«Las ocho páginas de
la Portada de su libro El oro de
América constituyen,
más que un resumen global del
volumen, un
frontispicio espléndido de su pensamiento y
acción vindicadores.
Porque allí, engarzadas en recias y
nobles blasfemias,
su entereza no trepida ni sus ideas
flaquean en
arremeter contra el ominoso holocausto de
nuestra autoctonía.
Bien ha hecho en
esta coyuntura, en plegarse a la
pléyade mental que
detracta y fustiga cinco siglos de
ignominia. La
conquista española de América a cargo de
bárbaros barbados y
ceceantes, obviamente difieren de
las rubias legiones
del norte...
Sus veinticinco años
de consagración en
puntualizar infamias
están patentes en su libro.
Forman un testimonio
cabal de cuanta malfatería
estuvo a cargo de
gente desprovista de alma y cordura
pero dotada sí de
soberbia y escarnio. Leyéndolas,
he padecido como Ud.
la tremenda desazón del éxito
frustrado comparando
paradigmas, compulsando los
déficit enormes de
bienestar y felicidad que median
en el contraste ¿qué
se ve en el continente en esta
actualidad sino un
imperio de salud, riqueza y porvenir
en el norte y un
reducto de miseria, ruinas deudas en
el sur? En efecto,
aquí presenta Latinoamérica un
mapa
de catedrales, iglesias y conventos que vivifica
esta
cuarteta de José María de Heredia:
En alto promontorio se ve un templo en
ruinas,
la muerte exhibe allí entre yuyos y
escombros,
como tristes despojos una gloria incierta,
a sus dioses de yeso y a sus héroes de
arena.
Quiero, por tanto, felicitarla por haber edificado un
libro
rico de verdades, un monumento de justicia que
pervive
en lo vernáculo, como fervor trunco y como ilusión
desgarrada.»
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