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3 abr 2009

Opiniones de Beatriz Sarlo (Agosto 2008)

Les acercamos esta nota efectuada a Beatriz Sarlo, donde expresa conceptos acerca del conflicto del Gobierno con el campo y la posición asumida por los intelectuales K. Dado la vigencia del tema y su recurrencia es un interesante material para analizar.

...-En cuanto al papel de los intelectuales K durante el conflicto con el campo, los agrupados en Carta Abierta salieron a defender el discurso del Gobierno como propio y en algunos llama la atención la forma acrítica en que lo hicieron, salvo algunas pequeñas objeciones.

-Cuando el escenario se divide de manera tan tajante, invita a tomar posiciones. Las personas que jamás vieron un poroto de soja en estado natural tomaron posiciones a favor de la soja. Los intelectuales que rememoraban un cierto relato de la Argentina de los años 50 o de los años 30 también tomaron posiciones. Era muy difícil que un intelectual no aceptara el relato del Gobierno. -¿Un intelectual en general?
-Un intelectual progresista. Para un intelectual progresista o peronista era muy difícil no tomar una posición porque cuando el Gobierno convoca a la historia en su epopeya anticampo, evoca a través de la historia algunos hechos fehacientes de los últimos cincuenta, sesenta o setenta años. Cuando el Gobierno se refiere a la participación o anuencia de la Sociedad Rural en golpes de Estado (aunque no es esta Sociedad Rural, es la misma institución), el Gobierno está evocando hechos probados que los buenos historiadores, no sólo la historia de Caras y Caretas o de Felipe Pigna, sino historiadores como Halperin Donghi, saben que sucedieron. Entonces, si uno hace política presente convocando a la historia, cosa que yo creo que es errado... -¿Siempre? -Creo que es errado en general. No hay que ignorar la historia, pero es errado hacer política presente convocándola porque se empiezan a confundir los protagonistas y detrás de la familia Miguens veo a la familia Martínez de Hoz y detrás veo a la dictadura militar y así. Y entonces el escenario presente y el diseño del paisaje presente se me pierden. Por eso creo que es errado. Pero cuando la historia está convocada y se acepta esa convocatoria, como fue el caso de los intelectuales kirchneristas o filokirchneristas -para evitar las palabras progresista y peronista-, cuando esa historia queda convocada, el conflicto se parte por donde lo partieron ellos. Yo no lo partiría de ese modo. -¿Partir en el sentido de dividir? -En el sentido de que los bandos en conflicto se parten por allí. Yo no lo partiría de ese modo. Sobre la base de lo que hizo la Sociedad Rural en 1930, 1955 o 1976, yo no encararía ningún diseño de política. Y no porque tenga la menor simpatía por la Sociedad Rural, sino porque no me parece que la política tenga que ser definida mirando hacia atrás al mismo tiempo que se mira hacia delante. La política no es un Jano bifronte. La política es creatividad hacia adelante, sin ignorar lo que ha sucedido y tomándolo en cuenta, pero sin alinear a los protagonistas respecto de un pasado. Porque yo no quisiera ser alineada como miembro del Partido Comunista Revolucionario prochino, del cual fui miembro hasta los cuarenta años. Quisiera ser alineada con mis transformaciones ideológicas y políticas en los veinticinco años que siguieron. Alinear a un protagonista respecto de ese pasado me parece inaceptable, y a un gobierno le impide construir una política, un sistema de acuerdos. Lo que el Gobierno hizo fue emblocar a los actores y dar todas las condiciones para permitir que se creara un frente antigobierno. -El Gobierno nunca quiso acordar nada con el campo, y al mismo tiempo su discurso fue exitoso con esos intelectuales. Se entiende la actitud del Gobierno, pero más interesante y llamativa es la de esos intelectuales. -Sí, el Gobierno creó opinión pública. Desde la perspectiva intelectual, ya que hablamos de intelectuales ¿cuántos se sienten expresados por el último discurso de Kirchner donde evoca los comandos civiles? Hacía años que no oíamos hablar de los comandos civiles de 1955. Tienen que ser evocados, son parte de la sociedad argentina que pensó que el golpe de Estado de 1955 tenía una legitimidad civil y se armó para hacerlo, y rodearon ideológicamente el bombardeo de Plaza de Mayo, que me parece repudiable. Pero a los intelectuales tendría que haberles resultado anacrónico evocarlos en un discurso en las escalinatas del parlamento casi sesenta años después. En el presente carece de productividad. -¿Por qué el discurso oficial se hizo carne en tantos intelectuales? ¿Cómo perdió objetividad esa gente dedicada a pensar y analizar y a leer las entrelíneas de los discursos y actos de los gobiernos? -Si uno se considera a sí mismo en una batalla política, hay un momento en el que la crítica a quien conduce esa batalla se atenúa. No podemos plantear la política como un reino de almas bellas donde todo el tiempo estamos criticando a quien nos conduce. Los que hemos actuado en política sabemos que en la batalla uno se corre del lugar intelectual para tomar más el lugar del militante político. Y no me parece mal. Una batalla política divide campos. La cuestión es por qué hubo intelectuales, y tantos, que se alinearon en esa batalla política...
Por Jorge Urien Berri . De la redacción de La Nación

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