Carlos Maria Garbuio con su esposa y su hijita |
El pasado 22 de febrero 51 personas murieron y otras 703 resultaron heridas al impactar un tren contra la terminal de Once, enlutando una vez más al país. Las víctimas fueron gente común, trabajadora, que viajaba en esas condiciones increíbles a los que ya nos acostumbramos a ver y sufrir los argentinos que arriesgamos demasiado en un clima de resignación e impotencia.
Han pasado dos meses desde ese desgraciado suceso y cómo siempre hasta que la pesada maquinaria de la Justicia de respuestas, si es que las da, quedan los familiares de las víctimas reclamando y mostrando su dolor. Cómo pueden y donde pueden nos piden que los acompañemos, que no los dejemos solos en su reclamo. Y está bien que así sea porque la tragedia que los golpeó brutalmente, en un país donde la impunidad camina del brazo con la corrupción y el poder, no es poco probable que cualquier hogar de Argentina vuelva a padecer por que se reiteran los déficits que recrean estas situaciones.
Acompañamos a esas familias que salieron a la calle a pedir solidaridad, y reproducimos la carta de una madre, por que quien mejor que una madre para expresar lo que siente cuando pierde un hijo, por un accidente que evidencia la precariedad en que permitimos que vivan los que van a ganarse el pan de cada día.
Mi Hijo no tuvo la culpa!!!
Es muy difícil para mí escribir esta carta. Cada palabra es un puñal que me desgarra. Pero es necesaria para que no queden dudas: Mi hijo, no tuvo la culpa. Como tampoco la tuvieron las otras cincuenta víctimas del accidente.
O me debo preguntar: ¿Fue culpable Carlitos de ir todas las mañanas a trabajar en tren? ¿De viajar día a día y sin opción apretado como ganado para ganar su sueldo? ¿Será culpable de haber sido gestor e ir todas las mañanas al centro? ¿Es culpable de haber sido un chico bueno, feliz y trabajador?
No entiendo por qué mi hijo ya no está. Hablaba poco, pero siempre se acercaba por detrás y me hacía caricias en el cuello mientras decía: “Negrita, te quiero mucho”.
Espero su llegada. Espero sus miradas. Hablo con él aunque al darme cuenta sólo hay una pared frente a mí. Intento pensar que nada pasó, pero vuelvo a la realidad. Lloro. Me angustio. No lo puedo entender. Sólo sé que suena el teléfono pero no voy a volver a escuchar su voz.
Lo buscamos todo el día en los hospitales, pero lo encontramos en la morgue.
Estoy Desesperada y no sé si esta carta sirve para algo pero entiendan que yo creo que sí. Que si alguien me escucha, si algunos la leen y otros me entienden, me siento acompañada. Me siento comprendida.
Estoy desilusionada. Cuando murió el ex presidente veía a Cristina frente al cajón y lloré por ellos. Recé por ellos y fui como tantos argentinos a acompañarlos. No dudé en depositar mi voto y ponerme a su lado.
Mi hijo murió y ella no dijo nada. No escuché de su boca una palabra de comprensión. Un gesto de misericordia, se ocultó en un viaje y envió a un Ministro que con sus ingratas palabras agregaron mas angustia al propio dolor.
Desde su incomprensible discurso, le echó la culpa a mi hijo por viajar apretado y en el primer vagón. Le echó la culpa a los trabajadores por no viajar un feriado. Ahora subirán unos y otros sus dedos acusadores. Se echarán culpas mutuamente. No importa.
Sé que otra noticia pronto tapará la tragedia y naturalmente la gente volverá a su vida mientras el regreso de Marcelo Tinelli a la televisión será lo mas visto. Sólo les pido que no se olviden que un puñado de personas lloraremos esta tragedia toda la vida.
