En esta nota nos vamos a informar como sigue funcionando esa estructura cuestionada como pocas cada vez que se habla de seguridad en el país que es la policia de la provincia de Buenos Aires, o sea La Bonaerense a la que recordamos desde la época del proceso cuando sentó las bases de su accionar el tristemente recordado Ramón Camps y su temible Jefe de Investigaciones el comisario Miguel Etchecolatz siempre vigente en la crónica argentina contemporánea, más recientemente vinculado con el caso de Julio Jorge López testigo desaparecido luego de declara en su contra. Estos "jefes" reordenaron la fuerza y le dieron un perfil mafioso del que no logra salir sino que se ahonda como lo demuestra la investigación que publica en Crítica, el periodista Jorge Lanata.
En la presentación del libro La Bonaerense (Planeta, 1997) de los periodistas Dutil y Ragendorfer leemos esta contundente descripción de esa fuerza, a modo de síntesis :
"Con efectivos mal equipados, mal pagados y, sobre todo mal reclutados y peor instruidos. La Bonaerense convirtió algunas de sus taras en parte de su sistema de sobrevivencia: capitalistas de juego y comerciantes irregulares trabajan desde hace décadas en sociedad forzada con las comisarías, pagando un canon para seguir existiendo.
Todos los poderes de la sociedad conocen desde siempre esta situación y la consienten, por aquello de la crónica escasez de recursos y de la no menos crónica corruptela del poder político, que siempre supo sacar provecho. Fondos para bolsillos particulares y campañas elctorales, complicidad en los propios negocios turbios, manos de obra disponible son razones de peso.
El lugar de subordinación que ocupa la policía dentro de los poderes del Estado torna imposible creer en su autonomía delictiva, esos son en todo caso, los verdaderos ejemplos aislados. Punteros barriales, concejales, diputados, gobernadores son sus mandantes o protectores, según cargos y capacidad de acción.
Detrás de todo gran policía corrupto hay siempre un gran político".
Pasaron 11 años desde esa descripción efectuada por la publicación mencionada. Para que podamos apreciar si algo cambió lo remitimos a leer la investigación de Lanata, que le acercamos a continuación, por que es necesario rememorar esta historia para valorar a los actores de entonces siempre presentes en la vida política nacional.
La maldita policia está vivita y coleando. Publicado por Crítica 01.02.09
Hay un poder dentro del poder, que crece con la silenciosa determinación de los vegetales. Siempre estuvo ahí, como una hiedra, asfixiando todo, presente en cada rincón, una sombra de la sombra que todos ven pero frente a la que nadie reacciona. Su autoridad no proviene del grito sino del silencio: el secreto de uno construye el de su compañero, el que calla, sabe; y todos hacen callando. Arriba de la sombra hay tratados de legislación comparada, volúmenes de psicología, leyes, decretos, planes de reforma, recortes de diario, sellos de mesa de entradas, historias que nunca terminan de cerrar. La sombra sigue ahí, respirando, pausada, debajo de la sombra.
Si esta historia tuviera que tener un comienzo –porque la sombra no lo tiene, siempre estuvo–, bien podría ser el retorno de la democracia: entre 1983 y 1987 se produjo en la Bonaerense el desbande militar del aparato represivo que había sido manejado por el general Ramón Camps, quien dejó su impronta en sólo veinte meses (abril del 76 a diciembre del 77).
En diciembre de 1984, Camps se jactó ante Clarín de haber sido el responsable de unas cinco mil desapariciones y de haber aplicado la tortura como método. Estaba orgulloso. La policía de Camps fue la de la Noche de los Lápices y el secuestro de Jacobo Timerman, que no descuidó los negocios: asociado con Guillermo Suárez Mason en la importadora y exportadora “de café y frutos” SCA vendió armas a las fuerzas contrainsurgentes en América Central.
En 1987, el entonces gobernador Antonio Cafiero intentó enfrentarse a la sombra designando a un peronista de izquierda, Luis Brunatti, como ministro de Gobierno. Diversas fuentes afirman que le ofrecieron cinco millones de dólares a cambio de una actitud distraída. Brunatti no pactó, pero tuvo que renunciar.
En 1991, Duhalde llegó a La Plata afirmando que la Bonaerense “era la mejor policía del mundo”; nombró al ex juez Alberto Piotti como ministro y a Pedro Klodczyk como jefe de Policía. Aquellos fueron los años del atentado a la AMIA, la masacre de Andreani y el crimen de Cabezas.
