Septiembre de 1973. Hace 35 años caía el gobierno de Salvador Allende en Chile y se iniciaba en Sudamérica un desmoronamiento de las democracias con las funestas consecuencias que hoy merecen la condena del mundo gracias a que el telón de la historia abriéndose lentamente nos ayudó y ayuda a conocer y comprender.
El plan Cóndor, de largo arraigo en el continente se generó para “combatir el marxismo en todo el mundo”, en Chile fue ejecutado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) e incluyó en nuestro país a la Triple A y a la SIDE, entre otras estructuras latinoamericanas, que generó una coordinación represiva entre fuerzas armadas de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay Perú y Uruguay.
Las consecuencias de las dictaduras se verifican en muchos aspectos, pero hoy nos interesa someramente analizar las que se refieren al arraigo de una forma de actuar de las fuerza públicas basadas en el terrorismo de estado bajo la protección de la impunidad.
¿Por qué este aspecto? Porque aquí, en este Río Cuarto que periódicamente nos sacude con alguna espeluznante noticia de interés público, la Justicia definió después de 17 años haber encontrado los restos óseos de Víctor Alejandro Flores que desapareció a los cinco años de edad en medio de una tormenta, cuando estaba cerca de la casa de unos parientes en la zona del ex hospital San Antonio de Padua, el 16 de marzo de 1991. Siempre se especuló con que pudo haber sido embestido por un patrullero policial. La búsqueda del menor fue permanente así como las idas y vueltas que generó tal situación, los comentarios acerca de un accidente en el que tenía participación un móvil policial con el que se habría arrollado a la criatura y a consecuencia del cual perdió la vida y que los agentes que conducían el vehículo hicieron desaparecer su cuerpo, fue cobrando importancia en la sociedad. No hay dudas, se comprobó fehacientemente que los restos hallados por azar correspondían a Ale Flores. Claro, se llega a esta certeza después de 17 años.
La principal sospecha compromete a la policía, ésa que tiene por función elemental en la sociedad, la protección del ciudadano. Qué mal parada deja a esta Fuerza este hecho dado la presunción de culpabilidad que recae sobre ella. Pero no solamente son los policías de esta historia, los que pudieron consumar este delito, hay más para analizar y es la larga secuencia de hechos ocurridos desde el momento del accidente hasta consumada la desaparición del pibe y posterior búsqueda incesante, con ocultamiento de datos y amenazas a testigos en el transcurso de estos años.
Es necesario atender las declaraciones a la prensa de Víctor Flores, el padre de Ale quién según el diario local Puntal aseguró que “todo indica que fueron 3 policías los que atropellaron a Ale y al ver que estaba muerto lo enterraron, pero además contaron con la ayuda de algunos encubridores, como la enfermera que lo vio, la cúpula policial de ese momento y hasta el fiscal que investigó el caso al principio”. Flores dijo que “hubo distintas versiones pero la más certera es que un móvil policial, que habría estado conducido por Jorge Avila (hermano del subjefe de la Policía de Río Cuarto en ese entonces, Mauro Avila), junto a Gaumet y Funes, atropellaron a mi hijo”.“Avila y Gaumet, que tendrían actualmente unos 46 años, se retiraron de la fuerza policial, pero Funes todavía está en el grupo Eter en Córdoba capital” destacó.Para Víctor Flores “ellos contaron con el apoyo del jefe de la policía local de esa época, Tobares, porque a los 2 días de la desaparición ya sabían lo que había pasado en detalle y lo taparon. Por su parte el fiscal José Luis Cerioni, siempre los defendió y hasta dilató la investigación”.
Hace 35 años nos encontramos con una figura desconocida para el común de la gente : la de los desaparecidos. La totalidad de las fuerzas de seguridad del país no sólo las cúpulas de las Fuerzas Armadas, si no participaron tenían conocimiento de estos hechos aberrantes, con la complacencia de la Justicia funcional al sistema. Cuando se dan casos que comprometen la vida de ciudadanos, como el relatado de Ale Flores, tenemos todo el derecho de pensar que una metodología de acción se filtró en la intimidad de estas fuerzas de seguridad para que a pesar del tiempo transcurrido desde los años de plomo, periódicamente desaparezcan personas.
Otro septiembre y otro ejemplo irresuelto: es el Jorge Julio López que desapareció sin dejar rastros la mañana del 18 de septiembre de 2006, justo el día que comenzaba a definirse el juicio contra Etchecolatz, donde el albañil de 77 años fue unos de los testigos más importantes.
Las lecciones de abuso de autoridad y una buena dosis de impunidad dejaron su marca.
Desde nuestra posición de ciudadanos que anhelamos un país mejor, acompañamos a la familia de Alejandro Flores en su dolor y en el reclamo de Justicia. No sólo ellos, sino el país la necesitan.
CIUDADANOS AUTOCONVOCADOS DE RIO CUARTO
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