Muchos me hablan de resignación, de Dios y de que esto era la misión de mi hijo en la vida… No estoy de acuerdo. Su misión era estar junto a nosotros, amar como lo hacía a Sabrina, su novia y la hija de ella Loana que con sólo 7 años aprendió a quererlo y a llorarlo.
Su misión era trabajar, ser feliz y también seguir al club de sus amores: Racing. Su medalla con el emblema celeste y blanco quedó aferrada a su cuerpo y fue ante la nada, una de las formas para reconocerlo…
Junto a mi esposo, mis otros cuatro hijos, mis nietos, familiares y amigos tratamos de darnos apoyo, amor y fuerzas para seguir adelante.
Nada de lo que hagamos nos va a devolver a Carlitos, pero sí sabemos perfectamente una cosa y hoy por hoy es lo único que tenemos claro: “Él, no tuvo la culpa”.
Zulma Viviana de Garbuio
D.N.I 13.519.390
O me debo preguntar: ¿Fue culpable Carlitos de ir todas las mañanas a trabajar en tren? ¿De viajar día a día y sin opción apretado como ganado para ganar su sueldo? ¿Será culpable de haber sido gestor e ir todas las mañanas al centro? ¿Es culpable de haber sido un chico bueno, feliz y trabajador?
No entiendo por qué mi hijo ya no está. Hablaba poco, pero siempre se acercaba por detrás y me hacía caricias en el cuello mientras decía: “Negrita, te quiero mucho”.
Espero su llegada. Espero sus miradas. Hablo con él aunque al darme cuenta sólo hay una pared frente a mí. Intento pensar que nada pasó, pero vuelvo a la realidad. Lloro. Me angustio. No lo puedo entender. Sólo sé que suena el teléfono pero no voy a volver a escuchar su voz.
Lo buscamos todo el día en los hospitales, pero lo encontramos en la morgue.
Estoy Desesperada y no sé si esta carta sirve para algo pero entiendan que yo creo que sí. Que si alguien me escucha, si algunos la leen y otros me entienden, me siento acompañada. Me siento comprendida.
Estoy desilusionada. Cuando murió el ex presidente veía a Cristina frente al cajón y lloré por ellos. Recé por ellos y fui como tantos argentinos a acompañarlos. No dudé en depositar mi voto y ponerme a su lado.
Mi hijo murió y ella no dijo nada. No escuché de su boca una palabra de comprensión. Un gesto de misericordia, se ocultó en un viaje y envió a un Ministro que con sus ingratas palabras agregaron mas angustia al propio dolor.
Desde su incomprensible discurso, le echó la culpa a mi hijo por viajar apretado y en el primer vagón. Le echó la culpa a los trabajadores por no viajar un feriado. Ahora subirán unos y otros sus dedos acusadores. Se echarán culpas mutuamente. No importa.
Sé que otra noticia pronto tapará la tragedia y naturalmente la gente volverá a su vida mientras el regreso de Marcelo Tinelli a la televisión será lo mas visto. Sólo les pido que no se olviden que un puñado de personas lloraremos esta tragedia toda la vida.
Muchos me hablan de resignación, de Dios y de que esto era la misión de mi hijo en la vida… No estoy de acuerdo. Su misión era estar junto a nosotros, amar como lo hacía a Sabrina, su novia y la hija de ella Loana que con sólo 7 años aprendió a quererlo y a llorarlo.
Su misión era trabajar, ser feliz y también seguir al club de sus amores: Racing. Su medalla con el emblema celeste y blanco quedó aferrada a su cuerpo y fue ante la nada, una de las formas para reconocerlo…
Junto a mi esposo, mis otros cuatro hijos, mis nietos, familiares y amigos tratamos de darnos apoyo, amor y fuerzas para seguir adelante.
Nada de lo que hagamos nos va a devolver a Carlitos, pero sí sabemos perfectamente una cosa y hoy por hoy es lo único que tenemos claro: “Él, no tuvo la culpa”.
Zulma Viviana de Garbuio
D.N.I 13.519.390
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