Los encantos de la vida de princesa tienen su precio. Así lo exponen los periodistas Soledad Ferrari y Gonzalo Álvarez Guerrero en su libro Máxima, una historia real. Parece que a la Corona holandesa le urtica la sangre plebeya de Máxima Zorreguieta, y para garantizar que todo será como debe ser de acuerdo a las disposicines de la realeza nuestra compatriota tuvo que aceptar especiales reglas para su boda que conforman un insólito contrato prenupcial para acceder a ser la esposa de Willem Alexander de Holanda.
Los autores revelan un acuerdo que Máxima debió firmar antes de convertirse en princesa. El documento, hoy guardado bajo siete llaves, establece que nada –ni sus bienes ni sus hijos– le pertenecen. De separarse del príncipe, su descendencia deberá permanecer en el seno del Palacio. De hecho Catarina Amalia, la mayor, un día será reina. En cuanto a sus bienes, el documento estipula una remuneración por su cargo en el Palacio de unos 890.000 euros anuales. Suficiente para vivir como una princesa, pero bastante poco para ceder tanto a cambio.
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