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19 mar 2013

Declaración del Padre Franz Jalics SJ

15 de marzo de 2013


Viví en Buenos Aires a partir de 1957. En el año 1974, movido por el deseo interior de vivir el Evangelio, y para llamar la atención sobre una  pobreza terrible, con el permiso del arzobispo Aramburu y del entonces provincial, P. Jorge Mario Bergoglio, junto con un hermano mío de comunidad, me mudé a una villa miseria de la ciudad. Desde allí, hemos continuado con nuestra actividad docente en la Universidad.
En aquella situación, cercana a una guerra civil, en el transcurso de uno, y hasta dos años, fueron ejecutadas por la Junta militar, alrededor de 30.000 personas, guerrilleros orientados hacia la izquierda, como también, civiles inocentes. Nosotros dos, en la villa miseria, no teníamos contacto,  ni con la Junta, ni con la guerrilla. Por la escasa información de entonces, limitada, y por sistemáticas falsas informaciones, nuestra situación fue confusa, también, sin embargo, en el interior de la Iglesia. Por aquellos días perdimos el vínculo con uno de nuestros colaboradores laicos, cuando se unió a la guerrilla. Luego de que esta persona, nueve meses más tarde, fuera hecha prisionera e interrogada por los soldados de la Junta, experimentamos que ella se mantenía vinculada a nosotros. Bajo el supuesto de que nosotros también teníamos que ver con la guerrilla, fuimos arrestados. Luego de cinco días de interrogatorio, el mismo oficial que los había conducido, nos despidió con estas palabras: “Padres, ustedes no tienen ninguna culpa, yo mismo me voy a ocupar de que  puedan volver a ese pobre barrio”. A pesar de esa promesa, y sin motivos claros, fuimos retenidos en prisión, con los ojos vendados y encadenados, durante largos cinco meses.  Yo no puedo tomar ninguna posición sobre el rol del P. Bergoglio en ese proceso.
Luego de nuestra liberación, abandoné Argentina. Años más tarde, tuvimos la oportunidad de hablar de lo sucedido con el P. Bergoglio -que entre tanto había sido nombrado arzobispo de Buenos Aires. Luego, juntos hemos celebrado la Misa en público, y nos hemos dado un abrazo ritual. Yo estoy reconciliado con lo sucedido, y lo considero desde mi lugar como algo cerrado.
Yo le deseo al Papa Francisco, abundantes bendiciones de Dios para su ministerio.
P. Francisco Jálics SJ


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