonio. 

 Esta investigación es una de las pocas que logró dilucidar un caso semejante, y con relativa celeridad. La justicia, en la mayoría de los casos, ha demostrado una gran deficiencia para esclarecer las amenazas, agresiones y desapariciones que sufren los testigos. Más allá de la cobardía de González, lo que se desnudó con su muerte es la vigencia de los pactos de sangre y la fidelidad de la patota policial.

La conclusión del informe no admite dudas:la dictadura se cobró una nueva víctima


Fuente: Eldiariodeljuicio

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