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25 nov 2009

Y Norita subió a los cielos




Por Luis Buero

Dentro de muchos siglos, cuando los periodistas escriban un segundo tomo del nuevo testamento, esta historia no podrá faltar, y seguramente la contarán así: Érase una vez en Río Cuarto, a fines del año 2006 del Señor, cuando fue hallado en la lujosa mansión de su aldea el cuerpo sin vida de una empresaria exitosa de 51 años.

A partir de ese momento en la cobertura instantánea del caso se produjo un milagro y nació un género periodístico: la noti-ficción, algo así como un info-entretenimiento, mientras un profeta les exclamaba a los movileros: “no dejéis que la verdad os impida publicar una nota con gancho”.

Así fue que el primer día en que el siniestro tomó estado público los noticieros hablaron de un caso de hipoxifilia, procedimiento que consiste en provocar a una persona una leve asfixia durante el coito para que, supuestamente, sienta mayor placer. La posibilidad de que la occisa hubiera fallecido en medio de ese “juego sexual extremo” fue difundida con amplios detalles.

Al segundo día los diarios titularon: “Crimen, Pasión y Misterio”, para luego contar que la mujer fue estrangulada con la cinta de su bata, después de tener sexo consentido con un amante, mientras su esposo jugaba al golf en Punta del Este.

El tercer día las radios insistían con que el cuello del cadáver mostraba la marca de dedos que lo habrían presionado con intenciones criminales, y que un pecho morado denunciaba un intento de la víctima por defenderse. Las revistas afirmaban que fue asesinada por un hombre que la estranguló mientras la miraba a la cara.

Al cuarto día ya los posibles amantes variaban en clase social, y los informes televisivos difundían el nombre de funcionarios del gobierno provincial, distinguidos vecinos, albañiles, jardineros, prostitutas, parejas swingers y hasta un taxi-boy adolescente. En las calles se vendía una remera para hombres con la leyenda: “yo no estuve con Norita”.

Al quinto día los sitios en Internet aseguraban que la gente del country Villa Golf, que ya era una nueva versión barrial de Sodoma y Gomorra, estaba acostumbrada a armar fiestas nocturnas en las que circulaba todo menos leche malteada.

El sexto día los magazines aseveraban que la señora podría haber sido violada, y luego ahorcada, o tal vez en el orden inverso. Mientras tanto aumentaba la cantidad de fiscales, y se sumaban a la causa investigadores federales, agentes secretos, expertos en informática y policías científicos. Gente de la zona testificaba que la muerta era una dama excepcional, que hacía beneficencia y adoraba a sus hijos.

Y al séptimo día se instaló la hipótesis de un homicidio por encargo de una mafia que le tenía envidia. A partir de allí el Evangelio mediático rematará diciendo que el alma de Norita ascendió a los cielos y está sentada, desde entonces, a la derecha de la cordura, muy triste, leyendo lo que se sigue inventando sobre ella, incluyendo esta columna.

Fuente: www.paginadigital.com.ar

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