“Duhalde le prometió a Klodczyk no meterse en sus asuntos y aumentar el presupuesto a cambio de mayor tranquilidad en las calles –señalan Carlos Dutil y Ricardo Ragendorfer en La Bonaerense–. Las consecuencias del reequipamiento de los ‘patas negras’ comenzó a sentirse: los casos de brutalidad y gatillo fácil se multiplican y potencian con el espionaje ideológico en las escuelas del conurbano (suceden las desapariciones de Miguel Bru y Walter Galeano, y la Brigada de Investigaciones de Lanús masacra a cinco personas en Wilde)”. Dutil y Ragendorfer bautizan en la revista Noticias del 10 de agosto de 1996 a la Bonaerense como la “Maldita Policía”. “La policía se dedica fundamentalmente a la venta de causas a sus abogados –dice la nota–, la mensualización del juego, la venta ambulante, la prostitución, las drogas. Todos los testimonios apuntan a tarifas absolutamente generalizadas. Los jefes se quedaban con el 60% de los recaudado, 30% para los jefes de Brigada y la Unidad Regional y el otro 30% para los jerarcas de la jefatura. El 40% restante se lo tienen que repartir, proporcional y jerárquicamente, entre todos los muchachos de la patota”.
Luego del crimen de Cabezas, Duhalde encargó una purga policial al entonces secretario de Seguridad Eduardo De Lazzari. La Bonaerense reaccionó presionando a los caciques políticos del conurbano, y subieron los índices de inseguridad. En abril de 1997, designan a León Arslanian.
–Cuando yo comencé a remover jefes policiales hubo una extraordinaria resistencia por parte de algunos intendentes que, por su vehemencia, hacía presumir que tenían un interés que iba más allá de lo funcional –comentó Arslanian años después a este diario.
Ruckauf irrumpe entonces como candidato a gobernador pidiendo “meter bala” a los delincuentes. Duhalde cambió a Arslanian por Osvaldo Lorenzo, un ex juex con buenos vínculos policiales. Y sobrevino la masacre de Ramallo.
En 1999, Ruckauf asumió cumpliendo su palabra: le devolvió todo el poder a la Bonaerense y designó a Aldo Rico como secretario de Seguridad y a Ramón Orestes Verón como jefe policial; se multiplicaron los casos de gatillo fácil y se denunció complicidad policial en el crimen de Natalia Mellmann en Miramar y del contador Mariano Perel en Cariló.
En 2001, Ruckauf salió discretamente del incendio provincial y asumió su vice, Felipe Solá. Fue entonces cuando sucedieron los asesinatos de Kosteki y Santillán. Solá nombró a Juan Pablo Cafiero como secretario de Seguridad y a Alberto Sobrado como jefe de la policía. Al poco tiempo, la revista Veintitrés reveló que Sobrado tenía una cuenta bancaria en Bahamas con 350.000 dólares y una insólita capacidad de ahorro que no se correspondía con sus ingresos. Andrés Kliphan, el autor de la nota, recordaba también que siendo Sobrado jefe de la Departamental de Morón había sido denunciado por cobrar hasta diez mil pesos de coima para facilitar la fuga de los detenidos. Luis Genoud, Juampi Cafiero, Juan José Álvarez y Raúl Rivara formaron parte del colectivo de seguridad en la época de Solá.
En 2004 volvió Arslanian y el 17 de marzo de aquel año fue el secuestro y asesinato de Axel Blumberg. Hubo otras dos purgas y 2.500 policías fueron separados de sus cargos. El mando de la fuerza quedó a cargo de un civil y la estructura se horizontalizó.
Con la asunción de Scioli comenzó una nueva contrarreforma: se volvió al viejo escalafón y nombró a Daniel Salcedo como coordinador general de la fuerza. Salcedo no es lo que podría llamarse una persona intuitiva: en diversas comunicaciones oficiales ha negado la existencia de laboratorios de pasta base de cocaína en la provincia, contrariando estudios de la Corte Suprema provincial sobre el asunto. Salcedo es, eso sí, un hombre de fe: coordina las carreras de licenciatura en Criminalística y Seguridad Ciudadana en FASTA (Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino). Esta fraternidad que recuerda al autor de la Suma Teológica tiene una sede en Bariloche donde funciona el Colegio Primo Capraro por un convenio con la Agrupación Germano-Argentina presidida por el nazi Erich Priebke. FASTA, fundada por el fray Aníbal Fosbery, colaboró activamente con los militares de la última dictadura.
LA CAJITA FELIZ. Diversas fuentes coinciden en señalar que “la caja” policial se está reorganizando. Con las purgas y el esquema horizontal, el financiamiento se había vuelto caótico y había demasiadas internas en el reparto.
–El gran negocio es la droga –le dijo a Crítica de la Argentina un legendario ex comisario de la Bonerense–. La protección que se les da a las bandas, los laboratorios,
los distribuidores explica por qué la droga creció tanto, y más que nada en la provincia.
En los 90, gran parte de la caja se sostenía con vida nocturna y juego clandestino. Hoy, la mayoría de esos negocios están habilitados. Las principales fuentes de ingresos son:
–Droga (se cobra por el lugar donde se prepara –laboratorio– y por el delivery –boliches o barrios–).
–Personas (prostitución, trata e ilegales).
–Corte de autos (desarmaderos).
–Ojo, eh –aclara un funcionario del área de Seguridad–, que mucha plata va para financiar a la propia policía. Del presupuesto de la fuerza, el 90% son sueldos y el resto es para gastos e inversiones. No alcanza. También hay una parte que es para “mejoramiento” del propio patrimonio, claro. Lo que sigue es una aproximación a las cifras del mercado que se realizó consultando a fuentes policiales, ex comisarios, ex funcionarios y maestras jardineras.
–Drogas: un distribuidor grande de, por ejemplo, San Martín, paga unos 20.000 pesos por semana para trabajar en paz. Un dealer o puntero paga unos 200 por el mismo período. La protección de laboratorios es el nuevo gran negocio, complementado con el servicio de avisarle si otra jurisdicción lo está investigando (de allí, los frecuentes roces con los “Federicos”, miembros de la Federal). Monitoreo y protección de un cargamento importante: unos 200 mil pesos, por ser ustedes.
–Desarmaderos: 4.000 por semana.
–Venta de autos mellizos: 10.000 al mes.
–Zona liberada: puede pedirse una parte del botín o arreglar. Por ejemplo, 1.000 pesos por zona por cada noche con independencia de lo que se robe.
–Boliches bailables: para droga y protección, unos 5.000 pesos.
–Prostitución: por un negocio con cinco chicas se pagan unos 1.000 pesos por semana. Los saunas aportan unos 6.000 al mes.
–Juego clandestino: el levantador de todo un partido paga unos 20.000 al mes.
–Sacapresos: se trata de las causas armadas donde la policía coloca un supuesto abogado salvador.
–Estacionales o estivales: son los que recaudan por temporada. Por ejemplo, el Operativo Sol en la costa atlántica.
La recaudación, claro, se obtiene por territorio: el encargado de la patota junta el dinero y todo llega a la comisaría. También llegan los negocios eventualmente tercerizados (a través de retirados, abogados o agencias de seguridad). El comisario se queda con su parte y pasa el resto a los distritales, que a su vez suben a los departamentales, y todo sigue hasta arriba. Las departamentales tienen “llave”: quien llega debe pagar un mínimo de 150.000 pesos cash.
TE INVITO A MI FIESTITA. Ésta es, por jerarquía, la lista de nuestros amiguitos:
• Daniel Salcedo, ex jefe de la Policía Científica, superintendente general.
• Juan Carlos Paggi, ex director de la Escuela Vucetich.
• Antonio “Barítono” Torreira, jefe de Investigaciones.
• Cuatro jefes zonales.
• Treinta y dos jefes departamentales.
• Jefes distritales.
• Comisarías.
En la zona Conurbano Norte, que incluye San Isidro, Vicente López, San Fernando y Tigre, Jorge Omar Nasrala está a cargo de la Departamental. Nasrala es clase 64, legajo 15.675 y fue “jefe de Calle” (¿recaudador?) de Merlo, Morón y La Matanza. Hombre del duhaldismo, cercano al senador Horacio Román.
En Quilmes, Adrián Gustavo Cisterna es el jefe desde noviembre. Clase 63, legajo 14.745. Responde a Salcedo. Tuvo algunos problemas en su paso por la Distrital de Esteban Echeverría, como el secuestro del abogado Cristian Vázquez, cuyo cadáver fue encontrado el 27 de agosto de 2007, caso que terminó con tres policías que respondían a Cisterna detenidos. Dos fuentes policiales aseguraron a este diario que el destino original de Cisterna era Florencio Varela, pero el hombre mandó un paquetito con 150 mil pesos a La Plata y terminó en Quilmes, donde –por cierto–vive de sobresalto en sobresalto: el secuestro de Bergara, el de Rodolfo González, un chico de 17 que apareció asesinado y quemado, el tiroteo de un gendarme en pleno centro y el colmo: la detención de una sargento de la comisaría primera, por robo, en Berazategui. Con un agregado: Cristina del Valle Farías era una de las estrellas de Policías en acción.
La Matanza está a cargo de Gustavo Emilio Carreiras, clase 62, legajo 14.738, ex jefe de la custodia de Juanjo Álvarez mientras se desempeñó como ministro de Seguridad. Fue desplazado luego de un extraño episodio en que el ministro recibió amenazas.
(Investigación: Jorge Lanata / Luciana Geuna / Jesica Bossi )
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